Cultura

Joaquín Díaz y el olor actual del libro

"Se trata de libros escritos e impresos con trazos y tipos, cuyos glifos o signos grabados, marcan nuestra percepción y nuestros procesos cognitivos"

Joaquín Díaz volverá a recibir un cálido homenaje este próximo mes de mayo
Joaquín DíazRubén Cacho/Ical

Joaquín Díaz lleva 60 años relacionado con el universo de la comunicación, desde sus primeros trabajos como intérprete, pasando por sus investigaciones del campo y la vida rural, hasta su ocupación actual: divulgación, estudio y valoración, para los años venideros, de un patrimonio cultural de siglos.

Los españoles debemos mucho, a este hombre de sonrisa afable y corazón generoso, de buena cepa, que recoge lo que otros tiran y vive al rescate de la verdadera memoria histórica. El ermitaño de Urueña, nos ofrece ahora, como primaveral presente, un entonado libro entrelazado de discursos filosóficos y literarios, acerca de temas que interesan sobremanera y siguen inquietando al hombre de hoy.

Unos textos que abarcan, desde las Fábulas castellanas, a las obras sospechosas del Santo Oficio, los libros que no llegaron a imprimirse, o aquellos que son puro arte: un sinfín de creencias, cuentos, humor, juego, salud, mitos… Las reflexiones sobre el ser humano y su entorno, a través de los siglos, cuidadosamente agolpadas en las páginas de ‘Glifos al azar, que así es como se titula esta atractiva obra de nuestro genial escritor, uno de los más originales y tenaces que nos van quedando y que no persigue encaminar al amable lector hacia donde no guste, sino situarle ante el espejo de una realidad enriquecida por un saber de siglos y verdades eternas.

Se trata de libros escritos e impresos con trazos y tipos, cuyos glifos o signos grabados, marcan nuestra percepción y nuestros procesos cognitivos. Una verdadera delicia. Publicado en la colección Relatos imaginales, de Mandala, heroica editorial que mims el papel, la encuadernación y el diseño; y que, por supuesto, se curra como pocas el contenido de sus obras y que nos ofrece, una vez más, de la mano de su tenaz fundador, Fernando Cabal, unas páginas hechas para ser acariciadas, sobadas y escuchadas.

Lo hace con un tipo de letra que se lee cómodamente, y que va _según es costumbre_ acompañada de bellas y sugerentes ilustraciones.

Mi adorado Jorge Luis Borges, de quien guardo_como el más preciso tesosoro_, sus reflexiones y paseos junto a Roberto Alifano, Santiago Cogorno, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, allá en mi Buenos Aires querido, sostenía que el libro “es una extensión de la memoria y la imaginación.

Era este gacetillero, por aquel entonces, en la Argentina de Raúl Alfonsín, Ernesto Sábato y Susana Rinaldi, entre otros, corresponsal de la agencia Efe, cuando ésta era un prometedor Proyecto Informativo de Estado, impulsado por Luis María Anson, el periodista e intelectual español que mejor ha entendido y apoyado el mundo hispano,

Por aquel entonces, no habían convertido todavía, un puñado de politicos ciegos y zafios de la derechita cobarde y la izquierda sectaria, la Agencia española de noticias Efe,en un gabinete de prensa de Moncloa.

Joaquín Díaz, da un paso más allá de Borges y defiende en esta documentada obra, con permiso del sabio argentino, que el libro es, también, una prótesis imprescindible de nuestro propio cuerpo, que conviene no tener lejos físicamente, porque es absolutamente necesario sostener los libros, para mirarlos cómodamente y así gustarlos y asimilarlos.

Aunque, eso sí, siempre a la distancia adecuada; porque, a estas alturas del paseo, hemos comprobado ya_para nuestra desgracia_, que en la medida en la que las cuestiones que nos atañen se alejan de nosotros, o perdemos la capacidad de intervención sobre ellas, nos van peor las cosas y, claro, nos convertimos en mansurrones, lanares y malgeniados, como ya nos dejo dicho nuestro irremplazable José Jiménez Lozano, en ‘Esperas y Esperanzas’, su clarividente libro póstumo.

Un malhumor que nos viene, principalmente, de que sólo se nos pide que opinemos, cuando yo no tienen remedio las cosas. Pues si: “El libro desprende un olor muy actual”, como nos recuerda Joaquín Díaz y la parte gráfica de sus presentaciones, de sus portadas, es una lección permanente para quien quiera aprobar la signatura de la comunicación, tan importante y necesaria para vivir en esta escuela del mundo en el que el destino nos ha situado.

Decía André Maurois en el arte de leer que: “más vale conocer a la perfección algunos pocos escritores, así como unos pocos temas, que conocer de una forma superficial, una gran cantidad de autores”.Las bellezas de una obra, no se juzgan bien a la primera lectura. Conviene, durante la juventud, pasar por entre los libros como se va a por el mundo: buscando amigos; pero una vez encontrados, escogidos y adoptados, hay que retirarse con ellos a nuestro refugio.

Maurois no lo sabía, pero cuando discurría así, estaba hablando de Joaquín Díaz, entre los mejores de los nuestros, sagaz escritor y con chispa sobrada, para encender el conocimiento y avivar hondos pensares y saberes en quien a él se acerca.