Cataluña

«Internet no sustituye el contacto físico. Tras el coronavirus necesitaremos abrazarnos»

Entrevista con Olivia Laing, autora del ensayo “La ciudad solitaria”

Es autora del ensayo La ciudad solitaria
Es autora del ensayo La ciudad solitariaCapitan Swing Sophie DavidsonCapitan Swing

La estigmatización de la soledad. Ese es uno de los temas principales de su libro “La ciudad solitaria” (Capitán Swing) y en es estos días cuando estamos constatando ese hecho al estar confinados. ¿Cree que ahora nos daremos cuenta del error que supone el estigmatizar la soledad?

Espero que así sea. En estos días nos damos cuenta de que la soledad es algo que puede ocurrirnos a todos. Es algo circunstancial y tiene un componente político ya sea cuando ocurre un cambio en el trabajo o cuando hay un duelo. Aquellos grupos que son más vulnerables y estigmatizados tienen una mayor probabilidad de sufrir la soledad. Es una responsabilidad colectiva, y quiero creer que la crisis actual nos hará darnos cuenta de lo fácil que es sentirnos solos y lo responsables que somos los unos de los otros como comunidad.

Hablemos de grandes ciudades, como pueden ser Nueva York, París, Madrid o Barcelona, donde uno se puede sentir solo pese a su gran población. En casa estamos también descubriendo lo importante que es la unión entre vecinos. ¿Este confinamiento nos puede ayudar a reflexionar sobre las relaciones interpersonales en las grandes urbes?

Desde luego. Vivimos en ocasiones en un mundo virtual. Es que trabajamos muy duro y tenemos muy poco tiempo, así que ahora nos estamos dando cuenta de que también vivimos en un mundo físico, y que las personas que tenemos al lado son importantes, al igual que las personas que retiran la basura, las que entregan el correo y las que hacen el pan. Tengo la confianza de que cuando salgamos de esto tendremos una apreciación renovada de lo que son nuestros entornos físicos reales, aunque, por favor, ¡no piense que no me siento muy agradecida también por el correo electrónico y el WhatsApp!

En “La ciudad solitaria” nos habla de la gentrificación de los sentimientos. ¿Cómo afecta esta gentrificación a enfrentarnos a algo como el COVID-19?

En muchas ocasiones se nos reclama que hagamos público nuestro sentimiento de felicidad, especialmente a través de las redes sociales, lo que es una manera de mostrarnos simpáticos y ganar “me gusta” en nuestro perfil. La realidad es que la vida humana involucra muchas emociones y estados de ánimo, algunos de ellos mucho menos fáciles de revelar. Lo que me parece interesante de la crisis que estamos viviendo es que todos estamos juntos en estados muy diferentes. Todos tenemos miedo, ansiedad, soledad, tal vez desesperación. La capa se quita y podemos ver no solo lo vulnerables que somos sino lo vulnerables son los demás también.

Pese a estar solos en casa, estamos extremadamente conectados gracias a redes sociales, skypes o videoconferencias. ¿Cree que la pantalla nos acerca o nos aleja los unos de los otros, como apunta en su libro?

En el pasado he sido muy escéptica con internet. Ahora, sin embargo, estoy muy agradecida. Sin todo esto, el mundo estaría mucho peor. En estos días envío muchos correos electrónicos y mensajes de texto, además de hacer llamadas y whatsappear constantemente para ver a mis amigos, para enviarnos fotos o bromas. Sin todo esto estaría perdida. De esta manera, también estamos comprando alimentos. Esto no quiere decir que internet sea un sustituto del contacto físico. En todo caso, lo que estamos viendo es lo cruciales que son las relaciones físicas reales en este momento, el poder abrazarnos. No podemos tocar a través de internet. Los emojis son geniales, pero no son un abrazo.

¿Nuestra idea de lo que es estar solo ha cambiado con el confinamiento obligatorio?

El número de personas que viven solas es muy alto en España como también lo es en Estados Unidos. Vivir solo no es lo mismo que estar solo. Puedes vivir solo y estar muy contento, pero también puedes estar solo en una fiesta o en un matrimonio. La soledad puede entenderse como los grados de intimidad y cercanía que son necesarios, y ese nivel varía para cada persona. Por eso algunas personas luchan mucho más que otras durante esta soledad forzada.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump se ha referido al COVID-19 como un “virus chino”. ¿Corremos el riesgo de volver a estigmatizar a todo un colectivo? ¿Podemos comparar este miedo al contagio con el que se vivió en los ochenta con el sida?

Esa afirmación de Trump me recordó mucho a la crisis del sida. Hablamos de una enfermedad que era vinculada con homosexuales, drogadictos o inmigrantes, una población que ya de por sí estaba muy estigmatizadas. Eso hizo que la respuesta de la salud pública fuera increíblemente lenta, hecho que provocó que aquella crisis se afianzara. Con el COVID-19, hemos visto una respuesta mucho más rápida y comprometida en todo el mundo. Este virus no parece estar limitado a ciertos grupos, aunque sabemos que tiene un efecto mucho más perjudicial en las personas mayores y vulnerables. Estoy segura de que algunas personas, como Donald Trump, lo usarán para impulsar el racismo, pero al mismo tiempo, creo que también nos muestra cuán parecidos somos, independientemente de la nación en la que vivamos o de la cultura a la que pertenezcamos.