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James Barry: La mujer que se vistió de hombre para poder ser médico

Su nombre real era Margaret Bulkley y nadie supo su secreto hasta que le realizaron la autopsia al morir en 1865

Margaret Ann Burkley como el Dr. James Barry, una historia increíble
Margaret Ann Burkley como el Dr. James Barry, una historia increíbleArchivo

Antes de que Elizabeth Blackwell se convirtiera en la primera mujer en ser aceptada en la universidad de medicina en 1847, la vocación de salvar vidas tenía un alto precio que pagar para las mujeres. Este es el caso de Margaret Ann Bulkley, que tuvo que vivir toda su vida como James Barry para pasar como hombre y poder trabajar en la sanidad inglesa. Tanto es así, que vivió su secreto con tanta determinación que nadie supo la verdad hasta que murió en 1865 y le realizaron una autopsia.

Si hace una década Glenn Close se convertía en “Albert Nobbs”, la oscarizada película que nos explicaba la historia de una mujer que se hacía pasar por hombre para poder trabajar como mayordomo, la historia de Margaret Bulkley bien merecería dos películas. Engañó tan profundamente a la sociedad inglesa que se convirtió en su cirujano más destacado, realizando la primera cesare en África o regalando un vestido a la mismísima Florence Nightingale en Crimea.

Entre tando, su excentricidad era bien conocida. Convivía con un gato, un loro, una cabra y seis fox terriers, que cubrían así su gran aislamiento y soledad, que le llevaron a renunciar al amor de su vida, y a un hijo que tuvo de muy joven, cuando su tío la violó. Nació en 1789 en Cork, el puerto irlandés que servía a las tropas británicas. Cuando su padre se arruinó, ella y su madre se fueron a Londres, pidiendo ayuda a James Barry, célebre pintor y que era un familiar lejano de la familia. Cuando falleció, y visto que no podría nunca ser aceptada en la universidad de medicina, decidió tomar su nombre y matricularse en la Universidad de Edimburgo. Para su sorpresa, aceptaron. Su pequeña estatura y su rostro anguloso sólo hicieron pensar que era un hombre muy joven.

Su amistad con el General Francisco de MIrando, una revolucionario venezolano, le había puesto en la cabeza la idea de marcharse a América del Sur y participar como médico en la guerra de la independencia. Sin embargo, Miranda fue detenido por las tropas españolas y Barry se inscribió como cirujano en el ejército británico. Nadie sospechó nunca que detrás del talento de aquel cirujano había una mujer y participó con la armada en Waterloo, Jamaica, Malta, incluso en Crimea, donde conoció a Florence Nightingale.

Su gran bagaje y talento inaudito, empleando técnicas que nunca antes se habían realizado como cesáreas que no acarreasen la muerte de la madre, la convirtieron en un favorito de la alta sociedad, que la trataba como una igual sin importarle su extraño aspecto femenino demostrando que los ojos que no quieren ver, no verán nunca. En aquella época, nadie hubiese creído nunca que el mejor cirujano de la sociedad británica era una mujer.

La Reina Victoria nunca sospechó la verdad, como tampoco el consejero principal de Napoleón que fue capturado en Waterloo y Barry trató y salvó al vida. Y nadie lo hubiese sabido nunca si se hubiese respetado su testamento, que decía que tenía que ser enterrada con su ropa que llevaba al morir y su típico abrigo largo color escarlata. La mujer del depósito la desvistió y descubrió el secreto. Intentó chantajear a la armada inglesa, pero fracasó, así que hizo pública la noticia.

Su historia sigue siendo fascinante, siendo nombrada por la Reina Victoria como general del ejército británico, una distinción que nunca le retiraron. Para sobrevivir en aquel ambiente, tuvo que utilizar un carácter irascible y violento, que pronto se hizo famoso. Cualquiera que hablase de su aspecto afeminado caía en la ira de Barry. Le partió la cara a un soldado con una fusta de cabalgar a caballo y realizó múltiples duelos, en uno de ellos siendo herida en la cintura.

Lo cierto es que sus logros son hoy en día olvidados, como su obsesión por la higiene y la salud pública mucho antes que Florence Nightingale fuese alabada por ello. Se sabe de sus celos ante esta otra extraordinaria mujer. Quien quiera saber más de su historia, su biografía !Dr. James Barry: A woman ahead of her time”, escrito por Michael du Preez y Jeremy Dronfield, es una lectura obligada.