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¿Por qué las vídeollamadas provocan más estrés que el cara a cara?

Los expertos aseguran que la conciencia de uno mismo en el mundo digital es diez veces más acusada que en las interacciones sociales normales y eso genera nerviosismo y desasosiego

Las videoconferencias llevan a sobreactuar a los interlocutores que se comportan de una forma poco natural
Las videoconferencias llevan a sobreactuar a los interlocutores que se comportan de una forma poco naturalLa RazónArchivo

¿Ha hecho durante estas siete semanas una sesión, de Zoom, Jitsi o Meet? ¿Se ha reunido con sus compañeros de trabajo, sus amigos o su familia con una videollamada? ¿Ha realizado alguna actividad social digital como participar en clases, ver conciertos o jugar a juegos de mesa? Si la respuesta es sí, usted forma parte del 84 por ciento de la población del mundo occidental. La pregunta es la siguiente, durante estas videollamadas, ¿cuántas veces ha sido consciente de la propia ventana en la que se ve usted proyectada y deduce que eso es lo que ven los otros de usted? Si la respuesta es muchas, entonces usted forma parte del 73 por ciento de las personas que realizan este tipo de comunicaciones a distancia.

Las cifras no engañan. La plataforma Zoom de videoconferencias ha pasado de 10 millones de usuarios a más de 300 millones en apenas dos meses. Lo mismo ha sucedido con MIcrosoft Teams, que actualmente tiene 75 millones de usuarios diarios o Google Meet, que alcanza 100 millones al día. ¿Qué quiere decir esto? Que el 65 por ciento de usuarios de videoconferencias son nuevos y por lo tanto no están acostumbrados a esta forma más fría pero sobreconsciente de comunicarnos con los demás.

Los últimos estudios en ciberpsicología aseguran que la carga de tanta videollamada empieza a pesar en la población, que ha pasado de utilizar esta forma de comunicación de forma absolutamente residual a estar enganchado día sí y día también. El problema radica en la absoluta conciencia de uno mismo que tiene durante estas reuniones. En el cara a cara, uno puede olvidarse de uno mismo y dejarse llevar por la conversación. En las video conferencias no, ya que siempre tenemos una pantalla en la que salimos y es inevitable desdoblarnos con la sensación de que somos un ente en observación constante.

En psicología, este término de autoconciencia de uno mismo se llama audiencia imaginaria. Como hemos proyectado fuera de nosotros mismos una imagen que también nos observa, consideramos que estamos en observación por absolutamente todo el mundo. Esto hace que hablar se convierta en algo pesado y confuso. Muchos han experimentado durante estas siete semanas en algún momento realmente hartazgo de esta forma de comunicación. Y no es porque echemos de menos hablar cara a cara, sino lo que echamos de menos es hablar sin tener pruebas documentales al instante de cómo lo hacemos. “Existe el peligro que uno crea que está siendo criticado o escudriñado por todo el mundo y ese peso, esa autoconciencia, mine nuestro estado de ánimo”, asegura el experto en comunicación digital Joaquín Thomas Franklin.

Por tanto las vídeo llamadas son hasta un 34 por ciento más estresantes que cualquier interacción cara a cara. A esto hay que añadir el hecho que en la pantalla no podemos acabar de comprender todo el lenguaje no verbal que acompaña una relación humana. Por de pronto, no vemos a la persona de cuerpo entero, sólo una fracción que nuestro interlocutor habrá elegido. Por lo tanto, no sabremos interpretar bien sus gestos, su lenguaje corporal y su amaneramientos. Sólo tendremos un rostro, por tanto, descontextualizado, lo que nos impedirá capturar al cien por cien los tonos de voz, las expresiones faciales y las exclamaciones gestuales.

Otro de los problemas asociados a las videollamadas con múltiples interlocutores es la falta de un protocolo fijo. Al no tener toda la información sensorial que tenemos en el cara a cara, no podemos saber cuándo hablar, cuando interrumpir, cuándo responder a uno y no a otro. Es una confusión que no ocurre cuando estás en un grupo de muchas personas en la que sabes quién habla, por qué, qué significa que se mueva o grite un poco más, y otros signos de adecuación a tu entorno. En una reunión de amigos, puedes hablar muchos a la vez sin que por ello se pierda nada. En una videollamada es todo mucho más frio, entrecortado y protocolario.

Y el rey de los problemas, la mala conexión. En un estudio sobre cómo perciben los seres humanos a sus semejantes a partir de pantallas descubrieron que un simple “delay” o retraso de la señal de un segundo provoca que percibamos a esa otra persona como más desagradable o poco empática. La fragmentación de la atención que esto conlleva, sumado a la sobre conciencia de uno mismo en la pequeña pantalla que tenemos al lado, hace que estas conversaciones se conviertan en rutinarias y aburridas.

Tenemos así una pantalla fragmentada en múltiples ventanas con otras tantas personas en ellas. Este es el primer punto de distracción. Luego están las casas por las que están filmando estas llamadas, que también pueden llamar nuestra atención. Y eso si, además, no estamos escribiendo algún mensaje de texto. Las distracciones a una simple conversación cara a cara son tantas que al final uno se protege mirando lo que más conoce, a la pantalla de uno mismo.

La razón de que se sorprenda mirándose a sí mismo durante una videoconferencia es sencillamente que se siente abrumado y quiere rebajar el sentimiento de estrés. Esta autoconscienca de uno mismo también provoca reacciones sobre actuadas a la conversación, simplemente como mecanismo de defensa para que los otros crean que estás al cien por cien prestando atención. Muchas risas son más exageradas en las videoconferencias, así como los rostros serios de atención. Parecemos actores sobre actuados esperando que nos den, además, un premio por nuestro talento.

Esperemos que con la desescalada la necesidad de este tipo de comunicación se mitigue un poco y nuestra habilidad de adaptación nos haya enseñado a responder mejor a los múltiples estímulos negativos de las videoconferencias.

Lo que aconsejan los expertos es apagar el micrófono si no hablas, ser directo en lo que te interese comunicar y no alargar más de la cuenta estas interacciones. Así el riesgo de ansiedad asociada a la comunicación a distancia se limitará. También te puedes pasear o mover durante la conversación, lo que ayudará a concentrarte, o simplemente poner un “post-it” sobre la ventana en la que puedes verte a ti mismo, para no volver la mirada y buscarte.