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Sobrevivir a un ictus en el pico de la pandemia

Los códigos ictus caen un 18% por miedo al coronavirus. Juan fue atendido y ha recuperado el habla gracias al aviso de su hermana y a la rehabilitación a domicilio del Parc Sanitari Pere i Virgili

El equipo multidisciplina de atención geriátrica del Parc Sanitari Pere Virgili que atendió a Juan después del ictus con una paciente
El equipo multidisciplina de atención geriátrica del Parc Sanitari Pere Virgili que atendió a Juan después del ictus con una pacienteLa Razón

El 23 de marzo, en el pico de la pandemia, Juan se sintió indispuesto después de comer. “Me quedé dormido y al despertar de la siesta, lo devolví todo”, cuenta. Llamó a su hermana por teléfono. Y esa llamada, le salvó la vida. “Mi hermana dice que cuando la llamé, hablaba mal. Entonces, ella llamó al 112 y vino una ambulancia a casa que me llevó al Hospital Vall d’Hebron. Cuando me desperté, todos iban con mascarillas. No podía mover la boca, ni la pierna izquierda ni el brazo derecho”, recuerda. Juan había tenido un ictus. Y su hermana tuvo el acierto de detectar uno de sus síntomas: “alteración repentina del habla, dificultad para expresarse y ser entendido por quien nos escucha”.

Aunque sólo en el mes de marzo, el Servei d’Emergències de Catalunya (SEM) recibió un 330% más de llamadas respecto a hace un año como consecuencia de la crisis del coronavirus y pese a que los hospitales no daban abasto para atender a enfermos de covid, el resto de enfermedades no desaparecieron. De las algo más de 8.000 enfermedades y problemas relacionados con la salud que pueden matar a una persona, según la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud que elabora la Organización Mundial de la Salud, la COVID-19 sólo es una. Pero la crisis sanitaria provocada por el nuevo coronavirus tuvo tanto impacto, que Cataluña activó un 18% menos de códigos ictus y centros de referencia como el Hospital Clínic atendieron un 23% menos de casos.

El miedo a la covid, más peligroso que el propio coronavirus

¿Hubo menos ictus? “No, pero el miedo al coronavirus hizo que mucha gente fuera reacia a pedir asistencia”, resume Ángel Chamorro, jefe de la Unidad de Patología Vascular Cerebral del Clínic y jefe del grupo Isquemia Cerebral del IDIBAPS, que elabora estudios clínicos y experimentales. Chamorro ha coordinado un estudio que acaba de ser publicado en la revista “Stroke” y analiza los efectos de la pandemia en la atención a los pacientes con ictus. Además de concluir que los casos de ictus atendidos en el Clínic durante la pandemia cayeron un 23%, observa que “los casos que se atendieron correspondieron a personas más jóvenes, probablemente, porque las personas mayores fueron más reacias a pedir ayuda por miedo al coronavirus o porque no lo pudieron hacer porque estaban aisladas”.

Sólo en marzo, en el Hospital Clínic, ingresaron 1.232 pacientes con la COVID-19. Ocuparon un 60% de las camas y obligaron a aumentar un 150% la capacidad de la UCI. En cambio, la Unidad de Patología Vascular, que no perdió recursos para asegurar que se podría atender a todos los pacientes con ictus, estuvo infrautilizada. El SEM estima que de media las llamadas por ictus durante el pico de la pandemia se retrasaron 17 minutos. Y en esta demora, en caso de accidente vascular, va la vida.

La llamada de la hermana de Juan activo un protocolo que permite a los facultativos del SEM disponer del historial completo del paciente en sus tabletas e informar al hospital al que se le va a trasladar en función de su gravedad. Juan, que es vecino del barrio de Sant Andreu, fue trasladado al Hospital Vall d’Hebron. Cuando se despertó, no sentía la boca, la pierna izquierda ni el brazo derecho. “Me pusieron en una habitación con un señor que escupía sangre”, recuerda. “Y como se quejó de que yo tosía, me metieron en una máquina espantosa -para mirar si tenía los pulmones limpios-, pero el médico dijo que estaba bien y habló con mi hija Elena para acelerar los trámites para volver a casa. ¡Madre mía de mi alma, qué cosa tan buena llegar a casa!", exclama. “Porque era cuando había el virus y todo estaba muy enrarecido”, relata Juan, que a sus 77 años tiene unas enormes ganas de vivir, sobre todo, para volver a achuchar a su nieta, Aina, que vive en Balaguer (Lleida). Lo que más le gusta es sentarse en una “terracica” que tiene. “¡Es media vida!”, dice con alegría.

Rehabilitación crucial los primeros tres meses tras el accidente

Juan pudo volver a casa antes gracias a que el Parc Sanitari Pere Virgili no paralizó el servicio de rehabilitación a domicilio durante la pandemia. De hecho, fue el único centro sanitario de Barcelona que mantuvo activo este servicio. “Mantener este servicio ha sido crucial para los pacientes, porque el tratamiento de rehabilitación los primeros meses tras el accidente es esencial para recuperar sus funciones”, afirma el doctor Marco Inzitari, director de Atención Intermedia, Investigación y Docencia del Parc Sanitari Pere Virgili.

La doctora Cristina Arnal, que ha visitado a Juan en su casa, añade que “la fisioterapia ha de ser inmediata después de sufrir un ictus, porque se centra en los problemas físicos derivados del accidente cerebrovascular, como la alteración de la deambulación y la pérdida de fuerza y equilibrio”. Además de ejercicios de fisioterapia, los pacientes reciben terapia ocupacional para ayudarles a desarrollar de manera autónoma las actividades básicas.

Durante un mes, Juan recibía la visita de Montse y de Cristina de dos a tres veces por semana."Todos íbamos con mascarilla y no les veía las caras", lamenta Juan. “Todas las visitas se realizan con mascarilla quirúrgica y guantes, lavado de manos antes y después de tratar al paciente y traslado en coche”, explica el director asistencial. El servicio de atención geriátrica integral arrancó en diciembre de 2017 y cuenta con un equipo multidisciplinar, una médico geriatra, dos enfermeras especialistas, una fisioterapeuta y una terapeuta ocupacinal. “Le puse mucho empuje, quería recuperarme porque no quería que mi hija perdiera días de trabajo. Me hacían agachar y levantar, poner un pie delante de otro, mover los brazos... y ahora ya salgo sólo a la calle, aunque me canso mucho todavía”, dice. Juan sigue haciendo los ejercicios que le enseñaron Montse y Cristina a diario.

Sale un rato a pasear, pero dice que se siente el cuerpo “frenado”. “Quiero correr, pero el cuerpo no me deja y cuando quiero escribir, a veces, la mano se me va hacia otro lado”, dice. Ha recuperado el habla. Explica sus vivencias despacito. Recuerda cuando llegó con 16 años a Barcelona de un pueblo de Murcia o que antes del ictus, menos planchar, hacía todas las labores de la casa, “barría el suelo, lavaba los platos, tendía la ropa”. Ahora, le ayuda su hija.

Cadena de agradecimientos

Dos meses después, Juan quiere dar las gracias a todos los que le han salvado la vida. “Gracias a los de la ambulancia, al equipo médico del Hospital Vall d’Hebron, a las enfermeras, los camilleros, a la Montse y a la Cristina que han venido a casa para hacer recuperación y a la doctora Cristina que también ha venido a casa cuando me dieron el alta para ver si estaba bien”, dice con la voz entrecortada de la emoción. “Me gustaría volver a recorrer el trayecto en ambulancia de casa al hospital para poder dar las gracias a todos”, insiste. Aunque su cadena de agradecimientos empieza con su hermana, que activó el Código Ictus y acaba con su hija Elena, que se trasladó a su casa cuando le dieron el alta porque no se podía valer por sí mismo.