Opinión

Pasar de curso (sin límite de suspensos)

El Ministerio de Educación elaboró recientemente un decreto según el cual los alumnos podrán pasar de curso sin límite de suspensos. Entiende uno que la pandemia exige adoptar medidas, pero aun así se plantean algunas preguntas. La primera: ¿qué pensarán aquellos que hasta ahora se esforzaban por sacar buenas notas, es decir, los que atienden en clase, preparan los exámenes, hacen los deberes y le quitan tiempo a otras cosas para estudiar y pasar así al curso siguiente sin ninguna asignatura suspendida, o con una o dos como mucho para no tener que repetir? Y los profesores, ¿cómo se las van a apañar? ¿Les va a resultar más fácil su tarea? Porque las notas, pese a lo que opinen al respecto los beneméritos pedagogos que ahora campan a sus anchas, eran sin duda una motivación, y dudo que pueda haber otra mejor en la enseñanza.

Que el decreto es pasajero y va a durar solo lo que tarde en pasar esta situación excepcional, dicen. Pero no las tiene uno todas consigo, porque llueve sobre mojado. Primero fue lo de igualar a todos por abajo, para que no hubiera discriminaciones. Luego lo de que el aprendizaje, lejos de requerir esfuerzo y dedicación, había de ser lúdico y fácil. Como si la vida lo fuera a ser también, y al acabar los estudios les aguardara un camino de rosas...

En fin, que han sido demasiadas las veces en que se ha tropezado en la misma piedra (¡y ahí está la ley Celaá, que en la práctica consagra lo de pasar de curso sin límite de suspensos!), y todo por olvidar un par de principios sin duda incuestionables: que estudiar no es divertido, y que aprender exige esfuerzo. Porque el saber no ocupa lugar, pero formarse, instruirse y prepararse –qué viejos suenan ya estos verbos– lleva su tiempo, y la ciencia infusa está demostrado que no existe.