Cáncer
Un estudio busca confirmar que la hipoterapia ayuda a la recuperación de niños supervivientes de cáncer
Profesionales de Vall d’Hebron están llevando a cabo un estudio para comprobar los beneficios de la rehabilitación física y emocional con caballos
Los supervivientes de un cáncer pediátrico a menudo han de aprender a convivir con las secuelas físicas propias de la enfermedad y su tratamiento y, en ocasiones, también con las secuelas emocionales o psicológicas que pueden surgir tras haber pasado por un trance de tal calibre.
En este sentido, la doctora Anna Llort, adjunta del Servicio de Oncología pediátrica e investigación de Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR), señala que “cualquier superviviente de un cáncer infantil puede tener afectaciones neurológicas y motoras”. “La cirugía, la quimioterapia o la radioterapia dejan a veces secuelas”, las cuales suelen ser especialmente evidentes en los niños y niñas que han superado un tumor cerebral, puesto que se trata de “un órgano que está en pleno desarrollo y crecimiento, lo cual, si bien tiene su parte positiva porque, por su plasticidad, ese cerebro permite recuperar funciones dañadas, supone que puedan generarse daños irreversibles”, explica Llort. Entre las posibles secuelas, existe un gran abanico entre las de mayor gravedad, como las que provocan que el paciente requiera de un soporte para poder caminar, deterioro cognitivo o pérdida de memoria, hasta otras más leves, como la falta de atención, por ejemplo.
Pero además, como indica Anna Saló, psicóloga del Servicio de Oncología Pediátrica de Vall d’Hebron, “después de padecer un cáncer y tras haberse sometido al correspondiente tratamiento, en algunos casos pueden aparecer trastornos o problemas psicológicos como desánimo, dificultad para comunicarse y relacionarse, dificultades en la reinserción escolar...”. “Algunos además han de hacer frente a los cambios físicos producto de la enfermedad y el tratamiento como la pérdida de peso o la caída del pelo, lo cual les afecta a la autoestima, otros han de asimilar el hecho de que, por las secuelas físicas, ya no pueden hacer cosas que antes hacían con total normalidad, y hay quien vive con el miedo permanente de recaer en la enfermedad”, constata Saló, quien al respecto comenta que “todo ello puede acabar provocando un malestar anímico y emocional que en ocasiones puede tener efectos indirectos como aislamiento o fracaso escolar, por ejemplo”.
Seguimiento y rehabilitación
En este contexto, es de vital importancia un seguimiento médico, pero también psicológico, de estos niños que han superado un cáncer, así como rehabilitación y en este sentido todo apunta a que la hipoterapia es una gran herramienta en ambos ámbitos, puesto que el movimiento propio del animal permitiría trabajar déficits motores del individuo y problemas de carácter cognitivo como la atención, mientras que la interacción con el caballo contribuiría a mejorar el estado anímico y emocional. Sin embargo, pese a que las sensaciones de los profesionales que han participado en sesiones de hipoterapia, así como el feedback de los padres cuyos hijos han formado parte de esta actividad, son muy favorables, por ahora no existe evidencia científica concluyente sobre los beneficios de la hipoterapia en supervivientes de cáncer pediátrico. Es por ello que a finales de 2019 se puso en marcha el estudio ‘Cabalgando la vida’ impulsado y financiado por la Fundación Real Club de Polo de Barcelona, el cual tuvo que ser interrumpido por la pandemia y se retomó en septiembre de 2020, con el fin de tratar de corroborar la hipótesis de que la hipoterapia contribuye a disminuir el impacto del cáncer del sistema nervioso en niños de entre 4 y 18 años.
Para ello, se diseñó un ensayo clínico, en el que participan profesionales de Vall d’Hebron como las doctoras Llort y Saló y de las Escuelas Universitarias Gimbernat,a través del cual se pretende comparar la evolución de un grupo de supervivientes de cáncer cerebral pediátrico que van a participar en 24 sesiones de hipoterapia y un grupo de control. Al respecto, la doctora Saló comenta que “hasta ahora solo sabemos de la posible efectividad de esta terapia con caballos por lo que nos cuentan los pacientes y sus padres, ya que no existen casi estudios al respecto, y ahora se pretende demostrarlo científicamente, pero en cualquier caso parece que mejora la calidad de vida de los niños que han superado esta enfermedad”. En la misma línea, la doctora Llort, admite que “era muy reticente porque no sabía hasta qué punto la hipoterapia podía ser una opción, pero la experiencia está siendo excelente. Las sensaciones son muy buenas”.
Y es que, como pone de relieve Teresa Xipell, directora de hipoterapia de la Fundación Federica Cerdá, entidad que desarrolla la actividad, “en pocas semanas podemos ver ya grandes cambios en los niños que participan”, cambios a nivel motor que se explicarían por el movimiento propio del caballo y cambios en el ámbito cognitivo, emocional y psicológico por la interacción con el animal. “El movimiento del caballo, su cadencia, el paso equilibrado, las tres dimensiones en el que éste se produce y lo actos de flexión, extensión y rotación que son los mismos que usamos los humanos para caminar, permiten una rehabilitación motora y una mejora de las secuelas físicas”. “El niño se ha de adaptar a este movimiento, que el terapeuta utiliza para los ejercicios, mejorando su postura, pero también su equilibrio, que habitualmente en estos casos es precario, así como la coordinación y la disociación”.
En el plano emocional o psicológico, la relación del niño con el caballo, al que además ha de cuidar, cepillar, dar de comer..., “propicia que éste se abra, se comunique e interactúe hasta el punto que niños que llegaron siendo muy retraídos han acabado hablando con los terapeutas de la enfermedad, de todo lo que se han perdido por el cáncer o de la frustración que sienten al salir al patio del colegio por no poder hacer las mimas cosas o compartir juegos con sus amigos y verbalizar les alivia”, constata Teresa, quien hace hincapié en que “con una simple mirada, el caballo puede llegar a rincones a los que nosotros no podemos acceder”. Además, “el comprobar que son capaces de hacer algo que creían impensable, como subirse a un caballo y manejarlo, hace que estos niños ganen en confianza y autoestima” y todo ello “repercute en el bienestar del individuo”.
En cualquier caso, se espera tener concluido el estudio en unos cuatro o seis meses y, como señala la doctora Llort, después, en una segunda fase del trabajo, sería interesante determinar “qué periodo de tiempo mínimo es necesario para que las sesiones de hipoterapia sean beneficiosas”, así como también sería adecuado “ampliar el estudio a pacientes con todo tipo de cáncer pediátrico”.
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