Opinión
Semana Santa
El sentido religioso se perdió hace tiempo, pero seguimos llamándola así, la Semana Santa, pese a los intentos de algunos por bautizarla con otro nombre, ya que no pueden borrarla del calendario. Así ocurre, por ejemplo, en la enseñanza con el paréntesis de asueto de estos días, que algunos de esos pedagogos que ahora mandan insisten en rotularlo como vacaciones de primavera. Lo cual no sería tan extravagante como lo de llamar segmento de ocio al recreo, que también andan en ello, pues no por casualidad la Semana Santa coincide con las celebraciones paganas de la llegada de la primavera, y resulta evidente la correspondencia del renacer de la vida natural con la resurrección de Jesucristo que se celebra el Domingo de Pascua.
Con las procesiones convertidas en folclore y espectáculo turístico, ya pocos saben lo que en estos días, desde el Domingo de Ramos con la entrada triunfal de Jesús a lomos de un pollino en Jerusalén hasta las aleluyas de Pascua Florida o de Resurrección, se conmemora. Pero ahí están la historia del arte y el diccionario para recordárnoslo.
Baste, en el primer caso, con mencionar solo una escultura, la Piedad de Miguel Ángel, y algunos cuadros: El descendimiento de la cruz del pintor flamenco Van der Weyden, La última cena de Leonardo da Vinci, el Cristo crucificado de Velázquez, el Prendimiento de Cristo de Caravaggio…
Y en cuanto al diccionario, no cuesta mucho formar una buena retahíla de palabras y expresiones que tienen su origen en personajes o episodios bíblicos relacionados con las celebraciones de estas fechas. Todas ellas han pervivido a lo largo de los siglos aun entre las capas sociales menos instruidas y forman parte, todavía hoy, del acervo lingüístico y cultural de los hablantes del idioma castellano: de Pascuas a Ramos, judas, lavarse las manos (en alusión a Poncio Pilato), barrabasada, calvario, viacrucis, eccehomo, para más inri…
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