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Alejandro Salvador: “El mundo editorial es durísimo, pero quiero escribir más novelas”
El autor valenciano presenta su obra “El amante universal”
Alejandro Salvador ha editado recientemente “El amante universal” (Libros Indie), una obra que el autor de Ontinyent empezó a preparar hace un par de años, a partir de una anterior novela. La sinopsis reza que versa sobre “una divertida y a ratos melancólica historia de sexo, deseo, amor, humor y fracaso. O sea, la vida”, y acierta. Hablamos con el escritor.
-¡Hola, Álex!, ¿qué tal te encuentras, tú y los tuyos bien de salud?
- La verdad es que, dadas las circunstancias, no me puedo quejar. Aquí hemos sido muy prudentes, fíjate en que, por ejemplo, yo no como con nadie fuera de mi núcleo familiar ¡desde hace casi nueve meses! En ese sentido, los que mejor se están comportando son los pequeños. Su capacidad de adaptación es impresionante.+
- Un confinamiento, una pandemia, va bien para escribir, o prefieres más sol y alegría?
- Al hilo de lo que comentaba antes, sí, de hecho, en favor de la gente que estamos, si dios quiere, a mitad del camino de la vida, te diré que creo que es a los que menos nos ha afectado. Date cuenta de que a los jóvenes les ha quitado un importantísimo año en un momento en que el cuerpo les pide marcha y experiencias; en el caso de los más mayores los ha amenazado sanitariamente. Por tanto, los que estamos en mediana edad adulta no hemos sufrido ese lastre social y sanitario de igual forma. Si a eso le añades que los que tenemos inquietudes y aficiones artísticas estamos perfectamente felices en casa, miel sobre hojuelas. Así y todo, preferir, prefiero el sol y la alegría; de hecho, parte de la novela se fragua en periodo estival por razones laborales obvias. Otra cosa es que el tiempo de borrasca sea más inspirador, claro…
-¿Cuándo empezó tu interés por la literatura y por escribir?
- Recuerdo aquellas redacciones que nos pedían en la escuela. Yo las disfrutaba mucho y de vez en cuando, mi madre las leía y se partía de risa. Lo curioso es que fui perdiendo el interés como creador en ese ámbito en favor del cómic. Me pasé mi infancia dibujando cómic y luego llegaron Elvis, mis Status Quo y el grunge y fue imposible sustraerse a los cantos de sirena de la música, nunca mejor dicho. Mi juventud me la pasé guitarra arriba, guitarra abajo. Yo seguía leyendo, pero no me sentía tentado o capaz de escribir. Aun así, a los veinte años me atreví con mi primera novela, lo que en términos musicales sería una maqueta-bootleg. Un engrudo “gótico”, como lo llamó mi padre, que ejercía y ejerce de crítico e impulso. Creo que de hecho él tiene gran parte de culpa de que escriba. Es un lector voraz. Por cierto, la susodicha novela, duerme el sueño de los justos en un cajón desde hace un cuarto de siglo.
-¿Cuáles fueron los primeros autores que te gustaron?
-Creo que la primera novela de literatura seria que me impactó fue “La isla del tesoro”, de Stevenson. Todavía conservo la edición juvenil que me regalaron (seguramente, de nuevo, mi padre) con sus preciosas (y precisas) ilustraciones, y la volví a leer hace poco con el mismo arrobo que cuando era pequeñajo. En el instituto recuerdo con mucho agrado “El señor de las moscas”, que me hicieron leer en clase de ética. Luego, en la universidad, ya fue la bomba: en la asignatura de literatura (yo cursé estudios de Publicidad y RRPP) te hacían leer a los grandes. Ahí me enamoré perdidamente de Cortázar o Dostoievski, sin dejar de lado clásicos españoles como Clarín, Baroja o Galdós, de quienes mamé el gusto por el lenguaje cuidado que cada vez veo perderse más. En fin, recuerdo combinar sesudos debates sobre los mil y un vericuetos de la Maga en “Rayuela”, mientras leía prensa musical en la que aparecían otros héroes no literarios: Iggy Pop (mi primera vez con la revista Popular 1), Nirvana, Soundgarden, Red Hot Chili Peppers… Y es una costumbre que nunca he abandonado: combinar la narrativa con prensa musical y, más tarde, cinematográfica e incluso futbolística. Casi todo es válido, cuando se trata de leer y/o inspirarse y, en ese sentido, la cultura pulp es una bendición caída del cielo.
-Empezaste “El amante universal” hace dos años.
- Sí, más o menos, aunque el título (que, por cierto, alude asimismo a una obra de teatro de Patricio de la Escosura, del siglo XIX quien, decididamente, no creo que vaya a demandarme por los derechos de autor del título) data de 2004 cuando, aún en mi época de componer y tocar, saqué un tanguillo que aludía a una especie de don Juan que vivía de contar y cantar sus esperpénticas aventuras amorosas “around the world”. Luego, hace dos años, retomé el personaje del amante universal, que todavía no tenía siquiera nombre propio.
- ¿Por qué recuperaste el personaje de Héctor y no finalizaste la otra novela?
- Yo tenía pensada una obra algo más ambiciosa, por compleja y extensa. Quería a Héctor ahí, como personaje secundario dentro de una novela coral. El caso es que pensé que debía empezar a foguearme en mi (casi) primera vez con algo más asequible. Entonces extraje a Héctor de allí y lo desarrollé junto con otro personaje (que creo que será el protagonista de mi próximo proyecto) y anduve escribiendo en paralelo sobre ambos hasta que me encariñé y me decanté por el amante universal. Sencillamente, todo empezó a fluir…
-En la novela hay muchos elementos presentes, como sexo, amor, y otros… ¿querías reflejar la vida en general en la obra?
- Sí. Eso es la vida, ¿no? Nacer, crecer (en la obra asistimos a sus primeros pasos mediante numerosas anacronías), aprender, porque la vida es un continuo aprendizaje, seguir aprendiendo para hacerte una personalidad y después descubrir que muchas de las cosas que hemos aprendido no son inmutables, no son verdades absolutas y que esa personalidad que nos hemos forjado está llena de fallas. En la vida real no creo en las personas que nunca someten a debate sus juicios, la gente inflexible, recta, presuntamente perfecta. Ese tipo de gente me irrita y, peor aun, me inspiran un profundo temor en un mundo cada vez más polarizado que funciona en base a frases hechas, eslóganes y peligrosas dicotomías. Sin ir más lejos, coincidiremos en que los mejores personajes de la literatura son los redondos y no los planos, ¿no? Hay excepciones, claro: probablemente el malvado más recordado del cine, Darth Vader es fascinante, como tristemente lo fue alguien como Hitler en la vida real. Pero así y todo, ¿no tenían esos personajes sus propios fantasmas, sus propias contradicciones? En el caso de Vader, uno de los (pocos) logros de la precuela galáctica de Lucas fue presentarnos las dudas, los miedos del futuro villano a través de Anakin. En el caso del horrible dictador, sus delirios de grandeza, querer abarcar tanto que precisamente por ello se le escapó todo, por fortuna, de entre los dedos. Volviendo a “El amante universal”, el discurso fácil era dotar de un contexto al galán y punto pelota. Pero entonces me fui planteando los matices. La propia canción en la que me inspiré (como buen creador autótrofo) ya apuntaba sus extravíos amorosos. Ahí di con la veta: las imperfecciones del personaje. Humanizar al womanizer. Si uno lee atentamente, asiste a multitud de fracasos, no en vano, en un momento dado el propio Héctor asume que es un “infeliz feliz”. Es lo que hay: la máscara y detrás el drama. En ese sentido, Héctor es un don Juan de baratillo que a menudo inspira más ternura que otra cosa.
- ¿Cuál ha sido tu inspiración para la trama, en general?
-Volviendo a la metáfora del creador autótrofo, creo que en la canción estaba todo ya. Era un bosquejo muy clarificador, pero claro, luego hay que llenar los instersticios que, paradójicamente son las 384 páginas frente a la página y medio que representa la canción. Son formas de trabajar distintas. La gran complejidad de la poesía y de las letras en la música reside en decir mucho en poco espacio y encima encajarlo métricamente. Trasladado a la prosa y a la novela, ganas en libertad, pero es una continua huida hacia delante para justificar la historia per se y delante del lector, que debe sentir que lo que lee no es mera cháchara. Desde luego y pese a que hay unos cuantos fragmentos eróticos, ni he leído novela erótica ni es una obra que funcione únicamente en esa tesitura. De hecho, creo que la parte más introspectiva (y ahí sí que puede que autores como Dostoievski, Heinrich Böhl o Proust, salvando las distancias, me hayan influido) es la que contrapesa la frívola y banal del inicio, dándole sentido global a todo.
-Cuéntanos cosas sobre Héctor y Valentina, o sobre personajes que quieras destacar.
. Indudablemente es la novela de Héctor, pero a mi parecer la verdadera heroína es Alma quien, curiosamente estuvo en un tris de llamarse Clara. Sin embargo, quería buscar un simbolismo y unas reminiscencias al nombre del personaje femenino principal y esos ya estaban en “La casa de los espíritus”. Además, Alma encajó aun más exactamente en lo que pretendía transmitir. De Héctor y sus claroscuros ya hemos hablado y Valentina, a quien citas, es una buena amiga, la confidente (casi) perfecta, el carácter expeditivo y práctico frente al idealista y errático de Héctor. Asimismo, me gustaría destacar los personajes del Fino Kanelita y Rumbita Moreno que, curiosamente, podrían funcionar como mundo aparte dentro de la novela, pero con los que, modestamente creo que alcancé la cima en cuanto a ternura se refiere. Finalmente, es inevitable citar a Lalo, el padrastro, cuyo influjo está tan presente en Héctor aunque precisamente él deteste reconocerlo.
- ¿Estás satisfecho de la obra, de los comentarios y opiniones que vas recibiendo?
-Mucho. Una vez más, el primer y principal bastión era mi padre. Si él daba el visto bueno, estaba en el buen camino, porque él no es de contemporizar si no le gusta algo. Y así fue. Mi primer objetivo era publicar, por el simple hecho de tener una obra, algo tuyo, publicado. Sé que suena muy egotista, pero así es. Por ejemplo, me he pasado décadas sin cumplir el sueño de publicar un disco, así que ahora, con mucho menor trasiego infraestructural, ya tengo un libro mío en la calle. El segundo objetivo era llegar a mi gente, a mis allegados. La respuesta ha sido abrumadora, eso sí, cabe contextualizar, estamos hablando de resultados en regional preferente, para hacernos una idea. Pero hay que hacerlo. Y se ha hecho. Sólo pido que las opiniones sean sinceras, incluso las negativas, siempre y cuando se hagan desde el respeto y la educación porque se aprende mucho, es un feedback necesario. Al respecto, he tenido mayoritariamente opiniones positivas si bien alguna en sentido contrario también. Concretamente uno de mis mejores amigos. No obstante, me tranquilizó el hecho de que la mayor parte de su crítica iba dirigida a la parte argumental, que confesaba le interesaba más bien poco. Me tranquilizó porque, obviamente, los intereses literarios de cada cual van por unos derroteros. Otro argumento puede ser que la obra en sí parece no tener precisamente eso, argumento, parece no ir a ninguna parte, algo que en mi opinión y pese a que no hay uno, sino dos epílogos, no tiene por qué ser una desventaja: al igual que hablábamos antes de los personajes redondos, me suelen gustar las historias abiertas, manifiestamente imperfectas en las que el lector ha de cubrir los huecos. Después de todo, la vida real no tiene un sentido per se, ¿no? En cualquier caso, lo que más me ha entusiasmado dentro de las críticas encomiásticas, ha sido que todo el mundo ha coincidido en un punto: la obra está bien escrita. Ese era un objetivo muy marcado. Me asustaba escribir algo mediocre y reconozco que en ocasiones el lenguaje se empina, toda vez que he intentado (y eso lo han sabido ver unos cuantos) combinar un registro más elevado con otro más coloquial, para mantener siempre la tensión. He intentado que el lenguaje más culto no sea inaccesible ni pase por pedante.
¿Es duro el mundo editorial ahora mismo?
- Duro no, durísimo. Yo tengo la suerte de tener mi propia profesión que me encanta y me da de comer. Si hubiera de subsistir en este ecosistema, puf, lo pasaría francamente mal. Yo estoy satisfecho porque en el ámbito en que me muevo, las cosas han funcionado, aunque debes dar mucho de ti, algo que suples con la ilusión del principiante, pero no es algo que a largo plazo desee. Digamos que ahora mi cometido, siguiendo con la analogía, es subir a tercera división. Para que eso suceda tiene que pasar algo, debes tener algún tipo de ayuda promocional, o un golpe de suerte, que es obviamente algo más aleatorio. Me puedo manejar algo, muy poquito, en lo primero, para muestra un botón. Es un privilegio que alguien se interese por mostrar a un espectro de público más amplio tu obra, como es el caso. En lo segundo… nadie tiene la llave y si salta la liebre, pues genial, claro; si todo el mundo supiera el secreto lo estaría explotando ya. Yo he cubierto las dos aspiraciones primeras que apuntaba: publicar y tener difusión y, por lo general, buenas críticas de mis allegados. En este siguiente paso me encuentro solo, es duro decirlo pero es así. Acabas dependiendo de amistades, contactos y, con un poco de suerte, contactos de contactos. El problema es que yo no soy nadie, no soy marca, y publico en Libros Indie, una editorial interesante, pero modesta. Su infraestructura no da para grandes alegrías promocionales. Me lo tengo que ir currando yo solito. Publicaciones constantes en RRSS, presentaciones, entrevistas en radio… ¿Que me gustaría que fuera de otro modo? Por supuesto; así y todo, no me quejo. Ya me gustaría que mi novela estuviera presente físicamente en todas las librerías; entiendo que no puede ser así porque volvemos a lo de antes: no soy marca ahora mismo. El problema es que es la pescadilla que se muerde la cola: si no hay apuesta clara por alguien (inversión en publicidad y distribución) es difícil que haya retorno. De ahí lo importante que es romper esta primera burbuja en la que ya he llegado prácticamente a mi tope e ir hacia la segunda.
- ¿Tienes pensado escribir otra novela?
- Así es. Como indicaba antes, va siendo hora de retomar aquella novela que empecé en paralelo y dejé provisionalmente arrumbada.
-¿Cuál es la música perfecta para escuchar mientras se lee la novela?
- La novela combina el erotismo, con el humor (tan necesario en estos tiempos de neopuritanismo gazmoño), el drama y la introspección psicológica. Para lo erótico, Marvin Gaye, Al Green o, uno de mis favoritos, Curtis Mayfield. Amén del soul, cierto funkie sudoroso y lúbrico como el de los Ohio Prayers le iría de perlas. Y tirando del hilo, a caballo entre eso y el humor, cómo no, el gran P-Funk Máster, George Clinton, y sus dos criaturas, Funkadelic y Parliament, con sus disparatadas creaciones y ese atrezzo imposible. La fanfarria y el vodevil irían muy bien para los pasajes más esperpénticos: ahí puedo escuchar ciertos temas de The Kinks, los primeros Flamin Groovies o el Tom Waits de la trilogía “Swordfishtrombones” / “Rain Dogs” / “Frank’s Wild Years”. Puedo ver alguna escena con el tema de la serie Benny Hill de fondo, aunque el tipo de humor de la obra no vaya en esa dirección. Si nos ponemos introspectivos, volvería a Waits, pero a su etapa más setentas, cuando cantaba con cierto forzado patetismo que “el piano es el que ha bebido, no yo”, si bien la obra no tiene un componente alcohólico. Jeff Buckley, Nick Drake o Nick Cave para las partes más sombrías, sin olvidar que, como buen argentino, Héctor debería canturrear temas de Sergio Makaroff, Los Rodríguez primero y Calamaro después. El caso es que Héctor ya tiene su propio tango y ahora su propia novela, claro. Y es curioso, porque a pesar de mi melomanía he intentado (conscientemente) huir de referencias musicales para sacarme de mi zona de confort. Bien pensado, creo que debería pensar un playlist para la novela ¡ya!
-Muchas gracias, Alex.
- Muchísimas gracias a ti, Joan, placer y privilegio juntos.
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