Historias de agosto
El último guardabosque (y II)
Pero lo peor estaba aún por venir, porque ahora lo que quieren es echar abajo la casa, derribarla. Para construir una cosa que le dicen centro de interpretación, así es como me han dicho que se va a llamar, aunque yo no sé lo que eso significa. Y antes me van a desalojar, la semana pasada recibí la orden, que la quemé nada más leerla.
Ayer a media tarde apareció la máquina. Oí el rugido, sordo por la distancia, antes de que llegara. Enorme, amarilla y relimpia por la lluvia, se plantó delante al otro lado del vallado como un monstruo salido de otro mundo.
Y ahí sigue, ahora que empieza a amanecer.
Pero lo que quería contar ahora antes de que se me borre de la cabeza es el sueño que he tenido esta noche en la duermevela, porque a eso se han reducido las horas que he estado en la cama, más pendiente de los ruidos en la calle que de otra cosa.
Yo estaba aquí dentro en la casa y oí de repente como un rumor sordo, parecido al de un trueno lejano. Una tormenta, pensé. Miré por la ventana, y nada. Pero el rumor iba creciendo y pronto se convirtió en alboroto. Y venía de la parte del monte. Conque ya me asomé y descubrí a qué se debía el tumulto.
Un rebaño de animales marchando en columnas no muy ordenadas como para un desfile: una loba con su manada, dos camadas de jabalíes, ciervos y corzos, liebres, zorros, tejones, gatos monteses… Llegaron y rodearon la casa en un apretado cordón.
Fue entonces cuando vi venir por el camino, porque las casas de la urbanización habían desaparecido como por ensalmo y todo volvía a ser como antes, a los árboles del monte.
Los robles y las encinas en primera línea, que empujaron sin contemplaciones a la máquina camino abajo hasta hacerla desaparecer.
Los pinos y los abedules, que se colocaron en los puntos estratégicos como si se aprestaran a defender la casa.
Los espinos y las zarzas, que se enroscaron en las estacas y tablones del vallado; los acebos, que afilaron las espinas de sus hojas; los avellanos, que estiraron sus varas en el jardín junto al tendedero…
Y arriba mientras tanto planeaban las águilas, y ensayaban acrobacias el azor y el gavilán, el milano y el halcón...
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