Opinión
Mbappé, Afganistán y la pierna de mi madre
Como uno conserva el alma de niño, para mí el verano coincide con las vacaciones de verano. El resto de la estación es, o bien su preludio, la época de calor asfixiante en la que aún trabajamos; o el posverano, un periplo transicional hacia temperaturas más templadas que ya anuncian el otoño.
En este verano han pasado muchas cosas de diversa trascendencia, pero similar repercusión, como la marcha de Messi o el golpe de Estado en Afganistán. Otras, de escaso recorrido, han sido vestidas –disfrazadas– de obras maestras del suspense para el lucimiento exclusivo de un vocero y su programa (el no fichaje de Mbappé por el Real Madrid); y otras, finalmente, han recibido menor eco que el que sus fans podíamos esperar (la muerte de Charlie Watts, batería y miembro fundador de los legendarios Rolling Stones). Y, en lo estrictamente personal, mi madre se rompió una pierna y ha estado fastidiada todo el mes.
Lo de Afganistán sí que es espantoso. Pero la indignación que sentimos por la grave supresión de derechos (ojo: de los nuestros, de los democráticos) que, presumiblemente, va a sufrir el pueblo afgano, durará lo que durará. Dentro de poco necesitaremos que llegue desde allí alguna fatal noticia aislada para que nos recuerde que seguimos indignados. Afganistán será un recuerdo, un Yemen, una Somalia o una Arabia Saudí más, lugares en los que sabemos que se cometen barbaridades, especialmente con las mujeres. Pero ya. Que es terrible, atroz, horroroso, sí. Pero ya. Nuestra exasperación quedará sofocada y sustituida por la que nos provocará la nueva noticia de la semana, la burrada de turno del Gobierno –del que sea– o la última ocurrencia de cualquiera de los provocadores de siempre, a la caza del titular que lo coloque en la palestra y alimente las tertulias políticas. Como la del ministro Castells y su Ley de Universidades, por ejemplo. Harto de encabezar los ranking nacionales de vagos y holgazanes, el caricaturesco mandatario ha surgido de las cenizas con una ley (ahora, anteproyecto) que ignora al Rey en la expedición de los títulos universitarios –provocación consumada– y, sobre todo, aniquila el principio de competencia en favor del de paridad sexual –exaltación de progresismo populista–. Cumple con todos los parámetros.
Lo de Afganistán continuará su curso, como lo de Arabia Saudí, Sierra Leona o Venezuela. Y mientras, nosotros a entretenernos con lo nuestro, con los nuevos juguetes que nos vayan llegando. Recordando, eso sí, de vez en cuando, que seguimos indignados y que aquello no se debe permitir.
Y mi madre, a recuperarse bien de la pierna.
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