Libros
Pedro Zarraluki: «La vida pasa muy rápido, pero mi escritura es muy lenta»
El escritor barcelonés, ganador del Premio Nadal en 2005, regresa a la narrativa con «La curva del olvido», un viaje de dos generaciones a la isla de Ibiza en el controvertido 1968
Hace siete años desde la publicación de la última obra del escritor barcelonés Pedro Zarraluki. Con el confinamiento, el autor de «Un encargo difícil» pudo trabajar en su nueva y esperada novela, «La curva del olvido», que acaba de publicar Destino, la historia de dos amigos, Vicente y Andrés, que se instalan en Ibiza en el verano de 1968 acompañados de sus hijas en un momento complicado de sus vidas.
¿Por qué ha esperado siete años para presentar una nueva novela?
Me gusta decir que la vida pasa muy rápido, pero mi escritura es muy lenta. Por un lado, los años pasan volando, pero por otro no me gusta escribir por obligación y teniendo que entregar cada dos o tres años un nuevo libro. Me aterroriza la idea de ponerme en marcha. Esta vez me costó, pero en cuanto la tuve los motores se pusieron en funcionamiento y finalmente me lancé a escribir.
¿Es verdad que el confinamiento le permitió trabajar en «La curva del olvido»?
Sí, trabajar en este libro fue una gran ayuda y un gran consuelo. Primero tienes una idea, luego piensas en el personaje y al final lo ubicas en un sitio. Le di varias vueltas y al final decidí situarlo en Ibiza en 1968 porque es un lugar y una época que conozco bien. Durante el confinamiento me he ido a Ibiza todos los días. Hay amigos escritores que han trabajo mucho y otros que se han bloqueado. Gracias a esto he podido sobrevivir mejor el estar encerrado..
Sitúa la novela en 1968, un año muy complicado con la guerra de Vietnam en uno de sus peores momentos, los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy. el mayo francés y la amenaza soviética sobre Checoslovaquia, además de la victoria de Richard Nixon. ¿Cómo recuerda ese 1968?
Era jovencito, pero siempre me ha parecido que esa primavera y ese verano fueron apasionantes. Pasaron muchas cosas y era muy difícil que pasaran más. Quería que en mis personajes, aún estando recluidos en una pequeña cala de una pequeña isla, resonara con fuerza un eco que era la historia del mundo que tenían a su alrededor. Uno de los protagonistas del libro, Vicente, hice que leyera cada día el periódico para que llegará lo que estaba pasando en el mundo hasta ese lugar olvidado y esa pequeña historia particular.
Es la España del franquismo.
En Ibiza había como una permisividad de la que no disfrutaba la península. Encontré mirando la hemeroteca una fotografía, no recuerdo si era el «Diario de Ibiza», en la que aparecía Brigitte Bardot en topless en una playa, algo que era como imposible en la España de la época, pero se daba en Ibiza. También estaban los «hippies» y muchos de ellos eran desertores de la guerra de Vietnam. Recuerdo las colas en correos de jovencitos melenudos para recibir lo que les llegaba de Estados Unidos. Fue un momento apasionante.
¿De cuál de los dos protagonistas del libro está más cerca: de Vicente o de Andrés?
(Risas) Creo que tengo lo peor de los dos. Uno es el que lo sabe todo, pero no sabe disfrutar de la vida. Por su parte, el otro le enseña al otro todo: que coche se tiene que comprar, que puro debe fumar, que vino debe beber. Uno tiene conocimiento y no sabe disfrutar, mientras que el otro sabe cómo disfrutar pero sin tener conocimientos. Esta combinación de los dos personajes me interesaba como también hice con sus hijas queriendo que ambas fueran diametralmente opuestas. Una es pragmática y extrovertida mientras que la otra es tímida, retraída, con un mundo interior muy potente, un poco mosquita muerta.
Los personajes se van complementando.
Sí. Los cuatro, las dos generaciones, se muestran con sus problemas, esperanzas, inquietudes y angustias. Esa era la idea que quería para la novela y cómo todo eso se interrelaciona.
Al escribir sobre la isla en 1968 durante la pandemia, ¿pensaba que «cualquier tiempo pasado fue mejor»?
Es que durante la pandemia era muy fácil pensar eso. Pero no, no soy nada nostálgico. No me gusta la añoranza de los tiempos pasados porque todos los tiempos tienen sus problemas. Yo, en aquella época, estaba del lado de las hijas de «La curva del olvido», porque era un jovencito que quería escribir, pero que no sabía qué diablos iba a hacer con su vida. Esa es la angustia que quería transmitir respecto a la juventud. Ahora estoy en el otro lado, con la mayor parte de mi vida a mis espaldas.
Se podría pensar que los jóvenes de ese momento lo tenían mejor que ahora.
Es un tema actual. En aquella época tenía un sueldo miserable, pero podía tener un piso enorme en el Eixample. El alquiler era fácil y accesible y ahora te tienes que dejar el sueldo. Antes lo que decidieras podías abordarlo, ahora no.
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