Día Internacional del Cáncer de Mama
La pandemia provoca que el diagnóstico inicial de pacientes de cáncer de mama con metástasis haya aumentado del 5% al 10%
Debido a la COVID-19 , en 2020, se visitaron en Vall d’Hebron 557 nuevas pacientes, lo que supone un 27% menos que en 2019
La COVID-19 puso en jaque nuestro sistema salud y, pese a que éste ha salvado con nota la situación, lo cierto es que la pandemia ha tenido un impacto considerable en todos los ámbitos sanitarios, incluido el oncológico, un área en la que el diagnóstico precoz de la enfermedad es clave.
En este sentido, es importante destacar que en cáncer de mama las cifras de mortalidad han descendido significativamente en los últimos años, no solo gracias a la mejora de los tratamientos, sino también por esa detección temprana de la enfermedad. De hecho, a día de hoy, en el 90% de los casos este tipo de tumor es curable, pero para ello imprescindible que se diagnostique de forma precoz.
Sin embargo, el colapso sanitario, las restricciones y las medidas de prevención para evitar la propagación del virus debido a la pandemia han supuesto inevitablemente un retraso en ese diagnóstico, con las consecuencias que ello puede acarrear en lo que se refiere a la evolución, pronóstico y tratamiento de las pacientes.
En este sentido, la doctora Cristina Saura, jefa del Grupo de Cáncer de Mama del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO) y jefa de la Unidad de Cáncer de Mama del Hospital Universitario Vall d’Hebron, señala que “en 2020 vistamos a 557 nuevas pacientes en el servicio de oncología, lo que supone un 27% menos que en 2019, y ello se tradujo especialmente en un disminución en el diagnóstico inicial de tumores, ya que durante unos meses el programa de screening estuvo cerrado y después de se inició parcialmente, se reinició al 50%, por lo que hubo un decalaje en las mamografías de screening”.
Existes otras dos circunstancias, al margen de la suspensión del programa de screening, que han contribuido a que, a día de hoy, los oncólogos estén viendo diagnósticos más avanzados. “Uno de ellos es el colapso de la Primaria, por el que ha habido pacientes que tenían síntomas que han tardado más en estudiarse por la dificultad de acceso a los médicos y a las pruebas”, comenta la doctora. El otro motivo, es que “ha habido pacientes que han tenido miedo a consultar por temor a un posible contagio de COVID-19″, añade.
En definitiva, la pandemia “ha supuesto diagnósticos más tardíos”. Hay que tener en cuenta que “en los países desarrollados, en los que hay programas de screening, el diagnóstico inicial en pacientes con metástasis es sobre el 5%”, sin embargo, el año pasado ese porcentaje aumentó hasta el 10%”, tal y como apunta la doctora Saura, quien además pone de relieve que “todavía a día de hoy estamos viendo esta tendencia”. “Es algo que vamos a arrastrar un tiempo”, añade.
Además, parte de esa disminución en el número de pacientes que acudieron a consulta el año pasado se explicaría también por una caída de las visitas para pedir una segunda opinión o valorar opciones dentro de ensayo clínico. Sin embargo y gracias al esfuerzo realizado por los profesionales de oncología y cirujanos, “se pudo mantener el tiempo que nos marcamos como objetivo para que las mujeres con cáncer de mama reciban su primer tratamiento desde que hay un diagnóstico, que es de 28 días, y éste se mantuvo invariable respecto a años anteriores, pese a todas las dificultades de la pandemia”, destaca Saura, como también se hizo lo propio con las terapias de aquellas pacientes en las que así estuviera indicado.
“Aunque en un primer momento era una gran incertidumbre el determinar si era mejor seguir con los tratamientos o suspenderlos temporalmente para no exponerlas a un contagio, por responsabilidad no hemos suspendido nunca nuestra actividad, aunque es cierto que se ha valorado caso a caso cuál era la mejor opción”, explica Saura para a continuación indicar que “en esos primeros momentos de mayor incertidumbre, nuestra tendencia fue continuar todos los tratamientos en el contexto de enfermedad curativa, como una mujer operada que está haciendo un tratamiento para prevenir una recaída, mientras que en pacientes metastásicas, que estaban más débiles y en las que no estaba tan claro el beneficio de mantener la terapia, fuimos valorando caso a caso”.
La pandemia no logró tampoco suspender la actividad de investigación y, aunque “durante la primera ola, se cerró casi la inclusión de pacientes en nuestros ensayos por parte de los promotores, sobre todo por el desconocimiento que había acerca de exponerles al virus al hacerles venir al hospital, posteriormente conseguimos recuperar nuestra actividad investigadora y al final pudimos incluir 157 pacientes en ensayos clínicos en 2020, lo que venía a representar el mismo porcentaje que en año anteriores: alrededor del 28% de las primeras visitas que vemos se acaban incluyendo en algún estudio de investigación, lo cual es muy importante ya que los ensayos son para esas pacientes una oportunidad de acceder a fármacos que aún no han sido aprobados”, explica la doctora.
Así pues, lo cierto es que el impacto de la pandemia fue y sigue siendo muy significativo en la que se refiere al ámbito del cáncer de mama, sin embargo, éste se ha podido suavizar gracias al sobreesfuerzo realizado por los profesionales sanitarios, quienes, “durante los peores meses de la pandemia, no solo hemos cuidado a nuestros pacientes de oncología en un contexto adverso, sino que también hemos tenido que reforzar en los hospitales todos los dispositivos COVID y hemos dado soporte al hospital en el cuidado de los pacientes de coronavirus”. En este sentido, “el 2020 fue una reinvención total del sistema”, asegura Saura
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