Opinión

Mi reconocimiento, presidente

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; y la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; y la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño.Eduardo ParraEuropa Press

«¿Va a sacar de la cárcel a 200 terroristas para que Bildu apoye los presupuestos?». Casado, infantil, quiso incomodar con esa pregunta al presidente Sánchez en la pasada sesión de control al Gobierno. La respuesta, claro, fue que no. Sin pestañear, sin inmutarse. Hasta se regodeó en el recochineo superlativizando su declaración: «No, rotundo», enfatizó. Un crac, todo un fenómeno. Yo, es que me lo imaginé con sus compis de bancada mientras escuchaba a Casado: «Esperad, esperad… ahora veréis…». Y luego, a todos juntos desternillándose a pie de barra en la cafetería del Congreso.

Y es que no damos a Sánchez el reconocimiento que merece. Es un auténtico fuera de serie y esto, de por sí, lo hace acreedor de un prestigio que no le deberíamos negar. Mintiendo ya ocupa posiciones de honor; pero no es único, hay más como él. Lo que le lleva al Olimpo, donde alcanza el pináculo dorado, es en cómo se la soplan las eventuales hemerotecas, por crueles e implacables que le pudieran resultar. De hecho, el otro día anduvo algo flojo para lo que él es capaz. Quizás no quiso pasarse en el lucimiento, porque, dando un paso más en el sarcasmo, podría haber soltado –perfectamente– que su «no» era tan rotundo «como los que dije en su día de no pactar con los independentistas o con el sr. Iglesias, señoría». Que va muy sobrado, de verdad, que tiene cuajo para eso y para más. Yo creo que su sistema circulatorio le lleva la sangre al cerebro sorteando magistralmente el paso por las mejillas para cortocircuitar cualquier asomo de sonrojo, incluso en situaciones en las que otro clamaría por desaparecer.

Otra master class la dio en una reciente entrevista que le hizo Ferreras. Vale que eso es como si el director de TV3 entrevista a Puigdemont, pero, aun así, disimulando los seguros acuerdos previos de no apretar más allá de lo inevitable, de meter sólo la puntita, se le conminó a que dijera si dio o no la orden (en su día) para que dejaran entrar en España al líder polisario Brahim Gali. «Esta cuestión está ‘sub iudice’ y comprenderás, Antonio, que prefiera esperar a que la respuesta se produzca en el ámbito que le corresponde, que es el judicial». ¡Tócate los cojones y baila! ¡Qué tablas! ¡Qué soltura! ¡Qué «savoir faire»! Y, el otro, sin repreguntar, claro…

Dirán que, como político es un ceporro, que de usted no podrían fiarse ni sus hijas… Lo que quieran. Pero, a desvergüenza, ininmutabilidad y arrestos, presidente, el puto amo: no le hace sombra nadie en el planeta. En eso, señor, maestro, mi mayor reconocimiento.