Medicina
La contaminación aumenta el riesgo de enfermar por COVID-19
Un estudio pone de evidencia que la exposición a contaminantes del aire está asociada a la severidad de la enfermedad, pero, por contra, no afecta a la probabilidad de infección
En estos últimos casi dos años de pandemia, se han llevado a cabo numerosas investigaciones destinadas a identificar los factores que influyen en que la enfermedad provocada por el SARS-CoV2 se desarrolle de forma más o menos severa tras la infección y, en este sentido, ya se conoce que la edad, la obesidad, ciertas patologías previas, riesgos genéticos...son mecanismos que subyacen a la gravedad de la COVID-19.
Pero además, ahora, un estudio coliderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona, centro impulsado por la Fundación ‘la Caixa’, y el proyecto GCAT Genomes for Life-Institiut d’Investigació Germans Trias i Pujol ha puesto de manifiesto que la exposición prolongada a la contaminación del aire se asocia también con un mayor riesgo de enfermar por COVID-19 entre quienes se infectan.
Estudios previos ya indicaban que aquellas zonas con mayores niveles de contaminación atmosférica registraban una mayor incidencia de casos y muertes por el coronavirus, aunque sin poder determinar aún si ello es debido a que esa contaminación aumenta la transmisión viral por vía aérea o porque ésta incrementa el riesgo de una persona a infectarse o enfermar por COVID-19.
Sin embargo, tal y como destaca Manolis Kogevinas, investigador de ISGlobal y primer autor del estudio, “existían muchas dudas sobre si esos trabajos eran válidos o no, puesto que la pandemia empezó en las grandes ciudades y es ahí además donde la contaminación ambiental es también más elevada, especialmente en los barrios más pobres, así que si no controlas bien estos factores, no puedes determinar con seguridad si la asociación que se encuentra entre contaminación atmosférica y COVID es simplemente estadística o es real”. Por ello, en este nuevo estudio, se “ha incluido a un total de 9.605 participantes, sobre los que hemos podido tener muy buena información real y, además, se ha hecho una evaluación extensa de los anticuerpos de más de 4.000 personas”, señala Kogevinas.
Así pues, esta investigación “es la primera en la que se realiza un cribaje masivo de anticuerpos anti-SARS-CoV-2 en una cohorte de personas adultas para examinar la asociación entre su exposición prolongada a la contaminación del aire antes de la pandemia, la infección por este virus y la enfermedad”, comenta Cathryn Tonne, coautora sénior del estudio. Y ello ha permitido “dar un paso adelante al confirmar sin duda que hay esta asociación entre la exposición crónica a contaminación atmosférica y la severidad de la enfermedad”, indica Kogevinas.
Y es que este estudio ha contado con la participación de 9.605 personas, de las cuales 481 eran ya casos confirmados. Paralelamente se tomaron muestras de 4.000 participantes, sintomáticos y asintomáticos, para realizar una evaluación extensa de sus anticuerpos, y eso es algo que el resto de estudios no tienen porque se basaron solo en casos confirmados. Al respecto, Kogenivas comenta que “sabemos que entre un 30% o 40% de las personas que se infectan no tiene síntomas, no tiene enfermedad clínicamente identificable; son personas que están infectadas, pero no han hecho COVID-19 y nosotros lo que hemos hecho ha sido valorar con un test inmunológico muy fiable a 4 mil personas”.
En este sentido, se midió la presencia y cantidad de anticuerpos IgM, IgA e IgG frente a cinco antígenos virales en todas estas muestras y estos datos se cruzaron con la información relativa a la exposición residencial de estas personas a contaminantes atmosféricos para concluir que “la contaminación atmosférica a largo plazo no aumenta la probabilidad de ser infectado, de estar en contacto con el virus, pero si te infectas, ésta aumenta la probabilidad de tener síntomas serios, hay más gravedad”, afirma el investigador.
Así pues, el estudio confirma que la “contaminación atmosférica afecta a la severidad de la COVID-19, algo que ya sabíamos para otras enfermedades del sistema respiratorio, como gripe o neumonía, y ese es otro argumento más en favor de reducir la contaminación atmosférica, así como también nos aporta nuevos datos a la hora de tratar de entender el motivo por el que algunas personas desarrollan síntomas y otras no”
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