Opinión

El mes de Marte

GRAF1574. BARCELONA, 06/03/2022.- Concentracion en apoyo a Ucrania, este domingo en la plaza Cataluña de Barcelona. EFE/Alejandro García
GRAF1574. BARCELONA, 06/03/2022.- Concentracion en apoyo a Ucrania, este domingo en la plaza Cataluña de Barcelona. EFE/Alejandro GarcíaALEJANDRO GARCÍAAgencia EFE

Después de que, haciendo honor a su alias, febrerillo el loco jugara a ser primavera para chinchar así a los negacionistas del cambio climático, viene marzo a marcear, que es lo suyo. Esto es, a revolver el tiempo (”Marzo engañador, un día malo y otro peor”; “Marzo marzuelo, un día malo y otro bueno”) y a descomponer y trastornar el mundo. Lo hizo ya hace dos años, en 2020, cuando nos trajo la pandemia global, y vuelve este a repetirlo con la guerra en Ucrania. Será a lo mejor que está marcado por la etimología que lleva a cuestas: martius, de donde viene su nombre castellano, era el mes que los romanos dedicaban al dios Marte, el dios de la guerra (y entre los hechos luctuosos acaecidos en este mes destaca en particular el asesinato de Julio César, en los idus –el día 15– de marzo del año 44 a. de C.).

Y lo mismo que en el marzo de 2020 no era posible hablar de otra cosa que no fuera la pandemia recién llegada, así también ahora es obligado el tema de la guerra. Una guerra que no ha saltado por una chispa ocasional o provocada, sino una guerra premeditada y fríamente calculada y proyectada con perversidad y alevosía.

Parecía inconcebible, en el siglo XXI y en el corazón de Europa, que los cañones y las bombas volvieran a sacudir el suelo y revivir el miedo de hace ochenta y tres años, vísperas de la Segunda Guerra Mundial (también la pandemia se adelantó en China y nos parecía imposible que fuera a llegar aquí). Cientos de miles de refugiados ucranianos ya, en poco más de una semana de guerra, que pueden llegar, según cálculos de la Unión Europea, a siete millones (¡y todavía por estos lares se han atrevido algunos a equiparar lo que pasa en Ucrania con lo del 1-O!). Las mismas estimaciones hablan de que 18 millones de ucranianos se verán directamente afectados por la guerra. Dieciocho millones de personas de todas las edades que no pueden salir libremente a la calle, ni acudir a sus ocupaciones diarias (mucho menos hacer planes: el futuro es un tiempo abolido), ni entretener las horas con otro pensamiento que no sea el modo de escapar a tanto horror y el deseo desesperado de encontrar alguna rendija que alumbre un rayo de esperanza.

Despertar y asomarse a la ventana a saludar el nuevo día; girar una llave y que mane el agua; pulsar un interruptor y que baje de arriba la luz; darle a un botón y que se atempere el frío; entrar en un café; sentarse en una plaza a tomar el sol; recogerse por la noche en casa y descansar en una cama bien mullida: los pequeños milagros nuestros de cada día que para millones de ucranianos han dejado de existir.

Marte era también para los antiguos romanos el dios de la fertilidad de los campos, de la vegetación y del ganado, por ser el tiempo en que la vida renacía de nuevo tras el largo paréntesis del invierno.

La primavera, que vino en 2020 sin que, por el confinamiento, pudiéramos salir a recibirla, se anuncia este año con los nubarrones más oscuros.