Exposición
Paseos por la Barcelona que ya no existe
Una exposición recoge numerosas fotografías, algunas de ellas inéditas, sobre el crecimiento de la ciudad en el siglo XIX
Decía Manuel Vázquez Montalbán, con su aguda observación e inteligencia, que no existía una Barcelona sino que había que hablar de Barcelonas. Evidentemente esas palabras se referían a la ciudad en la que vivía el padre de Pepe Carvalho y que puede también aplicarse a la actualidad. a la década de los 20 del siglo XXI. Sin embargo, a finales del XIX podemos hablar de una única Barcelona que trataba de crecer engullendo todas las localidades de sus alrededores hasta convertirse en la metrópolis que es hoy.
En estos días, una interesante exposición nos permite ver cómo sucedió todo eso, como Barcelona empezó a salirse de sus límites naturales para crecer a cualquier precio. Eso es lo que puede verse, hasta mediados de octubre, el Arxiu Fotogràfic de Barcelona dentro de la muestra «La ciudad ante la cámara. Imaginarios urbanos en el s.XIX» y que cuenta con el comisariado de la historiadora del arte Núria F. Rius.
Lo que se encontrará quien visite este espacio, una de las mejores herramientas con las que contamos para saber de nuestra historia visual barcelonesa, es con un centenar de imágenes procedentes de los fondos del mismo Arxiu. Todo ello tiene como punto de partida la revolución que vive la capital catalana y que curiosamente coincide en el tiempo con la llegada de la fotografía a las calles de Barcelona, en 1839. Esas primeras cámaras son las que recogen la transformación que viven numerosos barrios y de sus habitantes. Es lo que nos queda, en muchos casos, de la memoria olvidada de una ciudad que, en no pocas ocasiones, ha preferido ampliar sus límites sin importarle la conservación de las huellas de su historia.
Todo esto tiene como punto de partida el otoño de 1839 cuando un invento se da a conocer al público barcelonés. Es la fotografía de la que la Reial Acadèmia de Ciències Naturals i Arts organizó una demostración pública de su funcionamiento en el Pla de Palau. No fue una elección gratuita porque en aquellos tiempos se había convertido en una suerte de centro de la ciudad, en uno de los espacios favoritos de los barceloneses, además de punto de encuentro de viajeros que llegaba por mar o por tren ya que está a pocos metros tanto del Puerto como de la Estación de Francia.
En este sentido, fue el Puerto uno de los rincones más retratados por los primeros fotógrafos que aterrizan en Barcelona, pero también lo serán las Ramblas y la muralla. Gracias a este trabajo fotográfico podemos pasear por una Barcelona que ya no existe y que fue.
De esta manera, en la exposición nos podemos encontrar ante la fachada principal sin acabar de la Catedral, en aquellos momentos sin sus hoy características torres. Solamente un muro liso servía para dar la bienvenida a quien se acercaba a visitar el templo en el Barri Gòtic.
Igualmente la muestra nos permite conocer la evolución del derrocamiento de la muralla, un hecho que se llevó a cabo en dos fases, entre 1854 y la década de 1880. Es lo que Barcelona reclamaba para extenderse al ritmo de los tiempos que le estaban tocando vivir. Y estos ritmos son los de una revolución industrial, los de la construcción de varias fábricas y el impulso del tren de vapor. La fotografía sirvió para normalizar en publicaciones ilustradas lo que estaban suponiendo esos trabajos de ingeniería, en muchas ocasiones como acompañamiento a algunos de los primeros anuncios en la prensa.
El imparable nacimiento del Eixample es otro de los ejes más importantes del recorrido expositivo. De esta manera ser nos permite conocer cómo el Plan Cerdà se fue materializando. No fue hasta 1880 que el Eixample empieza a tener una entidad urbana destacada a la que los fotógrafos gusta retratar, incorporándose como tema a captar. Entre los tesoros que se ponen a disposición del visitante destaca, por ejemplo, una imagen de la construcción del edificio histórico de la Universidad. También tenemos la oportunidad de andar por un Paseo de Gràcia en el que los lujosos carruajes parecen dominar las principales vías, en contraste con las clases más humildes a las que no les queda más remedio que ir caminando.
También hubo una Barcelona festiva y que se convierte en escenario de algunas atracciones tan llamativas para el público del siglo XIX. Con la celebración de la Exposición Universal de 1888, la capital catalana vivió cambios y algunos acontecimientos entre lo lúdico y lo festivo, como fue la llegada del Globo captivo que, situado en el interior del recinto del Parc de la Ciutadella, permitía a los barceloneses tener una vista aérea de su ciudad. Era también el momento en el que se estaba construyendo, por ejemplo, el monumento a Colón.
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Pasividad ante la tragedia