Historia ignorada
Los amigos catalanes de Marilyn Monroe
Tanto Jean Leon como Salvador Dalí afirmaban saber algunos detalles de las últimas horas de la mítica actriz
Mañana se cumplirán sesenta años de una muerte que nos sigue obsesionando, de la que buscamos respuestas aunque es probable que las conozcamos desde hace tiempo. Es lo que ocurre cuando alguien tan joven muere de repente, en extrañas circunstancias. Por eso las teorías de la conspiración, en el caso de Marilyn Monroe, son tan sugestivas: nos dan una respuesta rebuscada porque no nos creemos que todo fuera tan sencillo, que ella muriera por una sobredosis accidental de barbitúricos en su domicilio de Los Ángeles. Todo esto ocurrió en algún momento –ni la hora se sabe con certeza– entre el 4 y el 5 de agosto de 1962.
Más o menos sabemos lo que sucedió en las horas antes a la muerte. Su último día está bien documentado, aunque no todo el mundo ha explicado lo que sabe. Hay testigos que prefirieron no decir ni una palabra. Uno de ellos era un catalán al que a principios de los 80, cuando el caso increíblemente iba a ser estudiado de nuevo por las autoridades de Los Ángeles, intentó entrevistar el periodista Anthony Summer. Se negó en redondo. No quiso darle ninguna explicación y que se sepa ningún otro biógrafo de la actriz intentó ponerse en contacto con él.
Lo que sí sabemos es que Marilyn llamó al restaurante de Jean Leon, cuyo verdadero nombre era Ceferino Carrión, natural de Barcelona y que logró convertirse en el propietario de uno de los locales de referencia para las estrellas del séptimo arte. Por su establecimiento pasaron los grandes mitos de la gran pantalla y unos cuantos se convirtieron en habituales, como Natalie Wood, Robert Wagner o Paul Newman.
Sí se sabe que Jean Leon fue personalmente a llevar a casa de Marilyn, en el barrio residencial de Brentwood. Le llevó comida italiana, la especialidad de su restaurante La Scala. De lo poco, poquísimo que quiso contar Ceferino, es decir Jean Leon, ha trascendido que cuando llegó a la casa, la actriz no estaba sola. Los teóricos de la conspiración han apuntado, sin pruebas, que Leon vio a Robert Kennedy que en aquel momento estaría rompiendo su relación con la actriz. Sin embargo, lo que es seguro es que el entonces fiscal general no estaba en Los Ángeles sino en San Francisco con su familia en el rancho de un amigo. La estancia está documentada fotográficamente. Si Jean Leon, que presumía de ser buen amigo de Marilyn Monroe, hubiera sido más claro probablemente no estaríamos todavía con una teoría absurda en la que se insinúa que la Casa Blanca, la CIA y la mafia, juntos o por separado, prepararon todo para que ella muriera como un supuesto suicidio.
Hubo otro catalán que también dijo saber algunas cosas de lo sucedido esa noche calurosa de agosto de 1962. Se trata de Salvador Dalí quien aseguró a su fisioterapeuta Joan Prat de los Mozos que sabía cosas. Todo eso lo recogió el especialista en un libro delicioso de memorias titulado «Calli i treballi. Recuperant Dalí». El artista, ya muy enfermo y viejo en el momento en el que tuvieron lugar esas conversaciones, rememoró que fue un buen amigo de Marilyn Monroe y que llegó a verse con la actriz el día antes de que ella muriera en extrañas circunstancias. Al pedirle más detalles de aquel encuentro, Prat de los Mozos no recibió ningún tipo de respuesta. Cabe decir que parece muy improbable que Dalí y Marilyn se vieran en ese momento, algo que no aparece documentado en ninguno de los estudios sobre los últimos momentos de la rubia platino.
Lo que sí parece más cierto es que el pintor y la actriz pudieron haber coincidido tiempo antes en Nueva York, donde el de Figueres tenía uno de sus principales centro de operaciones, concretamente en el hotel Saint Regis. Así se lo contó el padre de los relojes blandos a su modelo y compañera Amanda Lear, algo que esta última recoge en sus peculiares memorias «El Dalí de Amada». Allí pone en labios de Dalí: «¡Ah, yo conocí a Marilyn Monroe! Tenía algo de infantil en el rostro que resultaba muy seductor. Eso contrastaba con sus pechos bien redondos que enseñaba constante mente y que tanto gustaban a los norteamericanos. Hasta le preparé una cita en el Saint Regis para que conociera a [Luis Miguel] Dominguín. Pero la cosa falló. Ella no pudo asistir. Una lástima porque él estaba muy guapo vestido de torero».
Posteriormente, ya muerta Marilyn, Dalí la incorporó como uno de sus temas, convirtiéndola en la portada de la edición estadounidense de la revista «Vogue» que se encargó de diseñar en diciembre de 1971.
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