Historia

El extraño caso del muerto que ganó el Premio Planeta

La novela “La cárcel” se alzó con el codiciado galardón literario cuando su autor llevaba tiempo fallecido

Una imagen del galardón del Premio Planeta.
Una imagen del galardón del Premio Planeta.Alberto R. RoldánLa Razón

Esta semana es la de la quinielas, los rumores, algunos bulos interesados y la de todo tipo de especulaciones alrededor de uno de los galardones más codiciados de las letras, como es el Premio Planeta. Será el día 15, en la tradicional velada literaria que organiza el Grupo Planeta en Barcelona, cuando sepamos qué obra es la que será premiada con un millón de euros. Ese libro se sumará a una larga lista de autores, en la que encontramos desde dos Premios Nobel -Camilo José Cela y Mario Vargas Llosa- además a algunos de los escritores más importantes de todos los tiempos en lengua española. También hay, entre todo esto, un caso curioso: el del muerto que ganó el Planeta.

Nos tenemos que trasladar a 1972. Estamos en el Hotel Ritz de Barcelona donde se ha reunido el jurado del premio para escoger la obra ganadora. En esta ocasión lo forman Antonio Iglesias Laguna, Ricardo Fernández de la Reguera, Martín de Riquer, Carlos Pujol, José Manuel Lara Hernández y Manuel Lombardero, que actúa como secretario. En juego hay 1.100.000 pesetas, una muy generosa cifra para la época. El comedor del Ritz está repleto y los seiscientos invitados allí reunidos esperan ansiosos saber el nombre del ganador o ganadora.

Se empiezan a conocer noticias a medida que avanza la noche. La primera de ellas es que la autora cubana Hilda Perera era la finalista con “El sitio de nadie”, una obra muy crítica con el régimen de Fidel Castro. Tal y como se indicaba en la información dada por la editorial en 1972, la novela era “la dramática y conflictiva reacción de cuatro familias al régimen castrista. Más que hacer planteamientos ideológicos, plasma la vivencia apasionada de seres fatalmente compelidos a diseñar y escoger su destino, en un mundo donde hacen crisis los moldes y estructuras seculares. La toma de posición –disyuntiva ineludible– penetra cada vida y precipita el estallido de conflictos psicológicos, muchas veces subyacentes”.

Pero ¿y el ganador? Cuando el editor José Manuel Lara Hernández anunció la obra premiada, la sorpresa fue mayúscula. Al abrirse la plica se supo que “La cárcel” de Jesús Zárate se había alzado con el Premio Planeta. Pero el escritor no estaba entre los invitados en el Hotel Ritz esa noche. Había fallecido víctima de un cáncer en Bogotá en 1968. Las crónicas de la época discrepan: unas dicen que fue un amigo llamado Gonzalo Gutiérrez quien presentó el manuscrito al Planeta, mientras que otras apuntan a que fueron los hijos del escritor.

Pese a ser diplomático y abogado de profesión, a Zárate lo que le interesaba era la literatura. Antes de “La cárcel” había dado a imprenta cuatro volúmenes de cuentos -“No todo es así”, “El viento en el rostro”, “El día de mi muerte” y “Un zapato en el jardín”-, a los que le seguiría una novela que vio la luz en 1973 titulada “El cartero”.

En un primer momento se llegó a sospechar que “La cárcel” era un relato autobiográfico, pero en aquella velada, vía telefónica, Alicia Rey, la viuda de Zárate, se encargó de subrayar que su marido nunca había estado entre rejas. Su último año de vida, recordaba al jurado del premio tras conocerse el fallo, lo dedicó el escritor a tener concluida su segunda novela. Presentada bajo el seudónimo de Pablo Lepanto, “La cárcel” había intentado encontrar un editor en Colombia, aunque sin suerte, especialmente por su mirada crítica a la dictadura de Rojas Zorrilla. Según la información facilitada por Planeta en 1972, aquel manuscrito “transcurre íntegramente en una cárcel colombiana, en la que el protagonista, Antonio Castán, se encuentra acusado de un crimen que no ha cometido. Para ocupar su tiempo empieza a llevar un diario en el que describe a sus compañeros de celda, Míster Alba, un gentleman aventurero, ingenioso y mentiroso, Braulio, un bígamo sentimental, y David Fresno, estudiante bohemio falsificador de cheques. Los cuatro conversan, con un gran derroche de divertidas e inteligentes paradojas, sobre la libertad y el encarcelamiento, la inocencia y la culpabilidad, mientras el relato toma un rumbo inesperado con el estallido de un motín y el asesinato a sangre fría del director de la prisión, el sádico Leloya”.

Cabe decir que la novela se vendió muy bien y estuvo en la lista de los más vendidos inmediatamente después de su llegada a las librerías. Sin embargo, la editorial decidió cambiar las bases del premio tras ganarlo Zárate. Desde ese momento solamente pueden presentarse autores vivos al Planeta.