Exposición

El arte de los años 20 fue una fiesta

Una exposición en la Galeria Marc Domènech recoge obras maestras de Torres-García, Max Jacob o Manolo Hugué, entre otros

«Les Sages sensuelles», una excepcional tela de Mariano Andreu
«Les Sages sensuelles», una excepcional tela de Mariano AndreuGaleria Marc Domènech

Imaginemos por un momento que tenemos la posibilidad de crear un museo ideal. Olvidemos que pueda ser un centro que tenga colas. No, no es necesario tener al «Guernica» en una sala para atraer al público. Basta con mostrar piezas buenas, con un nivel importante y que nos ayuden a explicar una historia, en este caso la del arte de los años 20, ya sea en Barcelona como en París. Eso es lo que encontramos en una exposición fascinante, con una selección de 25 piezas y que puede verse estos días en la Galeria Marc Domènech de la capital catalana.

Como si se tratara del museo perfecto, en esta galería se recogen obras realizadas entre 1918 y 1930 por artistas tanto nacionales como internacionales como Mariano Andreu, María Blanchard, Francisco Bores, Pere Créixams, Rafael Durancamps, Julio González, Manolo Hugué, Max Jacob, Le Corbusier, Jacques Lipchitz, André Masson, Joan Miró, Amédée Ozenfant, Pere Pruna, Josep Togores y Torres-García. Todas ellas nos demuestran que hubo un momento que a través del lienzo o de la piedra –porque también tenemos la posibilidad de encontrar esculturas– se podían decir cosas nuevas e, incluso, romper con lo que ya establecido desde una perspectiva puramente académica.

Todo ello toma como referencia una revista que fue fundamental para este periodo y que se llamaba «L’Esprit nouveau», teniendo a Paul Dermée, Le Corbusier, Pierre Jeanneret y Amédée Ozenfant como sus principales firmas teóricas y artísticas. Entre las principales teorías de aquella publicación destacaba el hecho de resaltar lo geométrico como un concepto que impregnaba la mayoría de aspectos de la vida. Esa afirmación se tradujo en muchos artistas que ya se sentían fascinados por lo que habían hecho los cubistas unos años antes creando una tendencia irrepetible.

Alguien que fue un testigo privilegiado de todo ese movimiento fue un poeta que también trató de demostrar su talento como dibujante. Se llamaba Max Jacob y fue una de las principales influencias teóricas de un joven Picasso en cuanto puso sus pies por primera vez en el más bohemio París. De Jacob se presenta una composición que nos muestra una escena cotidiana en Douarnenez, la localidad en la que el escritor y artista pasó sus vacaciones durante dos años seguidos.

El Mediterráneo es el que se apodera de una pintura de Joaquín Torres-García y que nos lleva hasta la costa de Cagnes-sur-Mer. Este paisaje nos lleva hasta el momento en el que el artista, pese a que no olvidaba una Cataluña que no lo había tratado como se merecía, ya estaba en contacto con la vanguardia artística parisina. Lo geométrico se apoderaba de la pintura de Torres-García, como avala esta composición.

Mariano Andreu es una de esas firmas que han quedado de alguna manera desdibujadas por el peso contundente de otras. Sin embargo, en esta exposición se cuenta con una gran pintura excepcional que fácilmente debería estar presidiendo una sala de un museo. «Les Sages Sensuelles» nos invita viajar a lo más parecido a un mundo ideal, el de la Arcadia. Tras verla en el Salón de Otoño de 1923, Eugeni d’Ors, alguien de un paladar artístico tan exigente, escribió que «os digo que, si todos los pintores fueran como vos, en cuanto a comprensión y finura aguda en el gusto, las horas de un nuevo Renacimiento estarían próximas».

No todo es pintura en Marc Domènech porque también tenemos muestras de algunos dibujantes de primer orden. Vale la pena señalar como ejemplo, una composición cubista de María Blanchard, una de las pocas mujeres que pudieron hacerse un hueco en ese mundo de hombres que fue el de los años veinte. Blanchard, con quien Lorca se sentía identificado como escribió en la elegía que le dedicó, surge aquí con su talento con el lápiz, constructora de esas formas que reivindicaba sin tapujos «L’Esprit nouveau».

Aparentemente sencillo en su ejecución, pero de una gran fuerza en su mensaje, es un carboncillo de André Masson, un pintor al que ha dedicado una gran labor de divulgación la Galeria Marc Domènech. En esta ocasión nos muestra Masson a un hombre del campo en descanso.