
Opinión
Cuando el año acababa el 26 de diciembre
Y los cinco días restantes, hasta el 31, no formaban parte de ningún mes

Consigna Joan Amades, etnólogo y folclorista de formación autodidacta, autor del renombrado Costumari català, libro de referencia para los interesados en el conocimiento de la cultura popular catalana, que, en el cómputo antiguo del calendario, el año terminaba el 26 de diciembre, y los cinco días restantes, hasta el 31, no formaban parte de ningún mes. Cinco días que sobraban. ¿Qué hacer con ellos entonces? Muy sencillo: como estaban de más, la gente se entregaba al jolgorio y la alegría. Una muestra bien clara de ello, y que pervive aún, es la fiesta de los Santos Inocentes del día 28, con las bromas y chascos que se dan a familiares, amigos y conocidos. Claro que también había quien pensaba que durante esos cinco días sobrantes, y debido al desenfreno general, campaban a sus anchas los espíritus maléficos y sobrevenían por ello desgracias y calamidades.
El 27 de diciembre la liturgia católica celebraba –y celebra– la festividad de san Juan Evangelista, el más joven de los doce apóstoles de Jesucristo (al otro san Juan, san Juan Bautista, el profeta que, según la Biblia, anunció y bautizó a Jesús, se le honra el 24 de junio, coincidiendo con el solsticio de verano), motivo por el cual en algunas poblaciones catalanas plantaban un pino en medio de la plaza y a su alrededor encendían una hoguera. Los vecinos se reunían allí para comer piñas en alegre camaradería. En el Vallès, también el día 27, el campanero volteaba las campanas y se formaba una comitiva que, presidida por el limosnero, se encargaba de "embarrar", esto es, de pasear a determinadas personas por la calle atadas a una silla. En algunos lugares se "embarraba" a los novios que habían roto con su prometida, y la única manera de librarse era que aquellos pagaran una cantidad, la que esta pidiera. En recuerdo de esta tradición se conoció durante un tiempo el día 27 como "san Juan de la barra". Esta costumbre, similar a otras del ciclo de los Santos Inocentes, se ha relacionado asimismo con el antiguo sistema comercial, de acuerdo con el cual los créditos a plazo vencían por san Juan y Navidad, y el que no pagaba las deudas se exponía a la vergüenza pública de ser "embarrado" y paseado por las calles.
Si volviera a regir hoy el antiguo calendario, ¿qué haríamos con esos cinco días sobrantes? Menos quedarnos en casa, aunque sea ociosos y disfrutando del simple vivir sin hacer nada, cualquier cosa. Pero los más seguro es que saldríamos todos en desbandada por tierra, mar y aire para dejar atrás el estrés, para evadirnos, para cambiar de aires, para escapar, para olvidar, para ponernos las pilas… Como si la casa fuera un encierro, y la vida cotidiana una tortura, y el trabajo una maldición, y la ciudad en que vivimos no tuviera nada que enseñarnos.
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