Entrevista
David Madí: «Atacar a Jordi Pujol es una decisión muy madrileña»
Uno de los testigos de excepción del proceso independentista explica sus vivencias en lo que califica como una novela de no ficción
Es uno de los testigos directos de todo los relacionado con el llamado «procés». A diferencia de otros protagonistas de aquellos días alrededor de la fallida declaración de independencia realizada por el entonces presidente de la Generalitat Carles Puigdemont. Lo que vivió esos días y muchos meses antes es lo que encontramos en las páginas de «Merecer la victoria», una novela de no ficción publicada en castellano por destino y en catalán por Columna. El autor habló con este diario en la siguiente entrevista.
¿Por qué ha tardado tanto en publicar su relato?
Este libro nació hace un año. En aquel momento intuyo que el escenario que iba a provocarse es el que ahora se produce. También creo que el soberanismo debería entrar en catarsis y en reflexión. Cuando pacto con la editorial les digo que salga después de unas elecciones catalanas.
Este libro aparece después de la ley de amnistía. ¿Lo habría escrito de esta manera con la ley aprobada?
Este libro está escrito bajo una libertad responsable. Tal vez en el futuro admitirá una versión que podríamos llamar «director’s cut».
Se suele decir que para que un «biopic» funcione, los malos deben estar a la altura. ¿En esta historia pasó así?
No sé muy bien quiénes son los malos. Intento explicar en este no maniqueísmo como cosas que son vistas muy peyorativamente, en el otro lado son vistas con satisfacción. Es algo que forma parte de lo que forma parte de todas las crisis. Creo que los relatos acaban muy mayoritariamente en un maniqueísmo simplón, así que lo que intento es explicar la complejidad de todo esto: la complejidad política, la del factor humano, la de las relaciones... Todo. He intentado que saliera en este relato. No me interesa tanto el relato mecánico.
En el libro se hace evidente una falta de unidad, algo que se acentúa en Oriol Junqueras.
Eso que es una evidencia porque hechos muy conocidos para todos. Intento explicar que la posición de Junqueras tiene una razón estratégica y política, aunque pueda pensar que es acertada o errónea. Él piensa que puede hacer una estrategia que coja la hegemonía de izquierdas y la hegemonía nacionalista. Para hacer esto recibe, tras el hundimiento del tripartito, una parte del PSC que se le incorpora a filas, con personajes como Oriol Maragall, Toni Comín, Joan Ignasi Elena... Personajes que le dicen «te haremos el gran partido de la izquierda catalana, pero no puedes ir con Covergència para hacer esto». Así que esto tiene una lógica e intento explicarla al igual que las causas.
¿Tenía lógica el comportamiento de la CUP? No sale muy bien parada en el libro, a excepción de Antonio Baños.
La CUP es de lo más corrosivo que hay en el mundo soberanista. No es un partido soberanista, algo que es un error de percepción. Por mi vocación intelectual liberal he estudiado en muchas épocas de mi vida los partidos comunistas y sus derivas totalitaristas con una gama infinita de colores. La CUP es una especie muy singular. Hay un libro sensacional, el de Markus Wolf, «El hombre sin rostro», en el que explica cómo llega un momento en el que comunismo acaba siendo putrefacto, es un producto difícil de vender y cómo crean nuevos partidos comunistas que no se llaman comunistas con nuevas causas porque la mercancía principal es difícil de vender. La CUP es como una sexta derivada de esto, guiada por un cosa que se llama el comité invisible que es un grupo de intelectuales franceses y alemanes, muy minoritarios que teorizan la revolución del siglo XXI. Es una teoría de la revolución a través de la desestabilización. Eso hace que sea un elemento ingestionable para nadie.
¿Se imaginaba el papel que tendría el Estado?
No soy un ingenuo, por lo que no me sorprendió. Hay en esto una lógica que intento explicar en el libro. El papel del Estado con el PP con mayoría absoluta viene marcado con el final de ETA. Era una organización terrorista, pero la lucha contra ETA también era una industria. Cuando se acaba esta industria se necesita una nueva causa y es Cataluña. La relación Cataluña-España fluctúa en el hecho de que Cataluña nunca es lo suficientemente fuerte para independizarse y España no es lo suficientemente fuerte para asimilarla dentro de la unidad nacional. Aquí hay una decisión que conlleva la guerra sucia y a mucha gente le pareció bien, como los GAL.
¿No es exagerado comparar en el libro los GAL con el caso Pujol?
Cuando esto empieza la pieza principal es Convergència porque es el partido de las clases medias. Es el enemigo número uno. Para eso hay que atacar a Pujol, algo que es muy evidente y está reconocido en conversaciones. Es una decisión muy madrileña con un grave error de percepción. No era Pujol quien movía esto. Estábamos con una nueva generación, pero desde el punto de vista de jerarquía de Madrid Pujol era el virrey y Pujol era a quien se tenía que destruir. No había una vocación de limpieza del sistema sino de derrumbe político. Por otro lado, una verdad que sabíamos todos es que la democracia reposaba en una bolsa de financiación ilegal.
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