Independentismo

La Diada, un termómetro para la investidura de Sánchez

ERC y Junts llegan divididos y en plena pugna por encabezar las exigencias. La ANC rechaza de plano cualquier pacto y exige la vía unilateral

La Diada independentista llega en plenas negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez, con la gobernabilidad del Estado en manos de Junts y ERC y el foco puesto en Carles Puigdemont. Sin embargo, a este endiablado tablero todavía hay que añadirle dos piezas más, dos pesos que podrían hacer decantar la balanza: la enfurecida competencia entre republicanos y posconvergentes por arrogarse la mayor cantidad posible de cesiones del PSOE –con la amnistía en el centro– y la respuesta de las entidades independentistas en la calle.

Siempre ruidosa, la ANC –otrora motor del «procés» y muy cercana a Puigdemont– rechaza de plano cualquier tipo de acuerdo con el PSOE y exige otro embate contra el Estado. Es decir, sigue la senda de la vía unilateral y apuesta por la confrontación directa. «Estos últimos años nos han intentado vencer y desmovilizar. Pactar con quien nos reprime y nos espía no puede ser el camino», señala la entidad, que incluso ha exigido reactivar la declaración unilateral de independencia el día después de una eventual amnistía. «Exigimos a los partidos independentistas con representación en España, Junts y ERC, que se pongan de acuerdo, no para votar a presidentes españoles del Estado represor», sino para «hacer efectiva la independencia».

Mensajes directos a las dos fuerzas mayoritarias del independentismo, a ERC y a Junts, que la ANC repite tras las elecciones del 23J. De hecho, si en 2022 los republicanos estuvieron en el centro de todas las críticas por sus pactos con el gobierno de Sánchez hasta tal punto de ausentarse por primera vez de la movilización, este año los posconvergentes podrán comprobar «in situ» la reacción del sector más radical ante sus nuevos postulados. Junts ha entrado en el ruedo de la negociación y las bases más beligerantes examinarán hoy su apuesta.

Un cambio de guion comandado por el mismo expresidente de la Generalitat sabedor de que tiene la llave de la gobernabilidad. Negociador plenipotenciario del partido, Puigdemont busca ser el interlocutor con el PSOE y «el gran conseguidor» para el electorado independentista acérrimo. El dirigente, alérgico a cualquier atisbo de crítica del sector más radical que siempre le ha apoyado, mantiene exigencias de máximos y apelaciones constantes a la «confrontación inteligente». En este sentido y tras una semana de alto voltaje, la Diada servirá para comprobar cómo han digerido estas bases las condiciones impuestas por el expresidente –amnistía por adelantado y un mediador para negociar un referéndum–, y la fotografía con la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, en el Parlamento Europeo. Un auténtico termómetro para la investidura con Puigdemont en el centro.

Esta semana, la propia presidenta de la ANC, Dolors Feliu, presenció la conferencia del posconvergente desde la sala del Hotel Thon de Bruselas. Eso sí y a diferencia de los dirigentes de Junts, ERC y la CUP, y del presidente de Òmnium, todos colocados en primera fila, la responsable de la ANC decidió situarse varios asientos atrás y siguió sus palabras con rostro serio, moviendo la cabeza de un lado a otro en varias ocasiones.

En este sentido y con la vista puesta en el sector más radical del independentismo, Puigdemont quiso dejar claro en la conferencia de Bruselas que Junts «mantiene la legitimidad del 1-O» y que «no ha renunciado ni renunciará a la unilateralidad como recurso legítimo para hacer valer sus derechos», algo que el partido reafirmó ayer en su manifiesto difundido para la Diada. Un mensaje claro y diáfano que busca desmarcarse también de ERC y de su gran rival, Oriol Junqueras, quien renunció explícita y públicamente a la vía unilateral en vísperas de los indultos del Gobierno de Sánchez.

Y aquí radica otra de las claves de la Diada de este año: republicanos y posconvergentes vuelven a llegar distanciados pese a atesorar la llave de la gobernabilidad del Estado. Ambos partidos han sido incapaces de articular un frente común para negociar con el PSOE y Sumar, y sus estrategias son tan dispares que consisten en elevar el tono y subir el precio a Sánchez para marcar de cerca a su rival independentista. Si Puigdemont subraya una y otra vez sus líneas rojas y no renuncia a la unilateralidad, Esquerra defiende que el debate sobre la amnistía no sería posible si no hubiesen logrado la mesa de diálogo, los indultos o la reforma del Código Penal atada con el PSOE. Y a esta exigencia los republicanos añaden ahora un referéndum que catalogan de «inevitable».

Por su fuera poco, hoy Esquerra –con Oriol Junqueras y Pere Aragonès a la cabeza– vuelve a la manifestación independentista de la ANC tras su sonada ausencia del año pasado para reivindicar el trabajo y las contrapartidas logradas por el partido en los últimos cuatro años frente a Junts.

Un cisma entre las dos formaciones que las bases del «procés» ya han censurado en más de una ocasión y que ha derivado en una evidente desmovilización del independentismo tanto en la calle como en las urnas. La prueba del algodón ha sido el ciclo electoral de este 2023: ERC se hundió en las municipales –perdió más de 300.000 votos– y se dejó la mitad de sus escaños y papeletas en las generales, mientras que Junts cayó menos, pero también cayó. Y ambos partidos cosecharon el peor resultado para el independentismo desde que empezó el «procés» en la Cámara Baja pese a mantener la llave de la gobernabilidad.

Sobre el debate estrictamente territorial que Junts y ERC exigen poner en la mesa de negociación con la autodeterminación, los últimos sondeos de la Generalitat muestran que los catalanes rechazan de plano la independencia con los resultados más claros de la década. El «no», con un 52%, se impone al «sí», que se queda en el 42%. Diez puntos de diferencia con una tendencia clara: el rechazo a la secesión ha superado al independentismo en todas las encuestas del CEO desde el convulso 2017. Además, la vía unilateral que mantienen la ANC y el propio Puigdemont es completamente residual: según la encuesta del Govern, solo el 11% de catalanes la respalda. «Retroceso» y «hartazgo» son los adjetivos que hoy en día genera el «procés», según otro sondeo de la Diputación de Barcelona y la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

Esta desmovilización ya se evidenció el año pasado en la Diada con menos afluencia de la década: la marcha de la ANC congregó a 150.000 asistentes, menos de una décima parte que en 2012. Y solo 42.000 más que en 2021, todavía con fuertes limitaciones de movilidad por el coronavirus.

También ha pinchazo la ANC en las últimas convocatorias que ha organizado este año: pese al ruido del boicot a la cumbre hispanofrancesa de Barcelona, la protesta independentista apenas concentró a 6.500 personas