Memoria literaria

La historia oculta tras un dibujo de Lorca aparecido en Sarrià

Una dedicatoria del poeta granadino aporta nueva información sobre su amistad con Luis Hurtado Álvarez, secretario de Jacinto Benavente

Federico García Lorca
Federico García LorcaEduardo Blanco Amor

El 15 de agosto de 1933 Justino Fernández y Edmundo O’Gorman, en México, imprimían un volumen de pocas páginas del que solamente realizaron una edición de medio centenar de ejemplares. En aquel libro, Federico García Lorca daba a conocer uno de los poemas que formaban parte de su entonces inédito «Poeta en Nueva York». Era la célebre «Oda a Walt Whitman» donde Lorca, además de homenajear al autor estadounidense, se refería a su personal manera de entender el amor, reivindicando que «puede el hombre, si quiere, conducir su deseo/ por vena de coral o celeste desnudo» y asegurando que no estaba en contra de «los hombres de mirada verde/ que aman al hombre y queman sus labios en silencio». El granadino se cuidó de que esos versos solamente llegaran a sus más íntimos, a los que no se escandalizarían y entenderían su obra. Uno de esos receptores fue Luis Hurtado Álvarez. En la colección López-Triquell, en el barcelonés barrio de Sarrià, se conserva aquel ejemplar en el que Lorca estampó ese «recuerdo cariñoso» para Hurtado, además de dibujar su personal retrato del autor de «Hojas de hierba».

El libro dedicado por Lorca a Hurtado
El libro dedicado por Lorca a HurtadoColección Lopez-Triquell.

El 23 de julio de 2017, en este mismo diario, el autor de estas líneas daba algunas primeras informaciones sobre quien, además de amigo de Lorca, fue secretario personal del dramaturgo y Premio Nobel Jacinto Benavente. En aquel reportaje se indicaba, gracias a los datos proporcionados por las sobrinas de Luis Hurtado, que este coincidía con Lorca y Benavente en un local llamado Los Italianos, pero no se pudo concretar más. Gracias a la búsqueda realizada por el dramaturgo y lorquista Alberto Conejero ahora sabemos que en realidad aquel establecimiento era el Buffet Italiano, ubicado en el número 37 de la Carrera de San Jerónimo, en Madrid. Aquel elegante bar, especializados en cócteles, café y chocolate. además de contar con numerosos productos importados de Italia, permanecía abierto hasta la una de la madrugada. Reivindicado por Gómez de la Serna, el establecimiento, como aseguraron Teresa y Fernanda Hurtado, las sobrinas de Hurtado en 2017, era un punto de encuentro para homosexuales durante los años republicanos.

Cartas de un admirador

Ahora también podemos saber que el contenido apasionado de las dos misivas que Luis Hurtado Álvarez, por aquel entonces un joven estudiante de Derecho y Filosofía, envió al poeta granadino. Conservadas entre los papeles personales de autor de «Bodas de sangre» en el centro que lleva su nombre en Granada, estas misivas nos ayudan a saber un poco más del carácter apasionado de aquel muchacho. Están escritas por un admirador, un entusiasta que no duda en querer ser amigo de aquel a quien lee y a quien sigue en sus estrenos teatrales.

Hurtado había querido mostrar su más entregado apoyo al autor del «Romancero gitano» porque le había dolido especialmente la dureza con la que algunos medios, sobre todo «Informaciones», habían atacado el último estreno en aquel momento de Lorca. «Yerma», de la mano de la compañía de Margarita Xirgu, había levantado el telón el 29 de diciembre de 1934 en el Teatro Español de Madrid. Luis Hurtado escribió en referencia a un artículo aparecido en el diario financiado por el empresario Juan March –posteriormente mecenas generoso del golpe de Estado de 1936– y dirigido por Juan Pujol. En él se decía de «Yerma»que «la comedia es francamente mala... No cabe nada más soez, grosero y bajo en el lenguaje que el señor García Lorca emplea; se ha contaminado el poeta y ha enfangado su pluma». El crítico José de la Cueva incluso se refería en elogios ante la parte del auditorio que había protestado la noche del estreno: «Algunos espectadores sintieron sublevado su buen gusto y exteriorizaron su protesta».

En «Informaciones» también hubo otra reseña negativa, esta anónima y con el título de «Reflejo en el Agua». Por desgracia no se ha podido localizar copia de aquel texto, pero por la carta enviada a Lorca sabemos que Hurtado apuntaba que «no trato de enjuiciar el papel de la crítica., ¡pobre de mi!, muy pocos han sido, sin embargo, que han expresado con toda sinceridad lo que sentían, lo que habían visto; los demás han cumplido con su... deber, el que les impone la empresa del periódico y el colorido... moral de sus lectores». Llegados a este punto, Hurtado decía en su carta que «el autor de aquel “Reflejo”, que dicho sea de paso, se escuda tras el anónimo destila no solo envidia, que bien puede perdonársele, pensando que será un pobre “ratée”, sino, además, mal gusto, muy mal gusto, que en Arte es imperdonable, porque el Arte es apolítico, amoral y asexual, por lo mismo que puede hablar con toda libertad , sin prejuicios, de la Moral, del Sexo».

Continua reflexionando Hurtado añadiendo que el responsable de ese «Reflejo» , «entre otras canalladas, entre otras canalladas indecentes que indignan y sublevan, que la obra cae dentro del Código Penal, que ninguna mujer decente debe presenciar la obra, que el fiscal debe intervenir... No sabía que es para una mujer estéril el ansia, el deseo de ser madre pueda caer como un delito dentro del Código Penal».

No deja de ser interesante que Hurtado acuda a Jacinto Benavente, con quien le unió una extensa amistad hasta el punto de ser poco después su secretario personal. «Dice el maestro Benavente, en cualquiera de sus geniales obras: “No se murmura de lo que se sabe; se murmura de lo que se piensa. Cuando alguien, solo por suposiciones, afirma algo malo de nosotros, es porque tiene la conciencia de que puesto en el mismo caso, en él sería verdad lo que en nosotros lo que en nosotros es apasionante”». Luis Hurtado concluía diciendo: «Federico García Lorca: todo tu perdón y todo tu desprecio para los calumniadores de oficio».

Junto a esta misiva existe otra mecanografiada en la que Hurtado le pide una dedicatorias para él y para una amiga. Por la carta sabemos que ese admirador es también ahora un amigo que trata de ponerse en contacto con el granadino. «Te he llamado un par de veces y estabas dormido. ¿Que por qué no he vuelto a llamarte? Voy a tratar de explicártelo. Por mis aficiones poéticas, por mi carácter, por no ser ni pertenecer a ningún rebaño sino ser solo yo, individuo, etc., no soy más que un muchacho igual a los demás y, al mismo tiempo, distinto a ellos y al cual no hay por qué hacer caso. Tú, en cambio, no sé por qué, me has concedido desde el primer momento demasiada importancia».

Luis Hurtado Álvarez no puede evitar ser sincero con Lorca. Por eso, le expresa lo que siente tras poder conversar con él, algo que probablemente emocionaría al poeta: «Después de haber estado contigo cinco, diez minutos por y en la verdadera POESÍA, encontrarse luego de pronto en la realidad, en el ambiente de uno, es un choque tan grandes, tan espantoso que no hay nervios, no corazón, ni alma que lo resistan. Así soy yo. Perdona esta explicación. Amigos como tú no se encuentran a cada paso y como no nos vemos por ningún sitio, pues no salgo de casa».

►El nombre de Luis Hurtado Álvarez es prácticamente inexistente en la bibliografía lorquiana. Una excepción es «La verdad ignorada», el ensayo de Emilio Peral Vega sobre el homoerotismo masculino y la literatura en España entre 1890 y 1936. Igualmente curiosa es la aparición de nuestro protagonista en las memorias póstumas de Isabel García Lorca, hermana del poeta, tituladas «Recuerdos míos». En ellas, entre otros episodios interesantes, habla de su paso por la Universidad de Verano de Santander, en 1935 donde «yo repartía entre tres amigos mi coqueteo de miradas: Luis Tapia, Luis Hurtado y un guapísimo rubio de Zaragoza».