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Historia

La huella catalana en la conquista española de América

La Compañía de Voluntarios de Cataluña fue clave en la defensa y exploración de los territorios septentrionales de Nueva España

Retrato anónimo de Gaspar de Portolá La Razón

Cuando se piensa en la huella de España en América, es habitual evocar nombres como Hernán Cortés o Francisco Pizarro. Sin embargo, más desconocida es la historia de aquellos soldados catalanes que, siglos después de la primera conquista, desempeñaron un papel fundamental en la defensa y exploración de los territorios más septentrionales de la Nueva España. La Primera Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña, fundada en 1767 en Barcelona, representa uno de los ejemplos más destacados de esta contribución.

Formada con 4 oficiales, 4 sargentos, 2 tambores y 94 soldados procedentes en su mayoría del Segundo Regimiento de Voluntarios Catalanes, la Primera Compañía se creó en pleno proceso de modernización militar impulsado por Carlos III. Inspirada en la tradición local de los sometents y migueletes, milicias de defensa popular de Cataluña, esta unidad partió en 1767 hacia las colonias españolas de América con una misión clara: reforzar las fronteras del norte de Nueva España frente a la amenaza de potencias extranjeras y tribus hostiles.

Inicialmente destinados a La Habana, los catalanes acabaron integrándose en la "Expedición Sonora", una operación estratégica organizada por José de Gálvez para asegurar los desiertos del noroeste mexicano. Desde su base en Guadalajara (México), participaron en misiones de control fronterizo, exploración y apoyo a la base naval de San Blas, actuando como vanguardia en territorios que entonces eran poco conocidos por los europeos.

De San Diego a Vancouver: catalanes en la Alta California y más allá

Uno de los hitos más importantes de los Voluntarios de Cataluña fue su participación en la expedición de Gaspar de Portolá a la Alta California en 1769. Bajo el mando del capitán Pedro Fages, los soldados catalanes acompañaron a los exploradores en la fundación de lugares clave como San Diego, Monterrey y San Francisco. La expedición, inicialmente fallida en su intento de localizar la bahía de Monterrey, logró finalmente su objetivo gracias al impulso de fray Junípero Serra, lo que daría origen a la cadena de misiones que consolidó la presencia española en la región.

La importancia de estas campañas era estratégica: España quería evitar que Rusia, que avanzaba hacia el sur desde Alaska, se adueñara de las costas de California. Fue gracias a hombres como Fages, el ingeniero Miguel Costansó o Pedro Alberni, todos de origen catalán, que esta frontera se sostuvo.

Alberni, en particular, comandó a la Primera Compañía en misiones que los llevaron más allá de California. Entre 1790 y 1794, sus hombres estuvieron apostados en el Fuerte de San Miguel, en Nootka Sound (actual Columbia Británica, Canadá), defendiendo el territorio en condiciones extremas de frío y humedad. En las expediciones de Alejandro Malaspina y Salvador Fidalgo, los catalanes dejaron constancia gráfica de su identidad: los dibujos muestran a varios soldados luciendo la tradicional barretina.

Un legado olvidado en tierras norteamericanas

La historia de estos voluntarios no terminó en Nootka. Tras su regreso a San Blas, continuaron luchando en California y en los focos de insurgencia de la Nueva España hasta 1815, año en que sus restos fueron absorbidos por otras unidades realistas. Entre sus aportaciones más duraderas destaca también la exploración de Alaska, la Columbia Británica y la cartografía de zonas como el estrecho de Juan de Fuca y el monte Saint Elias.

Algunos topónimos aún recuerdan su paso: la isla de Campania, en la Columbia Británica, debe su nombre a la “Compañía de Voluntarios de Cataluña”.

Más allá de los soldados, otras figuras catalanas dejaron huella en América. Gaspar de Portolá, nacido en Os de Balaguer (Lérida), fue nombrado gobernador de Baja California y lideró la expedición que aseguró el dominio español en la Alta California. Su rectitud, valor y eficacia administrativa son recordados como esenciales para que la costa del Pacífico, y especialmente California, no cayera bajo influencia rusa.

Militares como Joaquín de Arredondo y Esteban Rodríguez Miró, también con vínculos catalanes, ocuparon cargos de gran responsabilidad en el gobierno militar y civil de los territorios americanos, asegurando durante décadas la soberanía española.

De Barcelona a California: una contribución vital

La epopeya de los Voluntarios de Cataluña muestra hasta qué punto la historia de América del Norte está también tejida con hilos de Cataluña. Sin su presencia, su sacrificio y su capacidad de adaptación a condiciones extremas, el mapa actual del continente podría haber sido muy diferente. Aunque su recuerdo se ha visto ensombrecido por el paso del tiempo, su legado sigue vivo en los cimientos de ciudades, caminos y fortificaciones que alguna vez protegieron en nombre de España.

Hoy, cuando California brilla como una de las economías más potentes del mundo, conviene recordar que en sus orígenes, en cada misión, fuerte y expedición, resonaba también el eco de una lengua y de un espíritu que llegaron de Barcelona para quedarse.