Desmovilización histórica
El independentismo pincha pese a la presión por la amnistía
Apenas 115.000 personas acuden a la manifestación de la ANC en plenas negociaciones de Puigdemont y ERC con el Gobierno. Las entidades exigen la DUI o elecciones
La Diada de la investidura, con las formaciones independentistas en una supuesta posición de fuerza y en plenas negociaciones por la gobernabilidad con el PSOE de Pedro Sánchez, ha sido la más residual de la última década. La movilización de las entidades pinchó con la asistencia más baja desde que empezó el «procés», ya en el lejano 2012 y con más de un millón de personas congregadas. Este lunes, sin embargo, la calle ha dado la espalda a los partidos y la movilización encabezada por la ANC apenas concentró a 115.000 personas, según datos de la Guardia Urbana de Barcelona, 35.000 menos que el año pasado.
Una cifra pobre, residual, que convierte la de este 2023 en la peor de las manifestaciones organizadas hasta el momento, sin contar con la pandemia. La desmovilización marca la Diada más política de los últimos años, con Junts y ERC enfrascados en elevar el precio a Sánchez con la amnistía y el referéndum.
En 2019, el último año antes de la pandemia, la protesta de la Assemblea Nacional Catalana sumó 600.000 manifestantes exactamente en el mismo escenario que ayer, en la plaza de España de Barcelona. Entonces, el 11-S llegó a la espera de la sentencia del Supremo a los líderes independentistas por el referéndum ilegal del 1-O.
A una distancia sideral se encuentran las manifestaciones de los momentos álgidos del «procés», con 1,6 millones de personas en la calle en 2014, cuando Carme Forcadell, entonces presidenta de la ANC, exigió las urnas a Artur Mas en la antesala de la pseudoconsulta del 9-N. Es decir, este 2023 prácticamente 1,5 millones de personas se quedaron en casa.
De hecho y pese a la cifra que dieron las entidades –se enrocaron en las 800.000 personas– lo cierto es que ayer la calle no ofreció ni de lejos el aspecto de antaño. Los jóvenes brillaron por su ausencia, las principales arterias de la capital catalana no estuvieron colapsadas en ningún momento y se pudo circular con transporte público casi con total normalidad pese a la manifestación.
Todo en un 11-S marcado en rojo en el calendario, tras las elecciones del 23-J y con la llave de la gobernabilidad en poder de ERC y de Carles Puigdemont. Republicanos y posconvergentes dan por abordada la amnistía –al menos en el discurso– y la fijan como «punto de partida» para un referéndum de independencia. Una nueva posición ante el Gobierno de Pedro Sánchez que no ha cuajado en la calle pese a las sucesivas cesiones del PSOE –indultos, reforma del Código Penal– y a la fotografía de Puigdemont con Yolanda Díaz hace justo una semana en el Parlamento Europeo.
La movilización independentista de la ANC de este 11 de septiembre estuvo formada por cuatro columnas distintas bautizadas con los nombres de «Libertad», «Lengua y cultura», «País» y «Soberanía», que cruzaron gran parte del centro de Barcelona. Todas ellas confluyeron en la plaza de España, rebautizada por la entidad independentista como «plaza del 1-O».
En la marcha e igual que ocurriera el año pasado, también se repitieron las pancartas y los gritos en contra del Govern de la Generalitat, que volvió a la cita tras el sonoro plantón del año pasado. El propio presidente Pere Aragonès acudió a una de las columnas, la de «Lengua», aunque en todo momento se mantuvo en un discreto segundo plano junto a la cúpula de ERC –Oriol Junqueras no acudió a ningún acto al dar positivo de coronavirus– y nunca asumió un rol protagonista.
Es más, Aragonès no llegó ni a plaza de España –su equipo defendió que ya estaba previsto de antemano– y abandonó la movilización justo cuando un grupo de personas le abuchearon. Y en un momento de la marcha, el presidente de la Generalitat escuchó gritos de «Govern dimisión» y a favor de levantar la suspensión de la declaración unilateral de independencia de 2017, una de las medidas que también pide la ANC. Sí hubo algunas proclamas a favor de Puigdemont y de su intención de no abandonar la vía unilateral, uno de los «leit motiv» de la jornada.
De hecho, las diferencias estratégicas entre independentistas se volvieron a poner de manifiesto en esta Diada, desde los llamamientos de ERC, Junts y Òmnium Cultural a negociar amnistía y autodeterminación hasta los recelos de la ANC y la CUP a cualquier trato con el Estado.
Especialmente beligerante fue la ANC, la organizadora del evento. «Independencia o bloqueo de cualquier pacto que no sea la independencia. Independencia o nada. Independencia o elecciones» exclamó su presidenta, Dolors Feliu, en una advertencia directa a los partidos.
En este sentido, Feliu reclamó a Junts y ERC que solo negocien con el Estado la independencia de Cataluña, en un discurso en el que no hizo ninguna referencia a la amnistía. «Si no se atreven y no saben cómo hacerlo, que convoquen elecciones», espetó Feliu, un alegato que provocó gritos de «Govern dimisión» e «Independencia» entre los asistentes. Además, la entidad amenaza con presentar una lista cívica en las próximas elecciones al Parlament, un órdago a posconvergentes y republicanos en las urnas.
La jornada se cerró con los actos institucionales de la Diada unos metros más arriba, en Montjuïc. Allí estuvo Francina Armengol, la presidenta del Congreso apoyada por Junts y ERC tras sendos pactos con el PSOE de Sánchez.
✕
Accede a tu cuenta para comentar