Exposición

«L’Amic de les Arts», la revista con la que Cataluña quiso ser moderna

Una exposición en Sitges analiza el legado de la publicación en la que colaboraron Dalí, Lorca o Foix

La redacción de «L’Amic de les Arts» recibiendo a Lorca en la estación de Sitges en 1927
La redacción de «L’Amic de les Arts» recibiendo a Lorca en la estación de Sitges en 1927La Razón

La segunda mitad de la década de los veinte fue un gran momento para las revistas de vanguardia, aquellas publicaciones –en ocasiones de vida efímera– que daban voz a los nuevos creadores, tanto artistas plásticos como escritores. Fueron los años de «Lola», «Verso y Prosa», «Gallo» o, en Cataluña, «L’Amic de les Arts». A esta última se le dedica estos días una exposición en Sitges, la población en la que nació, concretamente en la Sala Vaixells del Palau de Maricel. Bajo el comisariado de Aitor Quiney, la muestra recorre las andanzas de la cabecera gracias a obras procedentes de colecciones públicas y privadas, así como abundante documentación. En este último aspecto, la reciente llegada de buena parte del archivo del crítico de arte Sebastià Gasch a la Biblioteca de Catalunya favorece que tanto en la exposición como en su catálogo podamos acceder a algunos papeles poco o nada conocidos hasta la fecha.

Sitges fue el centro de operaciones de una revista que era hija de una renovación cultural que se vivía en Cataluña con hitos como las Galeries Dalmau, la sala de exposiciones dirigida por Josep Dalmau en Barcelona y que permitió que en la ciudad se vieran obras de nombres como Joan Miró, Rafael Pérez Barradas, Joaquín Torres García, Salvador Dalí, Francis Picabia o Federico García Lorca. La muestra que nos ocupa bucea en este aspecto y recupera algunos de los catálogos de aquella iniciativa de Dalmau y que hoy son propiedad del Ayuntamiento de Girona a través del archivo de Rafael Santos Torroella.

En Sitges podemos conocer a los nombres propios de «L’Amic de les Arts», más allá de los conocidos por el gran público. En este sentido destaca especialmente su fundador y director, Josep Carbonell quien vio como en la revista se integraban como redactores Sebastià Gasch, Lluís Montanyà y Salvador Dalí, los mismos responsables de el transgresor y revolucionario «Manifest Groc», todo un puñetazo en el estómago ante los gustos más refinados de cierta burguesía catalana. Gasch no fue el único crítico de arte de la revista porque también contó con Magí A. Cassanyes, otra figura imprescindible.

La revista sirvió para crear colaboraciones interesantísimas, como cuando Dalí se puso al servicio de «Conte de Nadal», una prosa de J. V. Foix que apareció en el número 9 de diciembre de 1926. En la exposición de Sitges pueden verse precisamente los dos originales del pintor ampurdanés para el poeta de Sarrià, hoy en una colección particular de Málaga después de que ninguna institución pública catalana los adquiriera. Precisamente el propietario de estos dibujos también lo es de «Dama en el balcón», uno de los originales que Lorca expuso en las Galeries Dalmau en 1927, en su primera (y única) muestra individual con su obra como dibujante. El autor de «Romancero gitano» se lo dedicó a Rosa Montanyà, esposa de Josep Carbonell. Cuando se subastó en 2021, otra vez los museos catalanes decidieron ignorar la venta y Lorca no se incorporó a ninguna colección pública, pese a que él mismo se definía como «amigo de Cataluña».

Entre 1926 y 1929, la revista que nos ocupa fue un soplo de aire fresco, una de las más interesantes iniciativas para llevar a Cataluña la renovación cultural que se está viviendo en el París de los «ismos». Por ello, además de quienes escribían y dibujaban por formar parte de la redacción, «L’Amic de les Arts» también quiso dar visibilidad a Dalí, Picasso, Joan Miró, Joaquim Torres García, Rafael Barradas, Josep Obiols y Guillem Bergnes. Toda una hazaña especialmente si tenemos en cuenta que este «Amic» nació en plena dictadura del general Primo de Rivera. Eso sí, optó por la vanguardia artística, pero declinó el hacer política alguna.

Ya se ha señalado que les Galeries Dalmau fueron uno de los centros de los jóvenes creadores de ese tiempo. La sala de exposiciones barcelonesa tuvo un especial maridaje con «L’Amic de les Arts», algo que se visualiza con la exposición inaugural de 1928 que cuenta con algunas de las piezas del primer Dalí surrealista, ya alejado del artista provinciano y de corte «noucentista». De hecho, uno de los cuadros que Dalí lleva es «Dues figures en una platja», después de haber sido rechada en la Sala Parés de Joan Anton Maragall para el Saló de Tardor. Un escándalo que benefició a su autor para empezar a consolidar su imagen de «enfant terrible».

La revista fue también un fiel reflejo de los caminos que iban tomando los principales nombres de aquellos nombres. En este sentido, en el último número, el del 31 de marzo de 1929, nos encontramos con una entrevista que Dalí realiza a su amigo Luis Buñuel. Lorca ya está lejos y el de Figueres se siente más cercano a los planteamientos estéticos del aragonés. Buñuel, en aquellas declaraciones, apuntaba que ni le interesaban el arte ni los artistas. También participaba, con una brevísima narración, Pepín Bello, el hombre que siempre estuvo allí, que siempre tuvo la paciencia de ser el pegamento de Buñuel, Lorca y Dalí en la Residencia de Estudiantes de Madrid. La pieza se titula «El ateneísta».

Carbonell podía estar contento con la huella dejada y que aún nos interpela. A las puertas de la celebración de los cien años de «L’Amic de les Arts», esta exposición nos ayuda a conocer mejor esa revista y sus circunstancias, ese universo que brindó una puerta abierta a sus autores, pero también a una manera de pensar necesaria en ese tiempo.

El lector que acuda a una hemeroteca para consultar «L’Amic de les Arts», con paciencia, podrá constatar que la revista entre líneas nos habla de la amistad entre Lorca y Dalí. Y es que en sus páginas encontramos huellas de aquella relación, empezando por el dibujo que el pintor dedicó al granadino titulado «El poeta en la platja d’Empúries», aparecido en el número de junio de 1927, con Lorca posando rodeado de objetos surrealistas y ruinas arqueológicas. Era el momento en el que la amistad entre ambos genios estaba en su momento álgido y que coincide con la obsesión que ambos tenían por San Sebastián.

Para Lorca, «L’Amic de les Arts» supuso su introducción en la vanguardia catalana, de la que sería uno de sus portavoces y divulgadores. Sin embargo, su distanciamiento con Dalí haría que dejara de aparecer en «L’Amic de les Arts» dando paso en la publicación a Luis Buñuel.