Opinión

¿Sirvió para algo?

La lucha fue generosa conmigo, me vacunó contra el miedo y el exceso de prudencia

Atentado de ETA en la Calle López de Hoyos
Imagen de un atentado terrorista de ETAQueca CampilloTiempo

Este año, como todos los años, la ACVOT (Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas), el día 19 de junio, el miércoles pasado, convocó un acto de recuerdo a todas las víctimas del terrorismo. Ninguna representación institucional. Sí estuvieron unidos en el recuerdo por el dolor Policía Nacional, Guardia Civil, Mossos d'Esquadra y Policía Local. Este año me iba especialmente mal acudir, encerrado preparando escritos para oponerme a la aplicación de la Ley de Amnistía. Era a las 18.30 una hora que parte la tarde y el centro de Barcelona estaba cortado por un evento de la Fórmula 1, pero no podía dejar de asistir, aunque quizás por el agotamiento intelectual no pude dejar de preguntarme si todo lo luchado, lo peleado y lo sufrido, aunque en menor medida que las víctimas, valió la pena.

Hoy los herederos de los terroristas dictan leyes y condicionan al gobierno de España. Hoy ellos son hombres de paz mientras las instituciones no van a los homenajes a las víctimas. Hoy más que nunca resulta que todo aquello por lo que luchamos está en tela de juicio. Hoy todos aquellos los que dieron su vida son parte de un olvido colectivo.

Pero, ¿realmente no valió la pena? Pues sí, por lo menos para mí sí. La lucha fue generosa conmigo, me vacunó contra el miedo y el exceso de prudencia, me enseñó a distinguir el enemigo del rival, me hizo crecer como persona y como abogado.

Pero creo que también, en conjunto, valió la pena. Entre todos derrotamos a los malos, los obligamos a convertirse “en hombres de paz”. Lo comentaba con Juan Antonio Corredor, guardia civil herido gravemente en un atentado, hoy orgullosamente abogado y siempre amigo, un hombre clave en la lucha por los derechos de las víctimas y de gran ayuda para acabar con ellos, con los malos, mientras recordábamos momentos muy duros y otros de esa camaradería que solo puede comprender quienes han luchado juntos por una causa arriesgada.

Valió la pena porque después de aquello, de todo aquello, muchos salimos mejor, más reforzados y convencidos de la razón y las razones que teníamos y tenemos.

Vuelvo a mis escritos contra la Ley de Amnistía, desde el recuerdo de una época dura, difícil, pero apasionante en la que no éramos perfectos pero éramos los mejores, quizás porque aquellos servidores del orden, aquellos jueces y fiscales, aquellos abogados éramos hombres y mujeres convencidos y apasionados por lo que estábamos haciendo.