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Yasmina Khadra: «No se puede dejar que los payasos nos den miedo»

El escritor argelino recibió ayer el Ayuntamiento de Barcelona el Premio Pepe Carvalho

El argelino Yasmina Khadra, Premio Pepe Carvalho del BCNegra Andreu DalmauEFE

Cuando el escritor argelino Yasmina Khadra, seudónimo de Mohammed Moulessehoul, supo que había sido galardonado con el Premio Pepe Carvalho, que se entrega con motivo del festival literario BCNegra, pensó que en el último momento alguien se echaría atrás y no llegaría a materializarse tan buena noticia.

Afortunadamente ese mal presagio no se cumplió y ayer el escritor recibió en un solemne acto en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona el premio que lleva el nombre del más famoso de los personajes de Manuel Vázquez Montalbán. Previamente Khadra tuvo un encuentro con medios en el que mostró sus impresiones hacia el reconocimiento recibido. «Este premio me ha llegado a lo más profundo», reconoció.

Preguntado por su interés hacia el género negro, al fin al cabo el protagonista del festival literario que lo ha premiado, Khadra comentó que «no soy segregacionista. No hay ni literatura negra ni blanca. No son cosas contrarias. Sin embargo, los escritores de literatura negra no son tan narcisistas como los de literatura blanca. Cuando escribo una novela negra soy humilde y sobrio. Cuando se trata de blanca, soy narcisista. En todo caso, puedo decir que la novela negra me ha enseñado a ser más objetivo. Ofrece una mirada muy franca de la sociedad y los individuos porque un asesinato o una investigación siempre mira lo que hay detrás de una sociedad».

El autor de «Las golondrinas de Kabul» o «Las sirenas de Bagdad» admitió que «cuando era joven quería ser un poeta en lengua árabe, pero mis profesores no me estimulaban. En lengua francesa yo era un cero a la izquierda, pero tenía un profesor que se interesó por mi imaginario. Me dijo que necesitaba tener las herramientas necesarias para poder plasmar mi imaginario. En aquel tiempo estaba en una caserna en la que nos trataban como soldados, pero este profesor fue el primero que me trató como persona. Así que trabajé su lengua, el francés. No lo decepcioné. En un año era uno de los mejores alumnos de francés en la escuela. Me interesé por esta lengua a través de la literatura. Me iba muy bien. Mi lengua materna no me ofrecía tantas herramientas para trabajar como el francés».

El novelista confesó que «escribo poemas en árabe para mi mujer, pero creo que no le gustan. Cuando le recito me dice que vale, pero que ya es hora de comer. Es mi primera lectora en francés y me tomo muy en serio sus observaciones. Mi gran victoria para superar las miserias de la vida ha sido ella. Sin ella no habría recorrido el camino que he hecho».

El autor argelino, quien en la actualidad tiene casa en la localidad alicantina de San Juan donde sigue trabajando a una media de una novela al año, se mostró crítico con la crítica literaria francesa. En este sentido apuntó que «Francia siempre ha dado ventaja a los autores menos buenos y eso lo aplica a los autores de África. Hubo un momento en el que me encontré solo. A Francia debes pertenecer a una rama o a un lobby. Defiendo mi religión y eso no se soporta. Pese a las exclusiones, soy uno de los escritores vivos más traducidos en todo el mundo».

La situación que vivimos igualmente se coló en la comparecencia del narrador. Sobre el mundo en el que vivimos, con sus muchas sombras acechándonos, Khadra dijo que «queremos vivir un momento de quietud y de paz. Estamos hartos de tener miedo por las generaciones del mañana. Ahora los pueblos están fascinados por los locos. Cuando sale uno, todos se acercan. ¿Para qué sirven los escritores? Para decir que estas personas son estúpidas y son muy peligrosas. Hay que despertarse, algo que deben hacer los periodistas. No se puede dejar que los payasos nos den miedo".