Historia

Ciencia

Lemuria y los continentes submarinos

Aunque Lemuria es una fantasía propia del siglo XIX, sí que existen microcontinentes escondidos bajo el océano.

Mapa de 1876 indicando la radiación de la especie humana en las 12 variedades que por aquel entonces creían que existían. Todos surgían de Lemuria.
Mapa de 1876 indicando la radiación de la especie humana en las 12 variedades que por aquel entonces creían que existían. Todos surgían de Lemuria.Library of CongressCreative Commons

Qué fácil es juzgar la historia a ojos del presente. En nuestro tiempo cualquier estudiante de primaria sabe que las especies evolucionan o que la materia está formada por átomos. Ideas que, para ser justos, llevan rondando a la sociedad desde la antigua Grecia, pero que no todos nuestros antepasados aceptaban. Y sin embargo ¿son acaso más inteligente los niños de ahora que los genios del pasado? Estar más cerca de la razón no quiere decir entenderla, ni haber llegado a ella por caminos propios, solo que eres producto de tu tiempo, de sus bienes y de sus males.

Esta historia trata de ello, de cómo una vez creímos en la existencia de un continente que se extendía sobre el océano Índico, Lemuria. Un continente que se hundió borrando consigo los restos de nuestro origen como especie. La historia de cómo ese continente se convirtió en un mito y de cómo ahora sabemos que no todo lo que decía era pura fantasía.

Un puente entre dos mundos

Cuando Aristóteles apuntaba al corazón como centro del intelecto no lo hacía por necedad, sino que tenía sus motivos. Esta es la historia de otro de esos errores a medias. Una explicación fallida, pero que escondía posos de una verdad que hemos tardado tiempo en comprender. La historia empieza en 1864 con un libro sobre los mamíferos de Madagascar. Su autor, Philip Sclater plasmaba en él algo que le inquietaba. Durante años había estado estudiando cómo se distribuían las formas de vida a lo largo y ancho de la geografía terrestre y fue así como dio con el misterio. Entre los fósiles malgaches había lémures, lo cual es esperable. Lo extraño era que aquellas especies clasificadas como lémures no estaban solo en Madagascar, sino al otro lado del océano Índico, precisamente en la India. ¿Cómo era eso posible?

Lo que era más extraño, esos ejemplares estaban tanto en Madagascar como en la India, pero ni en África ni en el resto de Asia. Sclater se encontraba frente las pruebas y ante ellas no había lugar para la discusión, todo lo que quedaba era darles sentido. ¿Cómo podía haber viajado un pequeño primate desde aquella isla hasta la costa de Asia? Nadar los casi 5000 kilómetros que separan sus playas no resulta ni remotamente posible, sobre todo teniendo en cuenta que no parecen haber hecho escala en ningún otro lugar. Poco se podía hacer con lo que la ciencia sabía por aquel entonces y aunque ahora conocemos que algunas especies llegan a las islas como polizones de troncos llevados por la marea, el viaje era demasiado largo incluso para esto.

No obstante, Sclater no era el primero que se enfrentaba a este problema. Dos décadas antes que él, el naturalista Étienne Geoffroy Saint-Hilaire ya había encontrado restos fósiles similares a ambos lados del Índico y había teorizado que, cuando aquellos ejemplares estaban vivos, Madagascar y la India debían estar unidas. Especuló que donde ahora hay océano, antes había existido un continente de tamaño considerable. Sus tierras habrían servido como puente entre Asia y Madagascar, resolviendo el misterio de una vez por todas. Sclater recuperó esta hipótesis para nutrirla con sus nuevos datos y bautizar al continente con el nombre de Lemuria.

Mapa de Lemuria según William Scott-Elliott (1896)
Mapa de Lemuria según William Scott-Elliott (1896)William Scott-ElliottCreative Commons

De la hipótesis a la espiritualidad

Lo que empezó como una hipótesis científica más se convirtió en algo casi religioso. Muy pronto, algunos científicos de renombre empezaron a introducir a este supuesto continente en sus más alocadas especulaciones. Ese fue el caso de Ernst Haeckel, que sugirió que la falta de restos de especies intermedias entre nosotros y los demás homínidos se debía a que nuestra evolución había tenido lugar en Lemuria y los huesos se habían perdido con el continente. Da la casualidad de que el pueblo tamil, en la India, cuenta historias sobre una enorme isla tragada por el mar: Kumari Kandam. Según algunas interpretaciones, sus leyendas podrían referirse a un continente sobre el océano Índico. Ante estas versiones del mito, no han faltado figuras tratando de relacionar Kumari Kandam con Lemuria. Pero todo esto ha ido incluso un paso más allá, uniéndose a la Atlántida entre los lugares favoritos de los aficionados a las teorías de la conspiración y las corrientes New Age.

De hecho, hay más, porque algunos afirman la existencia de pruebas geológicas. A unos kilómetros al este de la costa de Madagascar, bajo el océano, los geólogos han encontrado restos de lo que fue un continente. Concretamente un microcontinente llamado Mauritia, ahora enterrado por rocas volcánicas y kilómetros de agua. Del mismo modo, al sur del Índico también se ha encontrado una meseta submarina de la que por vulcanismo emergieron las islas Kerguelen. La meseta de Kerguelen tiene más de 2200 kilómetros de longitud. ¿Se trata de restos de Lemuria? ¿Es posible que existieran grandes continentes perdidos en la historia?

Curiosamente, la forma de dar respuesta a estas extrañas estructuras geológicas es la misma que da respuesta al misterio de Lemuria, pero no de la forma que sospechamos. Ahora sabemos que los continentes son fragmentos de la corteza de nuestro planeta que se rompen y mueven sobre una capa más plástica a la que llamamos manto. La misma coincidencia de fósiles que había en las costas del Índico estaba en las del Pacífico y las del Atlántico. Alfred Wegener propuso en vida la hipótesis de la deriva continental, tan solo 48 años después de que Sclater acuñara el nombre de Lemuria. Esa idea de los continentes como algo dinámico fue la base para la teoría de la tectónica de placas que tenemos hoy, la cual nos permite entender desde cómo surgen los volcanes hasta por qué se producen terremotos.

Representación de Gondwana hace 420 millones de años.
Representación de Gondwana hace 420 millones de años.Fama ClamosaCreative Commons

De hecho, podemos hacernos una idea de cómo se están desplazando los continentes, y, por lo tanto, dando “marcha atrás”, también podemos imaginar cómo estaban en un pasado. Reconstruyendo los hechos, los geólogos han descubierto algo interesante. Hace 180 millones de años, la configuración de la superficie terrestre era muy diferente, un supercontinente llamado Gondwana reunía a Sudamérica, África, la Antártida, Oceanía, Madagascar y la India. Eso es, la India estaba separada del resto de Asia, pero bien pegada a Madagascar. Con las eras, Gondwana se fragmentó, separando a la India y empujándola hacia el Norte, contra el Sur de Asia. De esa colisión de placas continentales nació la cordillera del Himalaya y el icónico Éverest que la corona. Eso explica que, cuando todavía estaban unidas, algunas especies pudieran cruzar libremente como quien visita el barrio vecino.

De hecho, la limpieza no fue limpia. El microcontinente de Mauritia parece haber sido un resto de aquel evento. En el caso de la meseta de Kerguelen, se trata, posiblemente, de lava solidificada que emergió de la fractura continental que separó a Gondwana, abriendo el espacio para que naciera el océano Índico. Todo tiene una explicación más consistente y simple que la hipótesis de Lemuria. Sin embargo, que la ciencia haya dejado completamente atrás esta suposición no quiere decir gran cosa para quienes la defienden a capa y espada. Poco importa que las cuestiones que llevaron a teorizar Lemuria ya estén resueltas, su mito ha cobrado vida propia. Sus seguidores tienen fe.

Esa es parte de belleza que refleja la historia. La ciencia cambia y a medida que aparecen pruebas algunas hipótesis empiezan a hacer aguas. Quien decide quedarse en el barco está condenado a hundirse con ellas, pero no podemos juzgar a sus tripulantes, pues aquella embarcación surcó una vez los mares de la ciencia. Era lo menos malo que había. Sin embargo, aquellos que niegan la evidencia mientras el agua empieza a cubrirles el cuello no se encuentran en la misma situación. La hipótesis de Lemuria fue tan respetable en su día como absurda es en la actualidad.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Ni Lemuria ni la Atlántida han existido jamás. No hay evidencias sólidas de ellas, ni siquiera habiendo buscado allí donde se supone que una vez estuvieron.
  • Las hipótesis han de ser contextualizadas en su época, pero tratar de defenderlas cuando ya han sido rebatidas es sencillamente un error.
  • La existencia de microcontinentes o formaciones geológicas hundidas en el océano Índico no es, a priori, una evidencia de Lemuria.
  • Los lémures de Philip Sclater no eran verdaderos lémures, sino parientes cercanos de estos.

REFERENCIAS (MLA):