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La panspermia: ¿Y si la vida en la Tierra se originó en otro planeta?

La hipótesis de la panspermia sugiere que la vida «migró» desde otro planeta al nuestro.

Algunos meteoritos contienen moléculas orgánicas necesarias para la vida.
Algunos meteoritos contienen moléculas orgánicas necesarias para la vida.NASA's Goddard Space Flight Center/Chris Smith

Aunque la evidencia de vida más antigua que se ha encontrado hasta la fecha son los restos fosilizados de unas bacterias que vivieron hace unos 3 800 millones de años, esos microorganismos eran descendientes de estructuras biológicas aún más simples que se formaron en un pasado aún más remoto. Sin embargo, entre que los restos de estos organismos primitivos minúsculos no se preservan con facilidad en el registro fósil y que el movimiento de las placas tectónicas recicla constantemente la corteza terrestre, estudiar los orígenes de la vida en la Tierra es un auténtico quebradero de cabeza.

Pues, bien, existe una hipótesis llamada panspermia que postula que la vida terrícola no se formó originalmente en la Tierra, sino que surgió en otro planeta y «migró» a nuestro mundo.

Rocas interplanetarias

Antes de que nadie saque conclusiones precipitadas, hay que tener en cuenta que el transporte de material biológico de un planeta a otro no requiere que existan civilizaciones alienígenas que se dedican a polinizar la galaxia. Este «trasvase» de vida puede ocurrir a través de mecanismos completamente naturales.

En primer lugar, un pequeño porcentaje de los meteoritos que caen a la Tierra son rocas de origen volcánico cuya composición es idéntica a la del material de la superficie de la Luna y de Marte. El motivo por el que estas rocas lunares y marcianas han acabado en la Tierra es que, de vez en cuando, algún asteroide de grandes dimensiones choca con estos cuerpos celestes, Si el impacto es lo bastante energético, parte de las rocas que saldrán despedidas de la zona de impacto se moverán a tal velocidad que serán capaces de escapar de las garras gravitatorias de su mundo de origen. Estas rocas marcianas y lunares expulsadas al espacio suelen acabar deambulando por el sistema solar durante algunos millones de años hasta que algunas acaban cruzándose con la Tierra y cayendo al suelo en forma de meteoritos.

Teniendo esto en cuenta, si en el planeta en cuestión existiera algún tipo de vida microscópicas en el subsuelo, podría llegar a ser expulsada al espacio en el interior de algún trozo de roca durante el impacto de un meteorito. De hecho, se ha calculado que una roca de más de un metro de diámetro sería capaz de escudar a los microorganismos que contuviera de la radiación espacial hasta que se precipitara sobre otro planeta en forma de meteorito. Y, si esos seres diminutos sobrevivieran a la caída y las condiciones del mundo nuevo fueran favorables, tendrían vía libre para colonizarlo.

Este escenario en el que unos microorganismos viajan de un planeta a otro a bordo de rocas se llama litopanspermia y se ha llegado a proponer que la vida llegó a nuestro planeta en el interior de meteoritos provenientes de Marte. Pero existe otra variante de la panspermia llamada radiopanspermia que parte de un concepto aún más curioso.

Impulsada por la luz

En 1903, Svante Arrhenius sugirió que los microorganismos podrían viajar entre planetas impulsados por la radiación de la estrella del sistema, siempre y cuando su diámetro no superase los 1,5 micrómetros. Si embargo, esta idea presenta algunos problemas.

Varios científicos, incluyendo a Carl Sagan, argumentaron en su momento que cualquier organismo que flote libremente por el espacio interplanetario y sin protección estará expuesto a dosis letales de radiación ultravioleta y rayos X durante el tiempo que dure el trayecto de un planeta a otro. Pero un obstáculo para la vida en el espacio aún mayor que la radiación espacial son las condiciones radicalmente distintas a las de su hábitat natural. Dicho de otra manera: cualquier organismo está adaptado para vivir en un rango muy concreto de condiciones de presión y temperatura que suelen ser incompatibles con las que se dan en el vacío interplanetario.

Por ejemplo, un estudio de 1983 sometió a varios tipos de microorganismos al vacío para comprobar qué tipo de daños experimentarían si fueran transportados al espacio sin protección. En cuanto la presión disminuía, los líquidos contenidos en los microorganismos se expandían y sus membranas celulares se «hinchaban» hasta romperse. Pero, además, en el estudio en cuestión también notaron que las temperaturas superiores a los 120ºC no sólo contribuían a «hinchar» las células aún más, sino que, además, también producían cambios químicos en su citoplasma que producían daños. Dado que estos procesos tienen lugar en cuestión de minutos, este resultado indicaba que el viaje de un microorganismo a través del espacio terminaría muchísimo antes de que pudiera alejarse de su planeta natal.

Pese a todo, hasta la fecha no se ha encontrado ninguna evidencia de que la vida surgiera originalmente en otro planeta y luego llegara al nuestro. La hipótesis de la panspermia ni siquiera resuelve la cuestión de cómo la vida surgió a partir de la materia inerte: en este sentido, lo único que hace es mover ese misterio a un mundo distinto.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • El meteorito marciano Allan Hills 84001 se suele citar como evidencia a favor de la hipótesis de la panspermia porque en su interior se encontraron estructuras minerales microscópicas que, en un principio, se atribuyeron a la actividad de vida microscópica. Un nuevo análisis reveló que se trata de estructuras que se pueden formar a través de procesos geológicos conocidos.

REFERENCIAS (MLA):

  • M. D. Nussinov et al. “Cosmic vacuum prevents radiopanspermia”. Origins of Life, volumen 13, número 2, pp. 153–164 (1983).