Ciencia
Cómo usar tu ADN para evitar el fraude electoral
Científicos crean un sistema de etiquetado con ADN casi imposible de falsificar
La democracia sólo tiene sentido si todos confiamos en el proceso de votación. Amañar unas elecciones quitando o añadiendo votos a una urna puede tener consecuencias importantes en la política de un país. Por este motivo, la mayoría de países democráticos tienen diferentes mecanismos de control para que todo ciudadano pueda votar una única vez y sin papeletas de más, como el uso de sobres cerrados, la lectura del documento de identidad por varias personas, o el uso de urnas precintadas.
Pero aun así el proceso produce recelos. Si hay un resultado electoral muy ajustado y no gusta el resultado, la posibilidad de haberse producido un fraude revolotea en la cabeza de todos. Y aquí viene el problema: tenemos sistemas para evitar el fraude, pero no tantos para demostrarlo una vez cometido. Si consiguen saltarse los controles, un voto en una urna es indistinguible de otro, y no podemos saber cuál sobra o falta.
Científicos de la Universidad de Washington han pensado una posible solución a este problema: marcar las papeletas para hacerlas únicas usando un material difícil de falsificar y que podemos encontrar en millones de combinaciones dentro de la naturaleza: el ADN.
Marcaje único
Si las papeletas electorales de un colegio incluyeran filigranas y materiales especiales como en los billetes, serían imposibles de falsificar o copiar. Nadie podría meter papeletas adicionales porque serían complicadas de conseguir, y en caso de hacerlo, las papeletas falsas podrían encontrarse en la urna sin necesidad de invalidar todos los demás votos.
El problema es que etiquetar algo para que sea único e inimitable es más complicado de lo que parece. Los billetes incluyen hologramas internos en el papel, y su tinta está hecha con una receta secreta que incluye europio, un elemento químico difícil de encontrar. Esto hace que imprimir un billete sea complicado, y las falsificaciones puedan ser detectadas a simple vista o con un análisis químico.
Pero este sistema no puede ser usado en papeletas de voto. La fabricación de billetes requiere tiempo y dinero. Los países pueden permitírselo porque el billete permanece muchos años en circulación, pero para unas papeletas que solo van a ser usadas en un mes no tiene demasiado sentido. El precio de las papeletas sería demasiado elevado para que justifiquen su uso temporal.
Por lo tanto, hace falta buscar otras maneras de marcar las papeletas. Hoy en día se usan etiquetas visuales, como códigos QR y códigos de barras, pero son fácilmente falsificables, ya que una simple fotocopia valdría, por lo que son descartados.
Otra posibilidad son las etiquetas con tecnología de radiofrecuencia, que emiten una señal determinada al pasar por un escáner. Son muy utilizadas actualmente, tanto en las etiquetas de la ropa para conocer su procedencia, como en los chips de animales domésticos. Estos sistemas podrían ser reutilizados durante varias elecciones, pero el material es algo más caro y pueden ser destruidas al pasar un imán por encima. Si se usa este sistema y alguien introduce un sobre con un potente imán, podría anular todas las papeletas en la caja.
Tras pensar y descartar estas opciones, los científicos se fijaron en las pruebas de ADN de la ciencia forense. Cada ser humano tiene diferentes variaciones en su ADN que les hace únicos, y que pueden ser usados en juicios para asociar una muestra de sangre en la escena del crimen con el culpable. Si aprovechamos este sistema tan preciso e introducimos ADN en cada papeleta, podríamos identificarla después sin lugar a dudas. Así nació Porcupine.
Más etiquetas que personas
En el estudio publicado en Nature Communications, los científicos usaron hebras deshidratadas de ADN como si fueran un código de barras. Este sistema, bautizado como Porcupine, incluye tanto un dispositivo para generar las secuencias de ADN y marcar lo que queramos, como un dispositivo de lectura de las mismas.
En las pruebas iniciales, generaron secuencias de ADN suficientemente largas como para poder crear 4.2 billones de combinaciones diferentes, suficientes como para asignar una etiqueta a cada ser humano en el planeta durante varios siglos. Aunque no son necesarias tantas combinaciones para ciertas aplicaciones. Por ejemplo, para las papeletas electorales solo necesitaríamos una combinación por año electoral o colegio electoral, si queremos asegurarnos que no haya algún voto extraño.
Los fragmentos de ADN que se generan son deshidratados y recubiertos con una fina capa protectora en el momento del marcaje, de este modo son imposibles de modificar. Una vez marcado, la zona con el ADN no puede detectarse a simple vista ni con ayuda del tacto, por lo que son difíciles de localizar y casi imposible de falsificar. Podemos destruir el ADN de la etiqueta, pero supondría dañarla de manera tan evidente que sería inútil para el falsificador.
Cuando se quieren leer, las hebras de ADN se hidratan con unas gotas de agua y se introducen en otro dispositivo creado por el equipo de investigación. En él, se busca de manera específica cada uno de los posibles fragmentos de ADN que pueden generarse, traduciendo la secuencia del ADN en un número de etiqueta. Todo este proceso de lectura se realiza en unos pocos segundos.
El principal problema que tiene este sistema es que, una vez rehidratado el ADN, es complicado volver a deshidratarlo. Por este motivo, la aplicación ideal es aquella en la que las etiquetas solo necesitan ser leídas una única vez. Por ejemplo, no tiene sentido usarlas como código de barras, pero es perfecta para la identificación de material en un museo o en las papeletas electorales.
La idea de usar ADN o proteínas como etiquetas lleva planteándose desde hace años, pero todavía no teníamos una tecnología suficientemente fiable para generar moléculas artificiales y leerlas con velocidad. Casi todas las aplicaciones que se habían creado hasta la fecha necesitaban disponer de un laboratorio y varias horas de trabajo para poder leer una única etiqueta, lo que lo volvía inviable.
La innovación del sistema Porcupine es que todo viene ya integrado. El dispositivo de creación y lectura de las etiquetas de ADN cabe en una mesa, y es suficientemente rápido y sencillo para que cualquiera pueda crear y leer sus propias etiquetas. Quizá en el futuro las mesas electorales sustituyan la comprobación del DNI por un secuenciador genético, pero no para comprobar el ADN del votante, sino el de su papeleta.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Actualmente, las secuenciaciones de ADN humano tardan mucho más que unos segundos. Normalmente requieren varios días de aplicación de PCR. En el caso de Porcupine, la secuencia de ADN de las etiquetas es muy corta y las combinaciones son limitadas, por lo que la lectura está adaptada a esas combinaciones, necesitando menos tiempo para leerlo.
REFERENCIAS:
✕
Accede a tu cuenta para comentar