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Los murciélagos pueden predecir el futuro para contrarrestar el retraso de su ecolocalización

Un reciente estudio respalda que los murciélagos pueden adelantarse a los acontecimientos para predecir la velocidad y ubicación de una presa en movimiento, al contrario de lo que se creía desde 1980.

Murciélago posado durante el experimento (Universidad de Johns Hopkins)
Murciélago posado durante el experimento (Universidad de Johns Hopkins)Universidad de Johns HopkinsCreative Commons

En 1974 Thomas Nagel se hizo una pregunta que pasaría a la historia: ¿Cómo es ser un murciélago? Detrás de su aparente inocencia, la cuestión escondía una profunda reflexión sobre el estudio científico de la consciencia. Desde entonces, la neurociencia ha cambiado mucho, podemos estudiar la consciencia de forma objetiva y Nagel ha quedado desfasado. Sin embargo, su texto sigue recorriendo las facultades de psicología y los laboratorios de neurociencia como un clásico que no debemos dejar de leer.

El éxito de Nagel se debió, en gran parte, al animal que eligió para su disertación. Él mismo explicita que un murciélago es suficientemente parecido a nosotros (en tanto que mamífero) para despertarnos cierta empatía, a la vez que sus sentidos se distancia lo suficiente de los nuestros para que capte nuestra atención. Tal vez sea por este motivo que los investigadores llevan décadas tratando de desentrañar la misteriosa percepción de estos quirópteros. Una línea de investigación que, hace apenas unos días, arrojó resultados realmente innovadores: los murciélagos pueden predecir el futuro.

No son adivinos

Desenmarañemos cuanto antes las confusiones que “predecir el futuro” pueda generar. No se trata de adivinación, percepción extrasensorial o cualquier otro objeto de estudio de la pseudocientífica parapsicología. Se trata literalmente de anticiparse a aquello que todavía no ha ocurrido. Puede parecer trivial, a fin de cuentas, nosotros lo hacemos constantemente y somos bastante buenos en ello. De hecho, ahí está el problema, somos tan buenos anticipándonos que hemos llegado a considerarnos los únicos animales capaces de tal hazaña. El problema es que los murciélagos desafían esta asunción tan antropocéntrica por un motivo muy sencillo.

Nosotros nos guiamos principalmente gracias a nuestros ojos que reciben información en forma de luz. Esta información, por lo tanto, viaja a la velocidad de la luz (299.793.458 metros/segundo) No es instantánea, pero es tan rápida que prácticamente no hay retraso entre cuándo sucede algo a nuestro alrededor y cuándo lo percibimos. Sin embargo, los murciélagos confían casi por completo en su oído y a él la información le llega mucho más lenta, a la velocidad del sonido (343 metros/segundo). Es más, esta lentitud beneficia a los murciélagos, ya que pueden distinguir la distancia a la que se encuentra un objeto disparándole chillidos y calculando cuánto tardan estos en volver; algo así como cuando tiramos una piedra a un pozo para escuchar cómo de profundo es.

El problema es que esta misma lentitud hace que la información les llegue con un gran retraso, casi 1 millón de veces más lento que a nuestra vista, y eso es especialmente problemático cuando se trata de cazar. Las presas de un murciélago son pequeñas, rápidas y maestras maniobrando en el aire. Imagina lo difícil que sería cazar una mosca al vuelo si no pudieras ver dónde está, y solo percibieras dónde estaba hace un rato. Por mucho que nos duela, todo apunta a que los murciélagos son capaces de predecir el futuro cercano con gran exactitud y las investigadoras Angeles Salles, Clarice Diebold y Cynthia Moss estaban dispuestas a desentrañar el misterio.

La máquina de predecir

Lo cierto es que ellas no eran las primeras en investigar el problema. En 1980 se realizó otro estudio con el mismo propósito que concluyó que no había ningún indicio de que los murciélagos se estuvieran anticipando realmente a la información que captaban sus sentidos. La gran diferencia es que, en este caso, las investigadoras contaban con cámaras de alta velocidad. En este caso, las investigadoras entrenaron a un grupo de murciélagos para que, posados en unas plataformas, trataran de seguir la trayectoria de unos pequeños insectos utilizando su ecolocalización.

El resultado fue claro, los murciélagos no solo eran capaces de seguir a su potencial presa. Sino que, tras recoger el eco de cada chillido, recolocaban su cabeza intersecando la trayectoria del insecto a la perfección. Eran capaces de “mirar” allí a donde el insecto estaba a punto de llegar. Incluso cuando su presa pasaba tras algunos obstáculos estratégicamente colocados por las científicas, los murciélagos eran capaces de seguir su movimiento como si pudieran verlos. Los murciélagos estaban prediciendo el futuro.

Los resultados no solo refuerzan la idea de que los murciélagos pueden anticiparse al futuro, sino que reafirman la teoría de la codificación predictiva, la cual sugiere que, en esencia, nuestros cerebros son máquinas de predecir. Toman cantidades ingentes de información a las que llamamos experiencia, con ella forman modelos más o menos fidedignos de cómo funciona el mundo, y ante nuevos estímulos “buscan” en su modelo qué ha sucedido en ocasiones parecidas. Estos modelos se van actualizando y afinando con cada nuevo dato que reciben, corrigiéndose en función de cómo de equivocada hubiera sido la predicción.

Y esa es una de las facetas más maravillosas de la neurociencia, que traza nexos claros entre nosotros y el resto de los animales, ayudándonos a entender qué nos diferencia, pero sobre todo qué nos une.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • La teoría de la codificación predictiva está relativamente de moda dentro del campo de la neurociencia, en gran medida porque permite explicar fenómenos muy diferentes y se presta a ser implementada con relativa facilidad en modelos informáticos. Su fundamento es estadístico, imitando concretamente a la estadística bayesiana, que actualiza sus previsiones en función de la información que va recabando.

REFERENCIAS (MLA):