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Amianto en el Metro: ¿debemos preocuparnos?

El uso del amianto estuvo muy extendido hasta que se prohibió en 2001. Las consecuencias de trabajar con él de manera continuada pueden llegar a ser muy graves, pero una exposición esporádica es segura.

Una estación del Metro de Madrid
Una estación del Metro de MadridDaniel ErlerCreative Commons

Como muchos veranos, hay obras en el Metro de Madrid. En algunas estaciones hay reformas, en otras hay retirada de amianto. Llevamos tiempo oyendo hablar de amianto en el Metro, pero ¿por qué es tan peligroso?

Un material tan útil como peligroso

El amianto es un mineral fibroso que se da en la naturaleza, compuesto de silicatos (que contienen silicio y oxígeno). Sus fibras largas y flexibles junto con su resistencia al calor y a la corrosión lo hacen muy útil. Desde materiales de construcción hasta piezas para maquinarias, revestimientos y pinturas, el amianto (también conocido como asbesto) ha tenido numerosos usos desde la antigüedad hasta hoy.

Su utilización explotó en la Revolución Industrial, cuando la gran demanda de materiales de construcción fue cubierta con un mineral tan asequible y maleable como el amianto. Al ser, además, resistente a productos químicos, al calor, al agua y a la electricidad, era perfecto para aislar las máquinas de vapor, turbinas y generadores. No es de extrañar que también se usara en las bóvedas de los túneles del Metro de Madrid, en cuartos auxiliares, y en los vagones.

Pero no todo en el amianto son méritos. Ya en la Antigua Grecia se documentó una enfermedad de pulmón en los esclavos que cosían el asbesto a la tela para hacerla más resistente, y en Roma se les protegía con una especie de respirador hecho con vejiga de cabra o cordero. Estas asociaciones entre el amianto y las dolencias de pulmón son muy reveladoras, aunque para establecer una relación causa-efecto hubo que esperar hasta principios del siglo XX. En 1906 se produjo en Londres la primera muerte documentada de un trabajador del amianto a causa de una insuficiencia respiratoria. En la autopsia se descubrieron grandes cantidades de fibras de amianto en los pulmones del trabajador, que tenía 33 años. Muy poco después, en 1908, las aseguradoras en EEUU y Canadá encarecieron sus precios y disminuyeron los beneficios para los trabajadores del asbesto.

Las aseguradoras reaccionaron pronto, pero la industria tardó mucho más. A pesar de que los peligros del amianto se conocen desde hace tanto tiempo, este material se siguió utilizando durante décadas. El cambio vino impuesto por la legislación: en 1984 se prohibió el amianto azul, una de las variedades más nocivas, y no fue hasta 2001 que se prohibió la comercialización y el uso de cualquier tipo de asbesto en España. Actualmente el amianto está prohibido en 67 países, incluida toda la Unión Europea. En otros, como Estados Unidos, se autoriza su uso pero está muy regulado.

Fibras en los pulmones

¿Por qué es tan peligroso el amianto? La clave está en sus fibras microscópicas. Al agitar o mover un producto que contiene amianto, estas fibras se desprenden y permanecen en suspensión en el aire. Al inhalarlas, pueden quedarse atrapadas en los pulmones durante mucho tiempo y, cuando se acumulan, llegan a provocar problemas respiratorios graves.

El asbesto puede causar principalmente tres enfermedades: asbestosis, cáncer de pulmón y mesotelioma, además de cáncer de laringe y ovarios. La enfermedad que lleva su nombre, asbestosis, se da cuando las fibras de amianto provocan cicatrices en el tejido de los pulmones, de forma que se reduce la capacidad de respirar. Las cicatrices desembocan en una fibrosis pulmonar que reduce la capacidad respiratoria de manera progresiva conforme la enfermedad empeora. No hay un tratamiento específico más allá de oxígeno y la prevención de enfermedades que puedan agravar la asbestosis, como vacunarse contra la gripe y el neumococo.

Además, el asbesto es un carcinógeno aún más potente que el humo del tabaco, y se ha demostrado que la combinación de ambos es la más nociva. Su efecto conjunto aumenta el riesgo de cáncer de pulmón unas 50 veces. Este tipo de cáncer tiene facilidad para extenderse a otras partes del cuerpo, con lo que su mortalidad es elevada.

El amianto también causa otro tipo de cáncer, el mesotelioma, que afecta a dos membranas: la pleura (que recubre los pulmones) y el peritoneo (que recubre el abdomen). Su incidencia global es mucho menor que la del cáncer de pulmón al no estar relacionada al consumo de tabaco, pero de entre las enfermedades asociadas al amianto, es el cáncer más común. Ambos cánceres tienen síntomas similares, como dolor de pecho, tos, dificultad para respirar y fatiga. La evolución del mesotelioma es mucho más localizada que la del cáncer de pulmón, pero también tiene una mortalidad elevada.

Larga exposición

Aunque las consecuencias del contacto con el amianto pueden ser muy graves, se necesita una exposición prolongada para que se manifiesten. Por un lado, si el amianto no se manipula, no habrá fibras en suspensión, por tanto no hay riesgo para los pulmones. Por eso los peligros se encuentran solo en derribos, taladros o roturas, o bien si el material está envejecido. Además, el riesgo se presenta solamente para las personas que han inhalado asbesto durante años, el tiempo suficiente para que las fibras se acumulen en los pulmones y las membranas.

Con todo, los problemas asociados al amianto son muy escurridizos. Las enfermedades tardan años o incluso décadas en manifestarse, con lo que en ocasiones es difícil diagnosticar si es el asbesto lo que las provocó. Por ejemplo, el mesotelioma suele aparecer entre 20 y 50 años después de la primera exposición al amianto, mientras que el cáncer de pulmón lo hace entre 10 y 30 años después. Por eso es complicado contabilizar cuántas personas se han visto afectadas por el asbesto. Las empresas responsables de personas expuestas al amianto en sus trabajos se han llegado a escudar en esta dificultad para esquivar su responsabilidad.

Si los riesgos del amianto han dado lugar a su prohibición, ¿cómo suplir sus beneficios? Lo cierto es que hay buenas alternativas. Tanto la lana de roca como la lana de vidrio son materiales artificiales con excelentes propiedades aislantes. Si sus fibras se quedan en suspensión, no son totalmente inocuas para la salud, pero son mucho más seguras que las del amianto cuando se siguen las recomendaciones para evitar inhalarlas. La lana de roca y la de vidrio son los materiales que más se usan hoy en día como aislante en los edificios.

Pero, aunque está prohibido utilizar amianto en nuevas construcciones, las antiguas todavía lo conservan. Seguimos viendo tejados de uralita, y este es el nombre comercial de un material que contiene amianto. Como sabemos, en el Metro de Madrid todavía hay amianto en varias estaciones e incluso algunos vagones.

Para reducir los riesgos al mínimo, lo mejor es eliminar el asbesto de manera segura. Ese es el objetivo de las obras de Metro Madrid este verano. La empresa se ha propuesto estar libre de amianto en 2027. Además, recientemente se ha inscrito en el Registro de Empresas con Riesgo de Amianto para tener un equipo especializado en la retirada de este material. Escucha así a una reivindicación de los sindicatos para convertirse en una empresa más segura para su personal.

QUE NO TE LA CUELEN:

  •  Desde dentro del vagón es muy improbable que inhales las fibras peligrosas, y, en todo caso, no es frecuente viajar en metro el tiempo suficiente como para que suponga un peligro. Para que conlleve un riesgo tendrías que exponerte al material durante un tiempo prolongado, como ocurría con parte del personal de limpieza y mantenimiento. También se han dado casos de enfermedades causadas por amianto en las parejas del personal de Metro Madrid, al inhalar de manera continuada las fibras que se quedaban pegadas a los uniformes de trabajo.
  • El amianto y las enfermedades asociadas siguen suponiendo un gran problema para el personal de Metro Madrid. Investigaciones promovidas por el personal afectado, sus familias y los sindicatos han destapado que la empresa pública ocultó deliberadamente la presencia de amianto en sus estaciones durante décadas. Llevan años reclamando una indemnización para las víctimas y sus familias y una mayor seguridad para el personal.

REFERENCIAS (MLA):