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¿Por qué perdimos el pelo?

No hay una respuesta clara, pero, en cambio, tenemos varias explicaciones posibles

Mano de persona y de chimpancé
Mano de persona y de chimpancéJosieLapczynski/PixabayCreative Commons

Si llegara un extraterrestre y ojeara el catálogo de seres vivos que la Tierra ofrece, no repararía demasiado en nosotros, al menos no por nuestro aspecto. Seríamos un simio más. Es más, si todo se reduce a la apariencia, la mayor diferencia que percibiría entre nosotros y nuestros parientes primates sería la alarmante falta de pelo en nuestro cuerpo. Pensemos en esas razas de gato que destacan por ser calvas, o perros como el viringo peruano, el xoloitzcuintle o el perro crestado chino. Su piel descubierta suele parecernos repugnante o, como poco, muy inquietante. Pues bien, nosotros somos como esos animales pelones, es más, somos el único simio sin pelo del que tenemos constancia. ¿Por qué?

Vaya por delante que no existe una respuesta clara e indiscutible sobre por qué no tenemos un pelaje como el de otros simios, pero lo que sí tenemos son hipótesis interesantes. Explicaciones que bien podrían ser falsas, pero que han tratado de dar cuenta de las muchas peculiaridades de nuestra calvicie. Porque recordemos que no solo hay que explicar por qué no tenemos un pelaje como el de otros mamíferos, sino por qué hemos conservado el pelo de la cabeza, el del pubis, algo de vello corporal e incluso la diferencia de pelo entre hombres y mujeres. Todo ello constriñe sobremanera las explicaciones y, de hecho, descarta algunas respuestas clásicas. Así que, centrémonos. ¿Qué explicaciones se barajan?

Más frescos

Posiblemente, la explicación más popular de todas, aquella que posiblemente hayas escuchado en algún lugar, es que perdimos el pelo para refrigerarnos mejor. La teoría es aparentemente sencilla: cuanto menos pelo menos capas de abrigo y más sencillo sería no sofocarse. Siguiendo esa lógica, es comprensible que nuestros antepasados, habitantes de África, perdieran el pelo para sobrevivir a las altas temperaturas. Sin embargo, hay un problema. Y es que en África hay muchísimos animales con pelo en sus cuerpos. Jirafas, cebras, leones, leopardos… ¿Por qué el calor habría supuesto una presión selectiva tan importante en nosotros y no en otros animales? Una posible explicación es que nos hemos especializado en la carrera de fondo. Nuestros cuerpos no están hechos para la aceleración, pero podríamos ganar a un caballo en una maratón (si entrenamos, claro). En ese tipo de ejercicios, los músculos generan mucho calor y este se acumula durante el tiempo, aumentando nuestra temperatura corporal peligrosamente, perder el pelo sería una manera de exponer más la piel para disipar ese exceso de temperatura.

En concreto, la clave estaría no solo en haber perdido el pelo, sino en el aumento del número de glándulas sudoríparas, convirtiéndonos en una máquina de sudar y haciendo que transpiremos muchísimo mejor que otros animales, lo cual ayuda a la termorregulación. Por supuesto, esta explicación tiene sus detractores y hay quien insiste en que, en realidad, la pérdida del pelo nos expone a perder mucha temperatura por las noches y a recibir más calor por radiación directa del Sol. Por eso, se presentan otras dos explicaciones posibles.

Parásitos y el atractivo sexual

Otra hipótesis plantea que la pérdida del pelo pudo ayudar a que nos deshiciéramos de los muchos parásitos que viven y se reproducen en él. Más allá de la comodidad, esto podría haber supuesto una revolución en cuestiones de salud, controlando muchas de las enfermedades que transmiten. El problema es que seguimos siendo parasitados en nuestra cabellera y en el vello púbico, así que la eficacia de esta medida sería cuestionable. Por otro lado, volvemos al mismo problema, ¿por qué no han llegado otros animales a esa misma solución? El verdadero motivo, posiblemente esté relacionado con unas necesidades más características de nuestra especie.

Puede que por eso entre en juego una tercera hipótesis que habla sobre la selección sexual y la posibilidad de que siempre nos hayan parecido más atractivos los cuerpos menos peludos, seleccionando poco a poco a los individuos que más satisfacen nuestros gustos. Por supuesto, esta explicación sigue teniendo muchos problemas, pero todavía no podemos descartar ninguna.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Hay personas que creen que perdimos el pelo al inventar la ropa, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, estudios recientes apuntan a que, si bien nos quedamos corporalmente calvos hace 1,2 millones de años, pero no inventamos la ropa hasta hace unos 70.000 años. En resumen, durante un millón de años vivimos completamente desnudos. Las fechas están estimadas por análisis de nuestro ADN, concretamente de los genes relacionados con la pigmentación de la piel para fechar cuándo perdimos el pelo, y con la datación de los primeros piojos de la ropa.

REFERENCIAS (MLA):