Evolución

El misterioso color de las flores que tus ojos no pueden ver

Las flores tienen colores invisibles para nuestros ojos pero que son clave en su supervivencia

Flores de azafrán
Flores de azafrán(anncapictures)Creative Commons

Dicen que la miel no fue hecha para la boca del asno, pero la frase no es del todo acertada. Por supuesto que las abejas no tenían en mente producir miel para los burros, pero tampoco para nosotros. Pero la frase, en realidad, pretende decir que hay cosas demasiado buenas como para que algunas personas puedan apreciarlas. Y lo cierto es que a los asnos sí les gusta la miel y, posiblemente, su experiencia gustativa no diste tanto de la nuestra, teniendo en cuenta que es mayormente azúcar. Así que, tal vez, debamos buscar otra frase que la sustituya, una que realmente haga referencia a una limitación real y, por suerte, la ciencia puede ayudarnos con eso, porque nosotros, como humanos que somos, estamos cargados de supuestas taras.

Una posible frase para sustituir a la del burro y la miel podría ser que “las flores no están hechas para nuestros ojos”. Suena mejor, más poética y mucho más correcta. Por supuesto, tenemos que obviar el hecho de que las flores no han sido hechas y mucho menos hechas para algo, como ser vistas por nuestros ojos o los de cualquier otro animal. Tenemos que tomarlo como una licencia poética y entender que, en realidad, se refiere a que el aspecto de las flores ha evolucionado de tal modo que puedan atraer a otros animales con los que nosotros no tenemos mucho que ver. Sus colores y patrones se han ido seleccionando de tal modo que aprovecharan el sentido de la vista de los insectos y otros animales dados a libar su néctar. ¿Podría eso significar que las flores cuentan con una belleza extra que somos incapaces de ver con nuestros ojos humanos? Efectivamente, y tendremos que aprender a vivir con ello.

Nuestro limitado mundo

Los ojos humanos no son perfectos. Ninguno lo es, en realidad y, en cierto modo, nuestra agudeza visual es la envidia de la mayoría de los mamíferos, pero no podemos ignorar que existen ojos “mejores” que los nuestros. Más allá de los detalles, podemos resumir el problema diciendo que nuestros ojos son capaces de percibir la luz que corresponde a tres colores primarios y, por lo tanto, sus combinaciones.

Eso es todo, pero hay muchísima más luz que se escapa a nuestra retina. Recordemos que, cuando hablamos de la luz o de colores, en realidad nos referimos a una onda electromagnética, una manera en que se propaga la energía y, como onda que es, sus crestas y sus zonas más bajas pueden estar más o menos apretadas entre sí, como ocurre con las olas del mar. Existe un rango de distancias entre las cimas de esas olas (una longitud de onda) que nuestros ojos pueden percibir y, dentro de ella, cuanto más apretadas más rojizas se verán, pasando a tonos violetas a medida que se alejen. Por medio están todos los colores que conocemos y lo llamamos “espectro visible”. Pues bien, hay animales con ojos capaces de ver longitudes de onda más allá de ese espectro, aquellas que aparecen si seguimos acercando las ondas de la luz roja o alejando las del violeta. Hablamos del infrarrojo y el ultravioleta, respectivamente y ahí está la clave.

Flores ultravioletas

Algunos insectos, como las abejas, son capaces de ver la luz ultravioleta y, por lo tanto, las flores “se han aprovechado de ello” y en sus pétalos no solo exhiben colores del espectro visible de lo más llamativos, sino patrones en ultravioleta que funcionan como dianas o pistas de aterrizaje para que los polinizadores lleguen al néctar y el polen se adhiera a su cuerpo. Es una adaptación muy ingeniosa de las flores, una capa de belleza que pasa completamente desapercibida ante nuestros ojos. Y, en cierto modo, es verdad que podemos captar esos patrones ultravioletas con cámaras especiales, pero la imagen que nos mostrarán será una adaptación muy burda, solo usarán colores que nosotros podemos ver y eso significa que, por mucho que lo intentemos, siempre habrá una parte de su encanto que tengamos vetada, que no podamos apreciar porque, como decíamos al principio, las flores no han sido hechas para nuestros ojos.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Que no podamos tener la misma experiencia vital que una abeja al ver una flor no quiere decir que no podamos disfrutar de los colores que sí vemos. De hecho, hay más formas de percibir su naturaleza que a través de una cámara ultravioleta. Por ejemplo, en los pétalos de estas flores ha de haber sustancias que solo reflejen el ultravioleta para, así, crear los patrones de color que ven las abejas. Podemos analizar químicamente estas sustancias y así comprender un poco mejor de lo que estamos hablando. Por ejemplo, un estudio de este mismo año ha descubierto que una misma especie de planta puede mostrar concentraciones muy diferentes de estos pigmentos ultravioletas en función de las características de su entorno. La altitud sería un factor clave donde, algunas especies de plantas, cuanto más alto viven, menos ultravioleta reflejan porque tienen más pigmentos capaces de captar ese tipo de luz.

REFERENCIAS (MLA):