Genética

Tu ADN tiene “recuerdos” de tus abuelos… más o menos

Un nuevo estudio sugiere que las modificaciones epigenéticas en el ADN de tus abuelos pueden haber llegado hasta ti

Recreación artística de ADN
Recreación artística de ADNColinN00BCreative Commons

Decir que nuestro ADN almacena memorias es, en cierto modo, una licencia para que intuyamos lo que realmente queremos decir. Si expandimos el titular para maximizar su rigor tendríamos que decir algo parecido a lo que sigue: el ADN puede cambiar algunas indicaciones sobre cómo “leerlo” durante nuestra vida sin variar en sí la información que contiene y, esas consecuencias de lo que hemos vivido puede transmitirse, ya no a nuestros hijos, sino a nuestros nietos. Eso sería, con más precisión, lo que afirma un nuevo estudio que se acaba de publicar en la revista PNAS. Ahora bien, para comprender cómo funciona esto, tenemos que empezar aclarando que es el ADN y, lo que es igual de importante, a qué nos referimos con que cambian sus indicaciones de lectura sin que varíe la información que contiene.

No todo es ADN

Cuando hablamos del ADN en realidad nos referimos a unas moléculas que contienen la información necesaria para crear las sustancias y las estructuras necesarias para tu correcto funcionamiento. En concreto, la información genética se codifica en unas moléculas más pequeñas que se encadenan como las cuentas de un collar. Cada una de estas cuentas tiene un nucleósido, que es la parte que cambia, la que realmente representa la información. En el caso del ADN hay cuatro nucleósidos que simbolizamos con las clásicas cuatro letras: A (Adenina), C (Citosina), G (Guanina) y T (Timina).Estas letras forman palabras con significados concretos cuando se juntan en grupos de tres llamados codones o tripletes y que representan la información para crear unas moléculas que conocemos como aminoácidos.

Cuando los aminoácidos se unen forman cadenas todavía más largas que llamamos proteínas y que se pliegan sobre sí mismas como si hiciéramos papiroflexia. La función de la proteína dependerá en gran medida de esa forma tridimensional que tome su cadena cuando comience a plegarse. De hecho, cuando se pliegan mal pierden su función o incluso se vuelven perjudiciales e “infecciosas”, como es el caso de los priones, conocidos por ser el origen del famoso mal de las vacas locas (encefalopatía espongiforme bovina).

Por encima de la genética

Pues bien, el ADN también se pliega de determinadas formas. Según cómo doblemos ese collar de cuentas, sus tripletes se leerán mejor o peor, cambiando su expresión, pero sin alterar la información genética. Podríamos compararlo con un texto literario. Coge un fragmento cualquiera de un libro e imagina que tachas frases y palabras estratégicamente elegidas de tal modo que cambian el sentido, por ejemplo, anulando una negación o quitando un adjetivo importante. Si te fijas, las letras son las mismas, las palabras significan lo mismo, pero el formato ha hecho que las leas de manera diferente, simplemente por hacer algo menos legible parte del texto. Eso ocurre con la información genética. Algunas sustancias pueden unirse a nuestro ADN y alterar la forma en la que se pliega, como si cambiáramos el formato de sus letras, haciendo que unas sean más fáciles o difíciles de leer que otras.

Este tipo de cambios ocurridos sobre el ADN son epigenéticos, en cuanto a que ocurren a un nivel superior al genético, en el “formato”. Posiblemente hayas escuchado hablar de ello, pero cuidado, porque al ser un concepto tan llamativo se ha especulado salvajemente con el concepto hasta el punto de dar lugar a muchas afirmaciones pseudocientíficas y estudios con conclusiones poco rigurosas. No obstante, la importancia de esta epigenética es sumamente importante. Aunque todas las células tienen la misma información genética no todas la expresan por igual, porque su ADN se ha modificado epigenéticamente de formas diferentes, por eso una célula de nuestro hígado y otra de nuestro cerebro son tan diferentes, aunque tengan el mismo ADN.

De gusanos a humanos

Pues bien, un nuevo estudio ha descubierto que esas alteraciones en el ADN pueden heredarse, ya no de padres a hijos, sino a los nietos, algo que puede parecer evidente, pero que no estaba tan claro. No obstante, el estudio se ha realizado en gusanos, concretamente unos nematodos llamados C. elegans, que están muy lejos de nosotros en la historia evolutiva. Es cierto que, a pesar de nuestra distancia, hay conclusiones que podemos extrapolar y, hasta donde sabemos, parece que hay indicios en otros mamíferos como nosotros de que así es como funciona la herencia epigenética. Conocer mejor estos procesos nos ayudará a comprender en profundidad cómo funciona nuestro material genético, cómo se ve alterado en algunas enfermedades e incluso cómo podremos modificarlo nosotros.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • En realidad, el ADN no contiene información, sino una secuencia de moléculas que pueden codificar un proceso bioquímico. La información es tal en el momento en que alguien la interpreta.

REFERENCIAS (MLA):