Futuro

Estos son los logros científicos más futuristas de lo que va de siglo

La ciencia y la tecnología ha evolucionado una barbaridad en los últimos años, aunque apenas reparemos en ello.

Fotografía de un chip
Fotografía de un chipPixabay/Fotografía de StockCreative Commons

Vivimos en lo que, hasta hace poco, era el futuro. Eso es lo que tiene el presente, que rápidamente olvidamos lo que nos emocionaba imaginarlo en el pasado. Por ahora hemos empezado con dos frases rimbombantes cargadas de perogrulladas. Pero las perogrulladas no son mentiras y, muchas veces, explicitan verdades en las que no solemos reparar. Ese es su valor, hacer visible lo que nuestra atención ignoraba. Este es uno de esos casos. Todos sabemos que vivimos en la actualidad, en el último grito científico y tecnológico, pero ¿comprendemos realmente lo que significa eso? ¿Estamos en el “futuro” que imaginábamos hace 20 años? ¿Es esto una utopía o una distopía?

Nos hemos acostumbrado a esperar demasiado del futuro y, lo que es peor: incluso cuando excede nuestras expectativas, las infravaloramos con rapidez. Nos hemos quedado con las anécdotas de la ciencia ficción, esas promesas que nos hicieron las películas y las series cuando éramos pequeños y que, por el motivo que sea, no se han hecho realidad. Nuestros coches no vuelan, las zapatillas no se atan solas y los robots humanoides no nos han exonerado del trabajo. Y, mientras lloramos por los sueños rotos de nuestra infancia, somos incapaces de ver todo lo que sí hemos logrado: esa ciencia ficción que ya no es ficción, sino banalidad.

Comunicación

Si echamos la vista atrás apenas unos años, es posible que nos sorprenda encontrar que, el pasado, está más cerca de lo que pensamos. Hasta hace nada, los teléfonos móviles eran solo eso, teléfonos portátiles y, si retrocedemos tan solo 30 años encontraremos los primeros casos, que de portátiles tenían lo justo y más que teléfonos parecían maletines. Para los sociólogos 30 años son poco más de una generación, y ese es el tiempo que han necesitado los teléfonos para cambiar por completo nuestras vidas. Prácticamente todos nosotros tenemos en nuestro bolsillo una pequeña tableta con la que acceder a más información de la que ha habido jamás en una biblioteca, con más capacidad de cómputo que los ordenadores que nos enviaron a la Luna, una tecnología de comunicación más poderosa que cualquier sistema postal y con más música, películas y series de las que habrá tenido cualquier coleccionista.

Sin embargo, el smartphone es un invento de los últimos años del siglo pasado, por mucho que su explosión corresponda a este siglo. Y es que ese es el tiempo que necesitamos para llegar a ver cómo se desarrolla una tecnología. Pocas revolucionan el mundo en cuanto se comercializan sus primeras versiones. Los inventos de principios del siglo XXI apenas han tenido tiempo para demostrar su impacto y, sin embargo, ya vienen pisando fuerte. La edición genética en humanos, la inteligencia artificial, los cohetes reutilizables, los dispositivos cerebro-máquina¿En qué mundo vivimos y cuánto sabemos realmente de él?

Arquitectos de la realidad

La tecnología siempre ha buscado dar forma al mundo. Ha alterado la naturaleza e incluso ha construido una alternativa, llena de objetos artificiales. Un mundo que se ha vuelto más verdadero que nunca gracias a la realidad virtual, ese espacio donde todo es una ilusión y que, sin embargo, nuestra mente interpreta como si fuera igual de real que la vida misma. Estudios recientes sugieren que, de hecho, a nuestro cerebro le cuesta horrores recordar que la realidad virtual es solo virtual, que allí los peligros no existen o que no podemos chocar con los objetos que en ella habitan. Somos los arquitectos de la realidad y no solo en estas ficciones que engañan a nuestros sentidos, sino en el mundo tangible que nos rodea.

A principios de este siglo revolucionamos la edición genética gracias a la tecnología CRISPR-Cas9, capaz de modificar a elección el ADN de un ser vivo, casi como si se tratara de un editor de texto, donde podemos cambiar cuanto queramos con rapidez y precisión. En 2012, Charpentier, Doudna, Zhang y otros investigadores encontraron la manera de llevar a la práctica lo que había descubierto Francis Mojica en 2003, una especie de sistema inmunitario de las bacterias capaz de aprender a defenderse de viejos atacantes. Desde entonces, no han dejado de aparecer aplicaciones orientadas al mundo de la agricultura, desarrollando variedades más resistentes o capaces de suplir las deficiencias nutricionales de zonas en vías de desarrollo. En los últimos años han aparecido incluso algunas aplicaciones para tratar enfermedades humanas.

El truco final

Y, puede que tal vez no hayamos popularizado los robots humanoides, pero las inteligencias artificiales ya son parte de nuestra vida. En la antigüedad, crear autómatas era casi un truco de magia, el truco de hacer que algo inerte pareciera vivo. Si lo vemos así, la inteligencia artificial es el último paso de ese truco milenario. Un programa informático que parece vivo, es más, que parece inteligente. Durante este siglo (especialmente durante los últimos años), han aparecido inteligencias artificiales realmente inquietantes. El campo avanza cada vez mas rápido y los saltos tecnológicos que antes requerían décadas ahora ocurren en meses. Contamos con inteligencias artificiales capaces de enseñarnos música nueva en función de nuestros gustos, nos sugieren películas y reconocen nuestra voz para intentar satisfacer nuestras necesidades, pero hay más.

Porque existen también inteligencias artificiales capaces de reconocer objetos con gran precisión, otras que pueden escribir literatura con más soltura que la mayoría de humanos y otras que hacen lo que muchos ya consideran arte. GPT-3 y Dall.E-2 son algunos de los nombres más famosos. Algunas de estas tecnologías son capaces de crear un vídeo de alguien que no existe, o lo que es peor, de alguien que existe y que jamás dijo lo que escuchamos en el vídeo. Las inteligencias artificiales ya están cambiando nuestra forma de entender el mundo y hacen zozobrar algunas definiciones fuertemente ligadas con lo que nos hace ser humanos, como “qué es el arte” o “qué es la consciencia”.

Una puerta desbloqueada

Pero es que hay más, porque esta tecnología permite que las máquinas “aprendan” y llevan a cabo tareas más complejas y dependientes de la situación. Por ejemplo, gracias a la inteligencia artificial se están desarrollando prótesis controladas directamente con el cerebro y coches que conducen de forma autónoma. Se está acelerando la investigación de nuevos fármacos y, en resumen, están contribuyendo a todas esas disciplinas que trabajan con una cantidad descomunal de datos que nuestro cerebro no es capaz de analizar.

Porque, a veces, la revolución es cuestión de un detalle, más o menos complicado, pero que sirve como herramienta para desbloquear muchas posibles aplicaciones y líneas de investigación que estaban “paralizadas”. Por ejemplo, los cohetes reutilizables, que la NASA se planteó investigar a finales del siglo pasado, pero que como empresa pública no se podía permitir, han sido uno de los grandes avances de este siglo. La manear en que han abaratado la exploración espacial nos permite aprovechar mejor los recursos y desplegar más misiones que investiguen los misterios del cosmos.

El presente en el que vivimos es uno donde existen retinas artificiales, empezamos a imprimir órganos, diseñamos nuestros cultivos y tratamos enfermedades que creíamos incurables. Un presente donde las máquinas aprenden a satisfacer nuestras necesidades y en el que la sociedad puede comunicarse con libertad, transgrediendo las limitaciones que el espacio nos impone. Eso es lo que una vez llamamos futuro y, ahora, podemos disfrutar de él.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Si a veces caemos en el error de dar por sentado las maravillas de la ciencia y la tecnología de nuestra época, también hemos de tener cuidado con cometer el error contrario. Llamamos “tecnooptimismo” a la fe que algunos depositan en la tecnología, pensando que es cuestión de tiempo que resuelvan todos nuestros problemas. Los peligros de esta confianza ciega son muchos, por un lado, que a veces quitamos importante a otras formas más inmediatas de resolver nuestros problemas, como la lucha contra el cambio climático o el tratamiento de residuos plásticos. Por otro lado, nos exponemos a que los efectos negativos de la tecnología nos tomen desprevenidos, porque, aunque aportan muchísimas ventajas, irrumpen con fuerza en nuestra sociedad, afectando al mundo laboral y a la situación socioeconómica de muchos, de forma directa o indirecta. Hay una forma ética de desarrollar tecnología y no es la única, conviene que el tecnooptimismo no eclipse ese peligro.

REFERENCIAS (MLA):