Geología

Descubren qué puso fin a la era de los dinosaurios: no fue un cometa y sabemos de dónde vino

Según un nuevo estudio, el objeto que colisionó con la Tierra hace 65 millones de años fue un asteroide carbonáceo que venía de más allá de Júpiter

Imagen tomada de un cometa en el Observatorio de Linz, en Austria
Imagen tomada de un cometa en el Observatorio de Linz, en AustriaE. Kolmhofer, H. Raab; Johannes-Kepler-Observatory, Linz, Austria NASA

Durante mucho tiempo, los expertos han ido proponiendo todo tipo de extrañas hipótesis acerca de la extinción de los dinosaurios. Algunas de las sugerencias más alocadas (y con menos fundamento) llegaron a sugerir que la extinción podía deberse a la explosión de una supernova relativamente cercana a la Tierra, que los dinosaurios murieron de sobredosis al aparecer las plantas con flor o que sus cuerpos eran tan grandes que no podían regular su temperatura y el calor terminó esterilizándolos. Ahora, la hipótesis más apoyada nos habla de un cometa que chocó con la Tierra hace 65 o 66 millones de años, pero… ¿y si estamos equivocados?

Un nuevo estudio sugiere que no fue un cometa, sino un asteroide y, si está en lo cierto, ha logrado identificar el tipo de asteroide concreto e incluso su origen, pero para poder comprender este estudio de la Universidad de Colonia y la Universidad de Bruselas publicado en Science, conviene tener claros un par de puntos. Por ejemplo… ¿por qué estamos tan seguros de que la extinción se debió a la colisión de un objeto espacial? ¿Cómo es posible que un choque así, por grande que fuera, terminara con todos los dinosaurios? Y, sobre todo: ¿cómo podemos identificar el origen de una roca espacial que no hemos encontrado todavía.

Recapitulando

Ahora mismo el consenso científico está claro. Los dinosaurios no avianos terminaron de extinguirse debido al coque de un objeto de, aproximadamente 11 kilómetros de diámetro. Aunque parezca mentira, hay bastantes pruebas de que este debió de ser el golpe de gracia, pero, para ser justos, no parece explicarlo todo. Si el registro fósil ha sido interpretado correctamente, parece que muchos géneros de dinosaurios ya estaban experimentando un extraño declive antes de que el meteorito pusiera punto final. No obstante, debió de ser devastador. El impacto levantó una nube de polvo y cenizas que bloqueó la luz y afectó al crecimiento de las plantas, las cuales, a su vez, no pudieron alimentar a los herbívoros y estos a los carnívoros, afectando a toda la red trófica.

Lo sabemos porque, por aquel entonces, también se levantó una gran cantidad de un elemento radiactivo llamado iridio que no se encuentra en nuestro planeta en tales cantidades, sino que procede de meteoritos como el que impacto. El iridio se depositó cubriendo el globo entero y formando la famosa capa del cretácico-paleógeno (K-Pg). De hecho, sabemos incluso dónde tuvo lugar la colisión ya que dejó tras de sí el famoso cráter de Chicxulub, en la península de Yucatán, al sur de lo que actualmente es México. Así terminó todo, con un visitante inesperado y una gran colisión. ¿Pero cómo podemos saber que no era un cometa?

Cometas y asteroides

Empecemos aclarando conceptos. Un cometa es una mezcla de hielo y polvo que desarrolla una cola cuando se acerca al Sol. Un asteroide es un cuerpo rocoso o metálico de al menos una decena de metros, generalmente orbitando al Sol en el cinturón de asteroides. Un meteoroide es un fragmento de asteroide o cometa. Cuando un meteoroide entra en la atmósfera terrestre y se quema, se llama meteoro. Si un fragmento de este meteoro sobrevive y llega a la Tierra, se denomina meteorito. Pues bien, del mismo modo que hace tiempo los expertos encontraron una capa de iridio cubriendo todo el planeta, ahora han analizado una de rutenio, otro material propio de objetos menores del sistema solar, solo que más específico.

Tras estudiar las variantes de rutenio presentes en este estrato K-Pg, los investigadores los expertos se han encontrado con una sorpresa. El material no es propio de un cometa, sino de un asteroide, concretamente una condrita carbonácea, formada en gran medida por carbono frente a otro tipo de asteroide donde el silicio está más presente. De hecho, en el estudio analizaron otros estratos y descubrieron que, aunque había indicios del impacto de asteroides silíceos en otros lugares y momentos de la historia de la Tierra, si nos remontábamos a la era Arcaica, hace 3.500 millones de años, encontrábamos una mayor proporción de asteroides carbonáceos que, posiblemente, contribuyeron a la acreción de materia que dio lugar a nuestro planeta.

Rastreando su origen

A partir de este análisis químico y conociendo la distribución que suelen tener estos cuerpos menores en nuestro vecindario, los expertos han podido deducir que el asteroide en cuestión provenía del sistema solar exterior, pasado Júpiter. Así pues, si se confirman estos resultados mediante un estudio independiente, podríamos llegar a afirmar con bastante convicción que lo que puso fin a la era de los dinosaurios fue un asteroide carbonáceo de unos 11 kilómetros de diámetro que provenía de más allá de Júpiter y que chocó, más o menos, en lo que ahora es la Península de Yucatán. Y eso supone una cantidad de detalle asombrosa para algo que ocurrió hace 65 millones de años.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Como decíamos, la colisión del asteroide levantó una nube de polvo que tardó muchísimo tiempo en depositarse y que, mientras estuvo en suspensión, bloqueó buena parte de la luz solar, afectando a las plantas, a quienes se alimentaban de ellas y, por lo tanto, a sus predadores. De lo que no se suele hablar tanto es del terremoto que desencadenó el impacto. Con suerte nos hablarán del monstruoso tsunami que se extendió por los océanos, pero rara vez se nombra al terremoto. Sin embargo, un estudio publicado hace dos años por Hermann Bermúdez sugiere que el terremoto no solo fue relevante, sino que pudo haber durado semanas o incluso meses.

REFERENCIAS (MLA):

  • Fischer-Gödde, Mario, et al. "Ruthenium Isotopes Show the Chicxulub Impactor Was a Carbonaceous-Type Asteroid." Science, 16 Aug. 2024, doi:10.1126/science.adk4868.