Actualidad

Ecos del océano nos invita a un mundo de sonidos que los humanos teníamos prohibido

Espacio Fundación Telefónica presenta una nueva exposición que nos invita a reflexionar sobre la percepción del mundo y el impacto humano en el ecosistema sonoro de los océanos

Fotografía de la exposición Ecos del océano
Fotografía de la exposición Ecos del océanoEspacio Fundación TelefónicaEspacio Fundación Telefónica

Si tuvieras que quedarte solo con un sentido… ¿cuál sería? Lo más probable es que escojas la vista, porque los humanos somos animales terrestres y diurnos, hemos evolucionado en un entorno donde las ondas de luz viajan mucho mejor que las sonoras. Sin embargo, el 70% de la superficie de nuestro planeta es agua y bajo su superficie se extiende un espacio diferente, donde la luz se atenúa rápidamente. A 10 metros de profundidad, la luz roja se esfuma, la amarilla apenas llega a los 20 y en 300 metros la azul desaparece para dar paso a la oscuridad más absoluta. Pero es que incluso en las aguas más someras la luz no viaja muchos metros a lo lejos, la distancia máxima de visibilidad se ve copada y limita nuestros sentidos. El agua es un mundo donde el sonido reina y la vista ocupa un papel secundario.

Un mundo acústico al que nos invita el Espacio Fundación Telefónica en su última exposición, que estará disponible hasta el 5 de septiembre. Una propuesta comisariada por José Luis de Vicente que busca establecer un diálogo entre el colectivo artístico Marshmallow Laser Feast, el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universitat Politècnica de Catalunya, el escritor y cineasta Tom Mustill, artesanos del vidrio, especialistas en acústica y otros expertos. Bajo el nombre Ecos del océano, la exposición nos sumergirá en un mundo al que normalmente los humanos no tenemos acceso, pero que configura la realidad de algunas de las mentes más complejas e interesantes del planeta: las ballenas y los delfines.

En palabras del comisario de la exposición, José Luis de Vicente: “Esto no es una exposición de divulgación científica donde los investigadores hacen un diagnóstico y los artistas lo vuelven más comprensivo; porque cada vez comprendemos mejor que los artistas también son una comunidad de investigación con sus herramientas y que hace preguntas diferentes. Cuando estudiamos el espacio de diálogo entre científicos y artistas, por lo tanto, encontramos una experiencia diferente, otra forma de comunicarnos”.

Un mundo de sonido

Los sonidos son vibraciones de un medio, sea aire o agua, pero cuanto más denso es, más apretadas están sus moléculas y mejor se transmiten esas vibraciones. La velocidad del sonido en el aire es de unos 343 metros por segundo, pero en el agua se cuadruplica hasta 1480 metros por segundo. Los ruidos más graves cruzan grandes distancias sin perder demasiada energía y permiten que dos ballenas, por ejemplo, se comuniquen a miles de kilómetros de distancia, a través de todo un océano. De hecho, existen incluso “canales” que conducen mejor el sonido que el agua circundante, debido a su salinidad o su temperatura, como si fueran vías de comunicación transoceánicas.

No hay ojo que pueda ver la costa americana desde Portugal, en parte por su anatomía y en parte por la curvatura de la Tierra; pero imagina que pudiéramos. Piensa por un momento en la red de comunicación que trazaríamos entre los incontables seres vivos que peregrinamos sobre los continentes. Salvando las distancias, así es el mundo en el que viven algunos animales marinos y en Ecos delocéano, al ser una exposición, logra plasmarlo con un realismo que sería imposible en libros o documentales.

Cinco salas

La propuesta se compone de cinco salas que abordan, no solo el mundo sonoro que hay bajo la superficie de los océanos, sino en qué manera nuestra actividad humana los está cambiando. En primer lugar, los visitantes atravesarán la Meditation Room, que los sumirá en sonidos y vibraciones de cetáceos para que perciban en sus propios oídos el reino de sonidos que son los mares. Seeing Echoes in the Mind of the Whale es la segunda sala y en ella podremos disfrutar de doce pantallas que muestra cómo los cetáceos perciben el mundo mediante el sonido, combinando imágenes generadas por inteligencia artificial con grabaciones reales. “La inteligencia artificial tiene un papel doble en estas exposición” afirma José de Vicente. “Por el lado científico los investigadores del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universitat Politècnica de Catalunya la han empleado para detectar anomalías y patrones en las grandes cantidades de información registradas por sus hidrófonos. Y, por el lado artístico, hemos intentado plasmar el umwelt de otras especies (su percepción del mundo) creando imágenes con la ayuda de la inteligencia artificial”. En tercer lugar, el Templo de plancton presenta una escultura de luz y sonido hecha con vidrio soplado, recreando la migración vertical del plancton, gran productor de oxígeno y base de la alimentación en los océanos.

Con la penúltima sala, La ciencia de escuchar, se nos presentarán algunas de las tecnologías utilizadas para captar los sonidos submarinos, incluyendo boyas-hidrófono y estaciones de audio con grabaciones reales de distintas especies marinas. Finalmente, terminaremos la visita en Historias del sonido profundo, una sala que explora la historia de la bioacústica desde la Guerra Fría hasta la actualidad, mostrando cómo los intereses militares abrieron un universo sonoro desconocido bajo las olas. Y es que, como dice José Luis de Vicente: “Esta exposición no está planteada a través de la percepción humana, sino haciendo el ejercicio de cómo perciben la realidad los cetáceos. Construimos una experiencia partiendo de materias primas, como los registros de hidrófonos, que es con lo que los científicos trabajan, y busca construir el umwelt de estos animales.”.

Un ruido intruso

Durante las últimas décadas, por desgracia, hemos constatado que la actividad humana está alterando este ecosistema sonoro. Los motores de nuestros transatlánticos, las prospecciones petrolíferas, los sónares y la construcción submarina están contaminando los océanos con un ruido ajeno, que ensordece la voz de los cetáceos y los sonidos que guían a peces o tortugas para, por ejemplo, huir del peligro. Los niveles de estrés han aumentado en la fauna marina, afectando a su reproducción y desorientando a las ballenas, que terminan varadas en la costa. Algunas especies han tenido que migrar para huir del ruido, alterando el equilibrio de ecosistemas adaptados durante miles de años.

Exposiciones como esta nos ayudan a comprender la realidad bajo el 70% de nuestro planeta y nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad como especie. Porque cuando hablamos de las crisis ecológicas, el cambio climático es solo uno de los muchos frentes que tenemos abiertos.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Son varias las iniciativas que tratan de hacer frente al problema de la contaminación sonora que viven los océanos. La más evidente sería reducir el ruido, diseñando embarcaciones y equipos más silenciosos, y estableciendo áreas protegidas en zonas críticas. Además, podríamos desarrollar sistemas de monitorización para regular las emisiones y asegurar que la comunicación natural de cetáceos y otros seres marinos no se vea afectada. Estas estrategias, apoyadas en regulaciones ambientales y avances tecnológicos, son esenciales para preservar el mundo acústico bajo las olas, donde el equilibrio natural y la supervivencia marina dependen de un entorno sonoro saludable y vital.

REFERENCIAS (MLA):

  • Espacio Fundación Telefónica. Ecos del Océano: La Exposición Inmersiva que Aúna Arte, Ciencia y Tecnología para Reflexionar sobre la Relación de los Humanos con los Ecosistemas Marinos. 11 de febrero de 2025, https://espacio.fundaciontelefonica.com/.