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Psicología

Los jefes “cabrones” triunfan por tu culpa según este estudio científico

Una investigación realizada con 2000 pacientes concluye que aquellas personas que ven la vida como una competición justifican y refuerzan la conducta de los líderes más implacables

Elon Musk se hizo un sitio en la Casa Blanca con su apoyo a Donald Trump Reuters

Todos conocemos a alguien que admira a los jefes “cabrones”. Y, si no conoces a nadie así, es posible que ese alguien seas tú. Hay quien parece creer que va a heredar la empresa y quien alaba el despotismo de sus jefes, entregándose casi a un síndrome de Estocolmo y agradeciendo el mobbing que, sin duda, te hará más fuerte y competitivo para el feroz mercado laboral que acecha ahí afuera.Razonamientos algo peregrinos que llevan a ensalzar a esos líderes “hechos a sí mismos” a base de pisar sobre las cabezas de otros. Verdaderos guerreros del siglo XXI que ponen los medios (de otros) al servicio de los fines (personales).

Evidentemente, los mecanismos que llevan pensar así a una persona no son sencillos. Nuestra conducta es consecuencia de multitud de estímulos presentes y pasados, de nuestra biología y puede que, incluso, de cierto componente aleatorio. Sin embargo, un nuevo estudio parece haber identificado uno de los principales motivos de esta forma de pensar. La investigación, llevada a cabo por la Asociación Psicológica Americana y publicada en el Journal of Personality and Social Psychology sugiere que depende, en gran medida, de cómo vemos el mundo, si como un espacio colaborativo o como una despiadada jungla donde competir por la supervivencia.

Darwin, pero mal

La vida no es pura competición. No siempre gana el más fuerte. La crueldad no es la estrategia ganadora por excelencia. A pesar de las muchas malas interpretaciones de la teoría de la evolución por selección natural, el altruismo y la colaboración tienen un papel central en la naturaleza. Las comunidades se apoyan entre sí, los lazos de sangre se correlacionan con un apoyo desinteresado, algunos individuos comparten alimento cuando escasea, otros cuidan a crías ajenas y en ocasiones, incluso las de otras especies.

Hay cierto instinto de cooperación porque, si la meta es sobrevivir y transmitir nuestro material genético, juntos somos más fuertes que separados y nuestro hermano tiene buena parte de nuestro ADN. Así que, de partida, no tiene demasiado sentido que consideremos la vida como una jungla donde la competición y el egoísmo siempre están justificados. No busquemos en la naturaleza bulas que no puede darnos.

El estudio

Para explorar esta relación entre la visión del mundo y la valoración de “líderes antagonistas”, los investigadores realizaron una serie de estudios con más de 2.000 participantes. En uno de ellos, se presentaron comportamientos típicos de líderes (desde gestos colaborativos hasta acciones claramente agresivas como amenazas, culpabilización o descalificaciones) y se pidió a los participantes que los evaluaran. En otro experimento, se describieron escenarios laborales ficticios con jefes de distinto perfil: algunos cordiales y conciliadores, otros duros e intimidantes. Los resultados fueron claros. Aquellos participantes que percibían el mundo como una competición constante tendían a considerar más competentes y eficaces a los líderes que mostraban comportamientos hostiles o dominantes.

De hecho, este patrón se mantuvo incluso al evaluar a líderes reales. Cuando los participantes pensaban en figuras empresariales de éxito, como Tim Cook o Mary Barra, aquellos con una visión más competitiva del mundo asumían que estos CEO habían llegado a la cima mediante tácticas implacables. Aunque no tuvieran pruebas, daban por hecho que habían sido duros, incluso despiadados, y lo consideraban una ventaja. Esta tendencia sugiere que nuestras creencias sobre la naturaleza del mundo en que vivimos no solo afectan lo que valoramos, sino también cómo reinterpretamos retrospectivamente la historia de éxito de otros

La pescadilla que se muerde la cola

Quizá lo más revelador del estudio es cómo estas creencias influyen en las decisiones cotidianas de los trabajadores. Los autores observaron que los empleados con una visión más competitiva del mundo no solo toleraban mejor a los jefes agresivos, sino que incluso los preferían. Declaraban sentirse más cómodos con ese estilo de liderazgo, eran menos propensos a dejar sus puestos y, sorprendentemente, ya trabajaban con mandos más antagonistas que aquellos con una visión más cooperativa de la sociedad.

Curiosamente, esto sugiere un proceso de selección natural en el mismo entorno laboral: los jefes “duros” terminan rodeados de personas que no solo soportan, sino que celebran su manera de actuar, reforzando así su conducta.

Decía Ellie Arroway (el personaje de Jodie Foster en la película de Contact) que “El mundo es como nosotros lo hacemos”. Una conclusión que parece venirle como anillo al dedo a este estudio de la Asociación Psicológica Americana. Porque, por muy de Perogrullo que parezca decir que “si vemos la vida como una jungla admiraremos más los comportamientos más competitivos”, este estudio sugiere que algo más: que, tal vez, cambiando la forma en que vemos el mundo, empecemos a valorar más y, por lo tanto, reforzar otro tipo de comportamientos.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Es difícil estar seguro de qué es antes, si la visión competitiva del mundo o soportar a un jefe implacable. Sabemos que es más frecuente encontrar a personas con una visión competitiva bajo la tutela de un jefe “agresivo” y que tienden a permanecer más en esos trabajos. Sin embargo, eso no quiere decir que partan de una visión inamovible del mundo y que decidan en función de ella, sino que tener un jefe con esas características podría propiciar que sus trabajadores lo justifiquen por el motivo que fuera y, para ello, cambien su forma de ver el mundo.

REFERENCIAS (MLA):

  • Nguyen, Christine, and Daniel Ames. “Savvy or Savage? How Worldviews Shape Appraisals of Antagonistic Leaders.” Journal of Personality and Social Psychology, published online 14 July 2025, American Psychological Association. doi:10.1037/pspa0000456.