Cine
El sueño americano entre toneladas de plástico
“El Cuarto Reino” es un documental de Adán Aliaga y Álex Lora en el que sus directores lograr sacar la magia de montañas y montañas de basura
“El Cuarto Reino. El reino de los plásticos”, el documental dirigido por Adán Aliaga y Álex Lora y estrenado esta semana en España, supone la versión extendida del cortometraje homónimo que estuvo presente en más de 45 festivales internacionales y obtuvo una nominación a los Goya en 2018. El filme logró el premio al mejor documental nacional en DocumentaMadrid y el Filmin, así como en el Festival Big Sky de Montana. Se trata de un viaje a la otra realidad a la que se enfrentan los recogelatas. Lo conseguido por Aliaga y el resto del equipo ha sido evocar algo mágico y surrealista entre montañas y montañas de botellas de plástico y latas: encontrar la belleza donde uno a priori piensa que no la hay.
-¿Cómo llegó a este documental que primero fue un corto?
-Nos habló una amiga en común, nos dijo que teníamos que conocer a la monja española Ana Martínez de Luco y el centro de reciclaje en el que trabajaba en Nueva York porque me iba a encantar. Tardamos un año en ir.
-Finalmente fue y empezó a colaborar con ellos haciendo piezas de vídeo para su campaña de crowdfunding ya que les querían echar.
-Sí, fue una especie de amor a primera vista, tu llegas allí y ves montañas y montañas gigantes de bolsas de plástico y toda la gente lanzando las bolsas para meterlas dentro de los contenedores y Ana explicándote la historia del espacio, de cómo entró allí, que dormía en la calle y empezó a conocer a los "canes" (recogebasuras) y decidió montar ella con ayuda de un mecenas el centro de reciclaje. Nuestra primera aproximación fue a través de ella y para hacer una película sobre Ana y dicho centro, pero luego vas descubriendo a todos los otros “canes”, a toda la familia de Sure We Can y al final decidimos hacer una película mucho más coral donde el cuarto reino fuera el protagonista, el espacio, porque tenía una personalidad muy potente.
-¿Han podido prorrogar el alquiler del centro?
-Consiguieron los permisos de demora de su contrato. Siguen negociando el solar y siguen haciendo su trabajo social, reciclando las latas con la comunidad de "canes". El espacio no es solo un centro de reciclaje es la única ONG de Nueva York que es un centro de reciclaje. La propia fundadora Ana, que ya no es la directora del centro, y el grupo de canes que lo fundaron han creado un espacio que es una comunidad, donde allí pasan muchas cosas, la gente celebra sus bodas, sus cumpleaños, la gente va allí a actuar, músicos, también van artistas a pintar...
-Me llama mucho la atención el enclave. Viendo el filme no parece que sea Nueva York. Podría ser México, de hecho.
-Podría ser México o China también. Está al lado de Williamsburg, y la presión inmobiliaria de esa zona es muy bestia, a ver cuánto tiempo pueden aguantar en este solar que vale más de un millón de dólares para construir edificios, que es lo que quieren los propietarios que son medio hispanos.
-Explíqueme lo del cuarto reino
-Están el reino animal, mineral, vegetal y el de los plásticos. No hemos inventado el concepto del cuarto reino, (es un término) que viene de todos estos documentales de los años 40 y 50, cuando los americanos inventaron el plásticos y pronosticaron que el plástico sería el material del futuro se harían edificios, aviones, armamentos. Es un poco la voz en off que está invadiendo todo el espacio a través de la televisión. Nosotros hemos jugado con esto de forma irónica, porque de la mente perversa de un americano se supone que el plástico iba a ser el material del futuro y mira en lo que se ha convertido en uno de los grandes problemas del presente. Jugamos con esta metáfora y otras muchas porque la película está construida a través de muchas capas, cuenta la historia de estas personas que han confluido allí buscando todas el sueño americano: conseguir una vida mejor para sus familias y lo que se han encontrado es que la vida en Nueva York es una vida muy dura y por diferentes motivos han acabado recogiendo latas, botellas de plástico y vidrio por las calles. Pero a nosotros lo que nos interesaba era contar la historia de este lugar, y contar la historia humana de las personas que allí lo habitan por eso nuestro acercamiento ha sido más poético, más contemplativo si quieres.
-¿Cómo fue el rodaje? ¿Alguna dificultad?
-No es un proceso que puedas conseguir de un día para otro. Por eso el rodaje se prolongó durante más de tres años porque la idea es estar presente en la vida cotidiana del centro. Por ejemplo, el primer año del material rodado no tiene nada que ver con el tercer año donde ya habíamos hecho el corto, ya sabíamos qué queríamos buscar, a dónde dirigir nuestro foco... fue muy diferente. Al principio, encuadrar en ese espacio caótico con tanta gente, con tantas bolsas, era muy difícil. La gente me dice qué espacio más cinematográfico, pero al principio era un lugar surrealista, donde era difícil encontrar el lugar de cámara. Tras conocer estos enclaves, dónde paraban a hacer la conversación, dónde tomaban el café, dónde hacían la transacción económica... , fuimos buscando estos lugares que en realidad hemos deconstruido y a través de las miradas y los audios hemos creado este otro tono mágico, poético, surrealista, social que contamos en la película.
-Llama la atención que en el país de las oportunidades... los inmigrantes ilegales tengan en los residuos que generamos una “opción” aunque complicada para sobrevivir
-Una ciudad tan consumista como Nueva York genera toneladas y toneladas de residuos. Los “canes” forman un engranaje muy importante dentro de este típico ecosistema. Si no estuvieran no sé qué pasaría en la ciudad, no se podría caminar por las calles.
-¿Los “canes” son personas sin hogar?
-Son recogelatas, algunos viven en la calle y otros no. Hay excepciones como Josefa y Pedro que tienen a su hija en la universidad, se han comprado una casa y mandan dinero a su familia a México.
-¿Y cuánto les pagan?
-Cinco céntimos por lata, por botella de plástico o por envase de vidrio. Es poco, pero para estas familias que trabajan duro es su forma de vivir. De algún modo estas personas han conseguido su sueño americano porque vienen de pueblos rurales donde no hay nada de dinero. Ellos, por ejemplo, siempre tienen una sonrisa. Hay gente que va allí porque están solas. El centro es una comunidad. Al principio yo no entendía por qué había pensionistas allí o gente que cobra una paga del Gobierno.
-Llaman la atención un par de escenas con música de fondo, hablando de física... un paisaje hermoso en un sitio de montañas y montañas de plástico...
-Sí, de basura, extraer esa parte más poética de ese lugar era también un reto. Pero es que está plagada de elementos desde la frase de Einstein a las teorías de Big Bang hasta la vida que están viviendo que piensan que es como un “Matrix”. Todos estos elementos no los hemos inventado, están allí, los hemos potenciado en el montaje. Al igual que los cantos de la compañía teatral que actúa allí. Tienen una carga sensorial que genera este estado de ánimo que queríamos transmitir con la película, como el ruido de esas moscas, esos vientos, esos aviones que pasan constantemente porque estamos debajo de una pista aérea y ven los aviones salir y entrar y ellos no pueden... Ese doble sentido con los elementos, con este ambiente y con estas reflexiones sobre los extraterrestres genera un entorno que parece que están como en otro planeta.
-¿En qué está trabaja ahora?
-El último mes y medio hemos estado en 26 festivales, hemos tenido un montón de presentaciones, yo llevo dos semanas fuera de casa haciendo entrevistas. Tenemos bastantes cosas, rodando un documental de la isla de Tabarca, un documental contemplativo sobre las diferentes estaciones de la isla y cómo afectan los cambios, y un corto que hemos terminado rodado en Benidorm y Alicante, es un corto de ficción con ayuda de Valencia.
-Una duda: en el documental una de las personas infla la botella de plástico. ¿A qué se debe?
-No me preguntes el porqué, pero no te dan los cinco céntimos si están chafadas, tienen que estar hinchadas enteras, si no las empresas que tienen que reciclar el plástico no las aceptan. Supongo que es porque tienen una máquina que si está arrugada la botella se engancha. Las chafan para transportarlas y que ocupen menos sitio y luego las inflan. Yo cada día allí veía una cosa nueva.
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