Gastronomía

Amores estivales, borrón y ronda nueva

Conviene disfrutar de las sobremesas del verano como un viaje a lo culinariamente (des)conocido

A las puertas del intermedio del estío los amores gastronómicos que dejan huella serán la norma y no una excepción.
A las puertas del intermedio del estío los amores gastronómicos que dejan huella serán la norma y no una excepción.La RazónLa Razón

Hay una inercia irrefrenable que nos lleva aproximarnos al mes de agosto. Basta observar las fotos de los chiringuitos efímeros que vuelven a triunfar en las playas cercanas para retratar el presente del verano de frente y de perfil.

Ya se sabe que el tiempo real en la hostelería no tiene rampas, tiene escalones. Por eso conviene disfrutar los encuentros gastronómicos del verano con un reloj de sol como el comensal que emprende un viaje con billete de ida y vuelta a lo culinariamente (des)conocido.

Usos, costumbres, ritos y horarios (des)conocidos vuelven a ser cercanos. No hay pasado, ni futuro, solo el presente en un trayecto de corto recorrido hacia las sobremesas estivales que ejercen un magnetismo al compás del buen gusto de los clientes.

Un eslalon gastronómico se precipita ante nosotros mientras nos asomamos con la normalidad retocada y los contrabajos de la restauración percutiendo, de manera rotunda, en una sincronía abierta para todos los establecimientos. Las playas vuelven a convertirse en un tablero de ajedrez formado por múltiples chiringuitos, bares, restaurantes y terrazas que dirimen sus diferencias en tiempo real. Serán - no me atrevo a decir todavía que son – si las restricciones no vuelven a ampliarse por culpa del maldito covid una gran mayoría de oportunidades a nuestro alcance.

Para la mayoría, la llegada del deseado mes de agosto es arribar al cabo de Buena Esperanza gastronómica. Por eso parafraseando los versos del genial Pablo Neruda… nosotros los de antes quizás hayamos cambiado, pero no tanto para olvidar el camino…. hacia nuestros restaurantes y chiringuitos favoritos.

El saldo emocional y la confianza ciega serán también más que evidentes al buscar nuevos amarres gastrónomos, con alto cabotaje gourmet, pero sin olvidar utilizar las balizas culinarias para que el barómetro de la restauración registre la máxima satisfacción.

Otros clientes, también hay que reconocerlo, superarán su particular cabo de las tormentas hosteleras, en chiringuitos y restaurantes. Incluso llegarán los instantes de zozobra comensal no exentos de perplejidad. Pero eso será otra historia.

A las puertas del intermedio del estío los amores gastronómicos que dejan huella serán la norma y no una excepción. Nos despertaremos del largo sueño a la sombra de las sobremesas estivales, la memoria comensal desmenuzará el contexto culinario en el que nos moveremos durante las vacaciones.

De la sombra total al más candente de los focos, ciertos restaurantes, desconocidos hasta ahora, se convertirán en protagonistas inesperados. Por fortuna, el ritmo hostelero estival ya fluye y no concluye.

Surgirán historias de amor hostelero frágil que darán cauce a un sentimiento gourmet, que pondrá en duda el “establishment” habitual como antesala a la ruptura de ciertos anclajes. Algunas sobremesas nacerán contra pronóstico y contribuirán a la ardua tarea de hacernos olvidar a nuestros bares de cercanía, fruto de la confluencia de orfandad y necesidad.

Mientras unos parten hacia nuevos destinos, otros clientes prefieren mantener la lealtad al restaurante de cabecera antes de someterse a los dictados del viaje. Sin embargo, no debe habitar el olvido comensal sobre aquellos establecimientos que jugarán un papel importante en el maratón veraniego. La nostalgia y la satisfacción no dejarán de hacerse presentes en cualquier sobremesa.

No sabemos identificar la raíz pero si los síntomas de nuestra dependencia hacia estas estas relaciones estivales con fecha de caducidad. Es difícil asumirlo abiertamente, pero debemos dar el primer paso. Como escribió Calderón de la Barca “el que olvidar solicita, no olvida cuando se acuerda, de que se acuerda que olvida”. Sin acuse de recibo, pocas dudas quedan. Por esta cuestión, en este verano debemos someternos a la silenciosa ley hostelera de la transitoriedad ya que el quejido nostálgico de los paladares fundamentará el retorno a los veranos anteriores. No hay manera de escaparse de nuestras debilidades. Amores estivales, borrón y ronda nueva