El escritor peñíscolano Óscar Iranzo reflexiona, bajo el pseudónimo de Alex Brune, y desde la perspectiva de un “millennial”, sobre las redes sociales, su impacto en nuestro día a día, la salud mental y las habilidades sociales en una época de “hooligans”, en la que “no” ve “la diferencia entre un aficionado agresivo en un campo de fútbol y un político en el Congreso de los Diputados”.
Así lo explica Iranzo en una entrevista a EFE con motivo de la publicación de su libro “20 cosas que aprendí siendo millennial” (Talento Caligrama), un repaso a sus experiencias vitales dividido en 20 capítulos en los que, con humor e ironía, ofrece al lector una “distracción didáctica” para que “cada uno saque su aprendizaje personal” apartándose de los libros clásicos de autoayuda.
Este consultor de negocio de una gran multinacional pretende sobre todo romper el tabú sobre la salud mental -y desestigmatizarla para darle la importancia que merece- y lo hace desde la perspectiva de alguien a quien todo le iba “aparentemente bien” aunque “simplemente estaba aprendiendo vivir disfrazado de alguien a quien todo le va sobre ruedas”.
Se dio cuenta que no era así cuando tuvo problemas de salud mental. Con ayuda de psicólogos consiguió superar este bache y ahora nos anima a visitar a los especialistas porque “al final, solo conociendo tus debilidades -o tus áreas menos fuertes- serás capaz de sobreponerte a ellas o, al menos, mantenerlas bajo tu radar para minimizar su impacto el día que decidan pasar a verte sin preguntar si quiera si estás disponible”.
Y afronta el problema de la sociedad idealizada reflejada en las redes sociales y cómo esto afecta a los jóvenes, que siguen a “influencers” o personajes famosos dedicados a ofrecer contenido en sus perfiles que muchas veces no tiene nada que ver con la realidad.
“Los contenidos están idealizados. Pones una foto de un atardecer perfecto y a lo mejor tu día ha sido una mierda, pero la gente va a decir “qué bien está” y hay que tener mucho cuidado con esto”, señala el escritor, quien añade que “hay pocos contenidos que toquen la realidad de la vida tal como es”.
Esto es especialmente preocupante en los jóvenes, asegura, porque se crea un “caldo de cultivo” que genera frustraciones y cada día “las depresiones son más comunes” en franjas de edad más tempranas.
A lo largo de los 20 capítulos, este “millennial” maestro de los “Power Points” -tal y como se describe- recomienda al lector a aplicar una serie de valores universales a su día a día como “ser buena persona, la empatía, la solidaridad y la modestia”.
Cualidades que, aunque se posean, “es bueno recordarlas” porque él mismo, dice, se considera “empático” pero a veces no lo es “porque estoy sesgado por mis sentimientos o estado de ánimo”.
Y sobre la posibilidad de adquirir estas cualidades sin ser innatas, Iranzo explica que “se pueden aprender” y de hecho, “en el mundo de los negocios cada vez se aprecian más las “soft skills” (habilidades blandas), es decir aquellas aptitudes relacionadas con las relaciones interpersonales, el trabajo en equipo, la actitud o la motivación, y hay formaciones específicas en este sentido.
En la actualidad, añade, las empresas “posiblemente no cojan para un puesto a alguien que sea técnicamente un 10 sino a alguien que quizá sea un 7 técnicamente pero un 10 en estas habilidades”.
Unas habilidades que aconseja combinar con la necesidad de ser conscientes de que “vas a morir algún día”, por lo que “si hay algo que te hace infeliz, cámbialo” porque aunque sea difícil lograrlo “más duro es permitirte andar a malas con el mundo cuando ni siquiera sabes si mañana saldará el sol para ti”.
Apuesta por no juzgar a los demás, “porque no sabes lo que hay detrás de cada historia”, “escuchar distintos puntos de vista”, ya que “el mundo no gira igual para todos, ni mucho menos”, y asevera: “Escuchar una opinión externa -que muy posiblemente no vaya de la mano de la tuya- sin una caja de cartón macizo enroscada en tu cabeza, es muy saludable”.
Sin embargo, se lamenta, “hoy en día los disfraces ideológicos pesan más que la cordura y la sensatez juntas” y traslada esto al mundo de la política nacional donde “parece que todo vale por defender una postura”.
En este sentido comenta que “estamos en una época de hooligans” con políticos enfrentados de manera encarnizada que dan un ejemplo que “hace un flaco favor” a la sociedad y que le hace afirmar que ve “poca diferencia entre un hooligan en un campo de fútbol tirando bengalas y un político tirando bengalas por la boca en el Congreso de los Diputados”.
Curiosamente, apostilla, “muchas de las cualidades que a mí se me piden en el mundo empresarial no se piden en política”.