El Gallinero

Barra libre para las Fallas

Considero una utopía apelar a las personas para combatir el riesgo del covid

Que veinte años no es nada, como cantaba Carlos Gardel, puede ser verdad al volver la vista atrás de una existencia, pero dos años sin Fallas es arrancar de cuajo, de lo más hondo del alma, todo un sentimiento en decenas de miles, de centenares de miles, un pedazo de vida. De ahí que el anuncio realizado por la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia -imagino que seguirán la estela el resto de Corporaciones a lo largo y ancho de la Comunitat empezando por la Magdalena de Castellón- de celebrarlas con normalidad, constituye simultáneamente toda una invitación a la fiesta.

Los falleros, también quienes no lo son, los foráneos, la inmensa mayoría desea recuperar todo lo perdido en estos veinticuatro meses de pandemia, un furor que dinamitará las escasas limitaciones programadas por las instituciones. No nos engañemos, pensar que en las mascletás, en los castillos, en los conciertos, van a respetarse el uso de las mascarillas, se me antoja más un deseo que una realidad. Apelar a la responsabilidad individual como instrumento de combatir los riesgos, es no querer reconocer el comportamiento humano.

No me expreso así porque sea contrario a la resolución de Ximo Puig o Joan Ribó porque, entre otras cosas, no me considero capacitado para analizar el peligro ni la evolución del maldito virus. Simplemente, preveo un escenario nada parecido al que pretenden presentar. La alegría, las copas, la primavera a punto de estallar, lo hacen imposible. Lo veremos.

En cualquier caso ¡a disfrutar!. Así es la vida.