Gastronomía

Mismo guion, diferente decorado

La historia cotidiana de ciertos bares y restaurantes se escribirá este otoño con la métrica de la incertidumbre

La crisis volverá a rondar, pasará revista y esperemos que no toque a la puerta
La crisis volverá a rondar, pasará revista y esperemos que no toque a la puertaLa RazónLa Razón

Hay momentos de la realidad que no permiten salirse de ella. La frase del título nos aproxima y nos comisiona para analizar el futuro de ciertos establecimientos mientras nos refugiamos, literalmente, bajo el palio del deseo a la vuelta a la normalidad. Estarán de acuerdo qué, irremediablemente, al hablar del estado actual de la restauración de barrio se aconseja ser prudentes y transparentes del futuro a corto plazo.

La historia cotidiana de ciertos bares se escribirá este próximo otoño con la métrica de la incertidumbre. No podremos ganarnos el futuro como pitonisas para averiguar el presente de la restauración, tal y como está la situación, aunque algunas predicciones comienzan a cumplirse al pie de la letra. Tampoco debemos exagerar ni edulcorar el presente. El ocaso de ciertos establecimientos se puede acelerar con las significativas idas y venidas del coste energético sumadas al huracán de la subida de los precios y la sombra del cambio de hábitos de consumo que merman la recaudación. Estos episodios marcarán el devenir de cierta hostelería y pueden convertirse en el talón de Aquiles de algunos restaurantes.

La incertidumbre es una glotona y se alimenta de cualquier clase de dudas. Por eso hay que robarle tiempo al tiempo en busca de la esperanza. Créanme la comparación no es azarosa ni el kit de reflexión incluye ninguna cuestión de fe. Y es ahora, sobre esta valoración sobre las que quiero extender mis consideraciones, sin negar que el daño puede ser severo en determinados negocios.

Los peligros por desgracia los tienen bien presentes y las oportunidades tendrán que descubrirlas. El rodaje de la vida hostelera cotidiana permanecerá con el mismo guion pero diferentes decorados y distintos diálogos entre clientes y camareros. El otoño habrá que abordarlo con menguantes expectativas y crecientes miedos. Aunque la vida de los bares y restaurantes en los futuros meses no será un «la, la, la», parafraseando parte de la letra de otra canción inolvidable que interpretaba Lina Morgan «agradecidos y emocionados, solamente podemos decir, gracias por…. sobrevivir». De la operación triunfo del ayer pasamos a la operación «resistance» con la legitimidad del presente y la esperanza que no se desborde un río caudaloso de inconvenientes mientras chapotea la villana incertidumbre con fruición en la ciénaga de posibles cierres y traspasos. La clave para garantizar la viabilidad con el fin de evitar una performance fatídica de persianas bajadas es que se solucionen las significativas idas y venidas que planean sobre el precio de algunos productos y el coste energético para poder mantener los negocios abiertos.

En hostelería, no se puede afirmar que nunca… es nunca jamás como tantos episodios del pasado reciente han confirmado. La crisis volverá a rondar, pasará revista y esperemos que no toque a la puerta. No hace falta ser un profeta para reconocer que en la hostelería no todo está en quiebra, pero parte de lo que está puede pasar a la categoría de cuestionado. No es momento de trasladar teorías sin poso, ni especular con la (im)prudencia ajena, suerte y paciencia a los que han sufrido en parte las consecuencias señaladas. Mientras algunos vaticinan un otoño marcado por el termómetro hostelero a baja temperatura, la confianza y el optimismo deben resistir. En la medida de lo posible, nos refugiamos en el presente como un baile de bienvenidas, despedidas y el placer del reencuentro. Mismo guion, diferente decorado.