Gastronomía
Los mejores restaurantes de arroces y paellas en la Valencia de los años 90
La capital no era una ciudad turística pero recibía anualmente miles de empresarios que venían a sus ferias de muestras
Hace treinta y cinco años, en los noventa, Valencia no era una ciudad turística ni mucho menos. El turista extranjero pasaba de largo camino de destinos más promocionados como Benidorm o más al sur, mientras que el nacional y familiar se dirigía a los apartamentos de Cullera, Gandía o Jávea.
Pero la tercera capital de España recibía a muchos visitantes entre empresarios, gente de negocios, ejecutivos de grandes empresas, feriantes que llegaban por miles a certámenes como la Feria del Mueble, del Juguete o la del Textil, ferias que bullían de actividad y en donde se cerraban muchos negocios.
Puntualmente, Valencia carecía de los hoteles suficientes para dar cabida a todos los visitantes y muchos de ellos, sobre todo durante las ferias de mayor volumen, se veían obligados a trasladarse a establecimientos hosteleros de localidades cercanas. Hasta Gandía en ocasiones a falta de camas suficientes en Valencia.
¿Y los restaurantes? Pues algo parecido. Valencia era en aquellos años una ciudad provinciana con lo justo en servicios pero también era y es, la tierra de los arroces, de la paella, el plato estrella internacional de la cocina regional y española que todos querían degustar cuando venían a la ciudad del Turia.
¿Cuáles eran los restaurantes con más garantías como arroceros, a los que llevar a tus invitados y clientes para quedar bien?
Aclaremos que el valenciano no salía tanto a comer como ahora ni mucho menos y que las paellas se cocinaban en casa o en la casita de campo los domingos, costumbre arraigada de cuando la huerta que rodeaba a la ciudad era mucho más extensa que la que queda hoy.
Para celebrar, para quedar bien con los socios y clientes y para probar una exquisita paella con garantías había unos nombres propios que vamos a recordar. Algunos de esos establecimientos aún existen e incluso gozan de buena salud.
Dejemos claro que restaurantes de prestigio los había y ahí siguen. Desde la Taberna Alkazar a Civera, de Casa Eladio a el Palace Fesol, La Fondue, Aragón 58, El Gastrónomo o los ya cerrados, Oscar Torrijos, La Hacienda y Ca Sento, entre algunos más con cartas muy atractivas premios y reconocimientos.
Pero nos vamos a referir a los arroces, a los paelleros y arrocerías valencianas de confianza, con garantías como para pensar en ellas y ponerse en sus manos a la hora de quedar bien, celebrar un aniversario alrededor de una mesa o darse el capricho de una buen paella o un arroz negre o a banda, llegando a las raíces de la tradicional cocina de la terreta.
Los clásicos ya lo eran entones. Por ejemplo, La Pepica, que con más de 125 años en la actualidad, sigue desde su lugar privilegiado sirviendo buenos arroces mirando al Mediterráneo en La Playa de La Malvarrosa. Y a su lado, La Marcelina, otro histórico que estaba plenamente de moda en los años noventa bajo las riendas de Pedro Castellanos, un empresario elegante y carismático que al adquirirlo lo dotó de un plus con actos culturales y una singular vida social. Ninguno de los dos se sostiene hoy en las manos de sus originarios ni de sus herederos, si no de empresarios expertos. L’Estimat y La Rosa estaban también en la misma primera línea de playa junto al Balneario de Las Arenas y ofrecían garantías de buenas paellas y arroces también para bodas, bautizos y comuniones. Ya no están,
En el Paseo de la Alameda, en los bajos de la Piscina Valencia, Jesús Barrachina, hostelero de estirpe y hombre de mundo, cuidaba Les Graelles como su establecimiento más preciado. Con sus arroces típicos, una carta convencional, un buen servicio profesional y su ambiente distinguido, atraía sobre todo a ejecutivos de traje y corbata y hombres de empresa de largas sobremesas. Les Graelles no resistió bien el paso del tiempo y menos tras la desaparición de “Don Jesús”, cerrando entre la indiferencia y el empuje de las nuevas ofertas más del siglo XXI
Casa Roberto, en la calle Maestro Gozalbo, era una garantía de buenos arroces y lo sigue siendo. En aquellos años noventa, Roberto Aparicio era el gurú de las arrocerías tradicionales a la valenciana y era el primer nombre que te venía a la mente cuando un forastero preguntaba. Llenaba a diario y había que reservar con tiempo. Además, con el espectáculo añadido de ver como el propio Roberto, si le daba por ahí, se ponía a guisar varios arroces diferentes a la vez a la vista del público.
En la calle del Mar había un restaurante más sencillo que los reseñados, que sin embargo tenía fama por la calidad de sus arroces y la búsqueda de antiguas recetas. Se trataba de La Riuà, un local en el que Pilar y Paco, con mucho pundonor, trato familiar y sus sabrosos arroces le dieron una merecida fama. Hoy sigue abierto y el arroz sigue siendo su referencia para los actuales gestores.
En El Canyar, se chuparon los dedos desde Julio Iglesias a Nureyev, Ursula Andress, el Comandante Cousteau, Jeremy Irons o Catherine Deneuve. Los hermanos Miguel y Enrique Seguí dieron con el filón sin una carta, a base de una oferta sencilla con excelente producto fresco. La gamba de Denia. la merluza de pincho y el arroz a banda eran su sota, caballo y rey en un local precioso, de decoración modernista auténtica y con una potente bodega. Cerró y lo volvieron a abrir otros responsables con otras ideas y se mantiene.
Y fuera de la capital, la fama de Juan Carlos Galbis, primera estrella Michelín valenciana ya era bien conocida, como la de Casa Salvador en el Estany de Cullera, El Racó del Olla en un Palmar que comenzaba a despegar, La Dehesa de José Luis en El Saler o un Casa Manolo en Daimuz de donde llegaban ecos muy prometedores.
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