Familia
Diario de una cuarentena con niños: Día 55
La venganza de tía Eli
La venganza de tía Eli ha llegado casi con 40 años de retraso. Cuando menos lo esperábamos. Mientras estábamos confinados por culpa de un microbio invisible que ha hecho temblar al planeta. Con elegancia, como es ella. Tía Eli es mi hermana pequeña. La historia de su nombre es memorable en nuestra familia. Hay un refrán que dice que “a cada cerdo le llega su San Martín”, pero que yo he tuneado como “a cada rey le llega su San Martín”. Y mi San Martín llegó el 1 de diciembre de 1982. Hasta ese día yo era la reina de mi casa. Ese primero de diciembre salí más contenta que unas castañuelas del parvulario porque era el santo de la directora. Aunque la señorita Elo me daba miedo, porque era una jirafa de dos metros que se ponía mucho colorete para hacerse pasar por señora y nunca sonreía, esa tarde nos dio caramelos a los niños para celebrar su día: Santa Elodia. El nombre se las trae, por eso, la directora se hacía llamar Elo.
Ese 1 de diciembre de 1982, excepcionalmente, vino a buscarme mi padre. Tras felicitar a la señorita Elo, me subió al coche y me llevó a la clínica para conocer a mi hermana. No sé por qué no me llevó al parque, porque al llegar a la clínica, mi hermana y el resto de los allí presentes no me hicieron ni caso.
Esperaba de ella que me diera un abrazo, cómo los que se daban Drew Barrymore y su hermano en “E.T.”, que, por cierto, se estrenó ese año. Pero nada, ella hacía como si no me viera. Y digo ella, porque no tenía nombre. Así que aproveché para vengarme de su indiferencia. “¿Por qué no la llamáis Elodia?”, propuse. Mi padre que es un guasón, hizo ver que me tomaba en serio y le regaló a mi madre un ramo de flores con una tarjeta en la que ponía: “Felicitats per l’Elodia”.
Cuando mi madre leyó el nombre, se puso a llorar. “¡Ni de broma váis a llamar a la criatura así!”, clamó. “En todo caso, le ponemos Elisabet”. Y así es como en vez de Elo, la acabamos llamando Eli.
Admito que era tan mona que me moría de celos y no le hice la vida fácil. Le quitaba todos los juguetes que cogía. Pero ella siempre reía. Una vez la dejé sola con los fantasmas que vivían en nuestra buhardilla, pero en vez de huír, como hacía yo, se quedó jugando con ellos. No fue el dramaturgo George Bernard Shaw, sino Eli la que me enseñó que la risa es la distancia más corta entre dos personas … y que la venganza es un plato que se sirve en frío.
Su venganza ha consistido en regalar a Bruna y a Marc este año para sus respectivos santos -el 25 y 27 de abril- un juego de construcciones. Hasta aquí, todo estupendo. El juego llegó a través de Amazon el jueves, una caja de cartón con un lema irresistible: “¡Prepárate para vivir momentos épicos de diversión jugando con los bloques de construcción gigantes de Gigi Bloks!”. La idea suena maravillosa. Los bloques no son tamaño lego, son lo suficientemente grandes como para construir naves espaciales, castillos y cabañas en las que los niños pueden llegar a esconderse dentro. Seguro que os estáis preguntando, cómo ha podido llegar todo este arsenal, ¿verdad? Esa es la venganza, lo que llega con la caja son 100 láminas de cartón que una adulto debe transformar en bloques para que los niños puedan dar rienda suelta a su imaginación: 80 bloques dobles de 20 cm x 10 cm x 10 cm; 12 simples y 8 triángulos. Cada bloque se construye en cinco pasos. Así que me pasé el Día del Trabajador construyendo ladrillos de cartón. Cuando tenía cayos en la yema de los dedos, el padre me ayudó a dar forma a las últimas diez piezas.
En la caja, había una tarjeta que decía: ¡Mil gracias por tu compra! ¡Un fuerte abrazo y esperamos que te hayamos caído genial!
El viernes no podía decir lo mismo. Pero el sábado Marc y Bruna construyeron un castillo. El domingo, un circuito y una nave espacial. Y hoy, que necesitaba ayuda para elegir unas gafas, he llamado a mi hermana y no le he dicho nada de las diez horas que pasé montando ladrillos de cartón el Día del Trabajador.
“¿El juego? Estupendo, no veas lo bien que se lo pasan, que gran idea tuviste”, le he dicho, que en lenguaje de hermanas quiere decir algo así como “yo también te quiero”.
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