Crítica de cine
Crepúsculo sin colmillos
Dirección y guión: Andrew Niccol, según la novela de Stephenie Meyer. Intérpretes: Saoirse Ronan, Diane Kruger, William Hurt, Max Irons. EE UU, 2013. Duración: 114 min. Ciencia-ficción romántica
Parece que Stephanie Meyer tiene un serio problema con la punición, los triángulos amorosos y la adolescencia entendida como limbo del deseo. No es difícil detectar en «La huésped» los mismos rasgos argumentales que en la saga «Crepúsculo» –a saber, un héroe (en este caso heroína) perteneciente a una raza físicamente superior que no cuenta con muy buena prensa entre los humanos; un neorromanticismo agujereado por soluciones narrativas que ruborizarían hasta al mismísimo Robert McKee– pero el aire «camp» de la saga vampírica es sustituido aquí por la severidad de la ciencia-ficción distópica a la que Andrew Niccol, que por momentos parece convencido de estar rehaciendo «Gattaca», no sabe imprimirle ni un gramo de sentido del humor.
A todo este desaguisado, que viene a ser una versión amable de «La invasión de los ultracuerpos» con amor puro al fondo, se le añade el problema, que Niccol no sabe resolver, de que su protagonista (Saoirse Ronan) es una terrestre que está en permanente guerra mental con su colonizadora, por lo que durante parte del filme asistimos al diálogo para besugos que una aguerrida adolescente alienígena mantiene con su conciencia. Su llegada a una colonia de supervivientes revolucionará el gallinero masculino, aunque pronto quedará claro que ella es una Eva en busca de su Adán, y que su esquizofrenia será la solución para tener contentos a los dos chicos en liza. Tal argumento daría para una novela de Corín Tellado si Niccol no lo hubiera filmado como un anuncio de neveras.
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