Salvemos el Teatro
Cuando el amor se topa con la ideología
Un reencuentro imposible. Así es «A cielo abierto», de David Hare, un gran éxito de Barcelona que por fin llega a Madrid
La pregunta sobrevuela toda la obra: ¿pueden convivir dos personas que se aman pero cuyas formas de entender el mundo son radicalmente opuestas? En «Skylight», un texto estrenado en el Teatro Nacional de Londres en 1995 cuya traducción literal sería «El tragaluz» y que a Barcelona llegó como «Celobert», David Hare nos sitúa frente a un reencuentro entre antiguos amantes después de cuatro años sin verse. Tom es un empresario de éxito; Kyra, la ex canguro de su hijo, una idealista que vive en un apartamento tirando a pobre y trabaja para una causa justa. Dos maneras antagónicas de entender el mundo entre las que hubo algo. Pero, ¿puede ese algo revivir?
José María Pou estrenó «Celobert» en el Teatro Romea en 2003 y fue un éxito rotundo: el montaje volvió en 2004 y sumó más de 100 funciones y 70.000 espectadores, amén de un rosario de premios. Marta Calvó, primero, y Roser Camí, en la gira por Cataluña, acompañaron a Pou en escena.
Más humano y tierno
Diez años después, el montaje de Pou se verá por fin en Madrid, con el actor sobre las tablas de nuevo y acompañado esta vez por Nathalie Poza, curtida principalmente en los montajes teatrales de Animalario. El título catalán, por cierto, fue un invento, pues no encontraban una traducción del inglés que les convenciese. A Madrid llegará como «A cielo abierto». Cuenta el actor sobre los personajes que «están con una herida abierta por una historia de amor que acabó de manera traumática, repentina, sin apenas tiempo de decirse adiós, y necesitan cerrar esa herida». Y explica: «La función habla de las segundas oportunidades. Tom entra en escena pidiendo, suplicando, una. Y yo, como actor, la he tenido para interpretar al personaje». Claro que ha pasado tiempo entre una y otra producción. Así lo ve el actor y director: «Me he reencontrado con Tom, diez años después, es ya un viejo amigo. Lo que pasa es que, aunque él no ha cambiado en absoluto, porque está aprisionado en el texto de David Hare, el que sí lo ha hecho soy yo, por lo tanto nuestro encuentro es totalmente distinto». Y deja claro que «he estado siempre en la posición de Kyra, nunca en la de Tom. Me costó ya en su momento entenderle, me obligué a hacerlo; le comprendo como ser humano, como hombre herido de amor en lo más íntimo, en sus sentimientos y emociones personales, pero no comparto nada de su concepto de la sociedad. Ni entonces, ni ahora. Este oficio te da oportunidades maravillosas de conocer a personajes a los que tienes que defender, que proteger, pero con los que no coincides para nada en su visión del mundo». Aunque aclara: «Tengo diez años más y espero que mi punto de vista sobre la historia haya cambiado a mejor. Espero haber evolucionado; si no, sería un gilipollas. Mi perspectiva tiene que ser más rica, porque está llena de todo lo que he vivido». En ese sentido, aclara, «mi interpretación ahora es más humana de lo que era entonces». Aquel Tom, recuerda, «era un personaje mucho más monolítico, un triunfador que aparecía en escena arrasando y no admitía ningún tipo de controversia, un ser que hacía gala de su poder. Me he sorprendido a mí mismo al descubrir en el personaje ahora una cantidad de ternura, un mayor humanismo que no había sabido verle en su momento».
El caso de Tom y Kyra hace surgir en la conversación otro real y atipíco: ¿recuerdan cuando fue noticia el matrimonio de José María Lasalle, diputado del PP –hoy secretario de Estado de Cultura–, con Meritxell Batet, diputada del PSC-PSOE? «Es posible, claro, siempre que haya respeto –reflexiona Nathalie Poza–. Pero es complicado». La actriz elude hablar de izquierdas y derechas: «El mayor virus que tenemos en esta sociedad es la falta de compasión. Es una palabra infravalorada. Compadecerse de alguien me parece necesario hoy en día: todo está teñido de violencia, de imposición, de poder. En el mundo de las opiniones políticas radicales, lo que uno no quiere es ponerse en el lugar del otro. A partir de ahí, no hay posibilidad de entendimiento».
Y prosigue Poza: «Imagino que ese diputado del PP y esa diputada del PSOE, en el momento en que entran en casa y dejan la política en la puerta, pueden cenar juntos y amarse. El problema es cuando sobre la mesa se ponen sus ideologías, que al final también uno las quiere compartir con la persona con la que convive». Y Pou interviene: «Ahí surge la gran pregunta: ¿Es posible dejar fuera de casa las ideas concebidas como tu concepto de lo que debe ser el mundo y la sociedad? Yo creo que no se puede. Tu vida está teñida también de ese concepto de la sociedad, de tus propósitos y tu grado de compromiso, incluso cuando compartes un desayuno... Si son posturas radicalmente distintas y cada uno las defiende de manera militante, van a surgir problemas continuamente, hasta en la forma de llevar al niño al colegio o a la hora de comer». Poza pone un ejemplo: «Hay una escena en la que tienen que rallar un trozo de queso: es lo que hay. Pero a él le parece inconcebible que ella viva en esas condiciones. Él exagera, y con las palabras nos podemos hacer mucho daño». Y añade la actriz: «Yo comprendo muy bien a Kyra porque me encuentro en un momento muy cercano al suyo; conozco lo que es convivir con alguien terriblemente conservador en su manera de relacionarse con la mujer, y no necesariamente de derechas».
El detalle
MICHAEL GAMBON, «EL MEJOR ACTOR DEL MUNDO»
Anglófilo confeso que viaja a menudo a Londres a ver teatro, y que ha estrenado obras de autores ingleses y norteamericanos como Alan Bennett, Tony Kushner, J. B. Priestley y Edward Albee, José María Pou ha traducido al castellano él mismo el texto de David Hare, autor al que venera, «militante, pero no mitinero». En 1995, vio en Londres la primera producción de «Skylight», con Lia Williams y Michael Gambon, «para mí, el mejor actor del mundo» Y cuenta que el proyecto surgió cuando en 2003, Calixto Bieito, recién nombrado director del Romea, le llamó para dirigir. Pou estaba en Madrid, rodando «Policías» y triunfando en «Arte», y sólo puso una condición: debía ser este texto. El éxito en Barcelona y la gira posterior obligaron a Madrid a esperar. En 2004, Bieito le ofreció a Pou estrenar «El Rey Lear». Y Madrid volvió a esperar... hasta hoy.
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